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Sector farmacéutico será declarado estratégico en México
Jueves, Abril 5, 2018 - 06:30

Por Maribel Ramírez Coronel, Periodista en temas de economía y salud para El Economista.

Nos dicen que es cuestión de días para que el Gobierno de México declare al sector de producción farmacéutica como estratégico para la economía nacional, ya que cumple todos los requisitos para ser considerado uno de los nuevos motores de la economía e incluido como prioritario dentro de la agenda de desarrollo en el futuro.

De concretarse, ello colocará a dicho sector dentro del grupo de otras ramas estratégicas como la automotriz, la de turismo, la de telecomunicaciones y la de tecnologías de la información.

Hoy la producción farmacéutica ya es uno de los 5 principales sectores manufactureros del país. Representa como 6% del Producto Interno Bruto manufacturero. Se ha convertido en un rubro exportador importante con potencial para colocar a México como jugador destacado no sólo en el continente sino a nivel mundial.

Sus ventas al exterior vienen creciendo con dinamismo desde hace años, por las cuales genera ingresos al país por cerca de 1,900 millones de dólares anuales. Ello hablando de exportación de medicamentos, pero si consideramos la producción de dispositivos médicos siempre vinculados a las terapias, se agregan otros 8,000 millones de dólares de exportaciones del sector. En materia de empleos, esta rama industrial genera en forma directa más de 75,000 plazas laborales, aunadas a otras 300,000 en forma indirecta.

Ello, conforme cifras reportadas el año pasado, pero sabemos que en cuestión de semanas la Cámara Nacional de la Industria Farmacéutica (Canifarma) presidida por Guillermo Funes, emitirá la nueva edición del compendio estadístico con los números actualizados sobre el dinamismo y la aportación económica del sector de producción farmacéutica, y se espera sean positivos.

Otros datos que sostienen el posicionamiento estratégico del sector es su valor como mercado nacional farmacéutico, superior a los 200,000 millones de pesos, lo que lo ubica entre los 15 principales a nivel mundial y en segundo lugar de Latinoamérica, muy cerca de Brasil. De hecho, el mercado de producción farmacéutica mexicana representa cerca de una quinta parte del total en América Latina.

Al ubicarlo abiertamente como un sector estratégico y primordial no sólo para la salud de los mexicanos, sino dentro del rubro manufacturero nacional, la idea es que México emita una señal de confianza a los mercados internacionales y ello derive en la llegada de más inversiones hacia el sector; inversiones no sólo para producción sino para investigación clínica donde igualmente hay un potencial altamente atractivo.

Así, la sola declaratoria puede convertirse en un elemento de competitividad para el momento en que un inversionista internacional considere a México con una posición favorable respecto de otros mercados de la región o de las economías emergentes, como Chile, Argentina, Brasil o incluso India y países asiáticos. Pero el mayor objetivo es que a partir de la declaratoria, se encarrilen acciones para impulsar de forma más efectiva a este nuevo motor económico.

Nos dicen que ya sólo es cuestión de conciliar agendas para que el secretario de Economía, Ildefonso Guajardo, junto con el secretario de Salud, José Narro que han venido jugando un papel primordial en este proceso de años, junto con los directivos empresariales del sector salud, emitan el posicionamiento para definir a la farmacéutica como industria estratégica.

También hay una participación activa de otras instituciones como ProMéxico, de Paulo Carreño; Conacyt, de Enrique Cabrero; Cofepris que lleva Julio Sánchez y Tépoz, así como de Inadem que lleva Alejandro Delgado.

Como se ve, en este esfuerzo participan distintas autoridades que han decidido unir fuerzas junto con el sector de producción farmacéutica. Éste desde hace años viene haciendo camino para demostrar y hacer evidente su aportación que va más allá del sistema de salud, sino que es un impulso a la economía, y está a punto de conseguirlo.

Autores

Maribel R. Coronel / El Economista