Acá conocerá cómo se vive en las islas en la actualidad, qué piensan sus habitantes, qué esperanza tienen para los tiempos que vienen y las oportunidades que se están generando.
Las Islas Malvinas, o Falkland Islands en inglés, son un archipiélago de América del Sur - a 464 kilómetros de la Patagonia Argentina- que logró gran relevancia a nivel mundial producto del conflicto bélico entre Argentina y el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte, lo que derivó que hasta el día de hoy las Naciones Unidas siguen sin definir la soberanía de este territorio.
Si bien, este hecho de una u otra forma marca hasta el día de hoy a este territorio, los habitantes de las islas sureñas han trabajado por dejar atrás un pasado de guerra y enfrentan el desafío de aprovechar nuevas oportunidades, con una industria del petróleo que promete y propuestas turísticas que atraen a los amantes de la naturaleza.
El Obsevador realizó una crónica sobre cómo se vive en las islas en la actualidad, qué piensan sus habitantes, qué esperanza tienen para los tiempos que vienen y las oportunidades que se están generando basadas en una identidad isleña que se apega a las tradiciones británicas pero que construye vínculo con América.
Un lugar donde el último homicidio fue en 1981, donde si alguien pierde algo lo ubica inmediatamente en la comisaría local, donde los salarios son altos y hay apenas hay 1% de desempleo, parecería ser cercano al paraíso. De ese modo describió a las Falkland Islands Zoran Zuvic, un isleño de 27 años que ha viajado por varios países pero que siempre elige volver.
También coinciden con esta idea Krysteen Ormond y Ailie Biggs, jóvenes que, al igual que Zuvic, al terminar el liceo viajaron a Gran Bretaña para cursar una carrera universitaria.
En las Islas Malvinas viven unas 700 personas menores de 18 años de un total de casi 3.000 habitantes, según dijo a El Observador Barry Elsby, encargado del área de Educación en el gobierno del archipiélago.
Las islas, que dependen de Gran Bretaña en defensa y relaciones exteriores, brindan educación gratuita hasta que los jóvenes completan Secundaria. Dado que no hay universidades, el gobierno local otorga becas a los estudiantes que quieren realizar estudios terciarios para que se especialicen en el exterior. De los que eligen irse, la mayoría vuelve a ejercer sus títulos en las islas.
"Viajé por todos lados. No es que no sea lindo conocer otros lugares. Pero al mismo tiempo siempre quise volver para contribuir con la comunidad, que me ha dado mucho. Ese era mi objetivo en la vida", expresó Zuvic a El Observador, quien ahora trabaja como profesor de Ciencias en el liceo de la isla.
Sin embargo, cuando los jóvenes deciden estudiar algo muy particular, termina siendo un desafío para el gobierno lograr que esa persona trabaje allí en la actividad específica para la que se preparó. Su responsabilidad recae en que es el principal empleador de la isla, ya que da trabajo al 25% de sus ciudadanos.
"No hay cines, no hay bares, no hay shoppings. Pero hay diversión, una comunidad de gente buena y oportunidades", Krysteen Ormond.
Nada de qué asustarse
Stanley es una capital sin ruido. Allí vive el 86% de la población, y aunque es difícil encontrar un isleño que no ande en auto, la tranquilidad y el silencio es lo que más llama la atención de quien la visita por primera vez.
Los momentos de más bullicio se generan los viernes y sábados entre las ocho y las once y media de la noche, cuando abren los pocos boliches que existen en la ciudad y los jóvenes aprovechan para ir a bailar. Un patrullero aparece generalmente en la puerta de los bares, y, si alguien tomó demás, lo lleva hasta su casa para que no maneje alcoholizado.
Pocos minutos después de que suenan las campanas de las barras, los pubs se empiezan a vaciar, y las reuniones siguen dentro de las casas. Y otra vez, Stanley vuelve al silencio. Para Christine Hewitt, las islas son un arma de doble filo.
Esa paz de la cual los isleños están enamorados, el hecho de que no haya nada de qué asustarse y de que los niños se críen sin casi conocer el peligro, se podría volver un problema para quien viaja a las ciudades grandes. "Este no es el mundo real", dijo la joven.
Cuando llegue el petróleo
Dahiana Burucuá, de 23 años, es una de las pocas uruguayas que vive en las Malvinas. Cuando su madre le dijo, durante la crisis de 2002, que se irían al archipiélago, hizo de todo para evitarlo. Hasta bajó su rendimiento en el liceo y trató de llevarse exámenes para retrasar el viaje. Pero no lo logró. Los primeros meses fueron los más difíciles: la falta de dominio de inglés y el frío extremo complicaron la estadía. Sin embargo, hoy lo dice sin dudar: "Esta isla es mi hogar".
"Cuando yo me vine de Uruguay fue porque mi país no tenía mucho que ofrecer. Y hoy, sinceramente, no tiene mucho para mí", expresó Burucuá, quien trabaja en la aerolínea LAN, que tiene un vuelo semanal a las Malvinas. Con un plan especial del gobierno pudo comprarse un terreno y ahora se está construyendo una casa. Algo que, reconoció, nunca hubiese podido lograr tan joven si se hubiese quedado en su país de origen.
Es que la situación económica de las islas y las posibilidades de ahorro han atraído a inmigrantes de diferentes países, sobre todo de Chile y de Santa Elena, una isla en medio del océano Atlántico que se encuentra a unos 6.000 km del archipiélago.
La mediana de ingreso en las islas es de 17.500 libras al año (unos US$27.600). Además cuentan con un PIB per cápita de 77.000 libras, según datos proporcionados por el economista Ville Peltovuori, quien trabaja para el gobierno isleño. Este último dato no refleja el bienestar de sus habitantes, puesto que gran parte de lo generado se debe a la explotación de hidrocarburos y a la pesca, ambas tareas realizadas por empresas extranjeras.
Si bien esto hace que sea imposible compararlo con otros países, puede tenerse en cuenta que Uruguay pelea el puesto con Argentina con uno de los PBI más altos de la región, el cual ronda los US$16 mil per cápita.
Según expresó Peltovuori a El Observador, el gobierno tiene expectativas de que el petróleo "transforme totalmente" la economía de las islas. Desde hace cuatro años la exploración de hidrocarburos ha crecido y se estima que empezará a comercializar a partir de 2019. Está previsto que el 9% de las ventas se quede en las Falklands, lo que, si bien el economista considera "bajo", es "lo esperable" para un país que comienza a explotar petróleo.
Esta actividad ya ha generado cambios en las Malvinas. Según el portal Mercopress, el gobierno aprobó recientemente quince solicitudes de edificaciones en Stanley, entre ellas la construcción de un hotel con 80 habitaciones para hospedar a personas que trabajan en la industria petrolera.
Las proyecciones mantienen a los esperanzados sobre lo que pueda suceder en las islas en los próximos años. Zuvic, el joven que volvió a tierra natal luego de estudiar en el exterior, no lo piensa dos veces. "La idea es quedarme a vivir acá el resto de mi vida", asegura.
¿Por qué kelpers?
A los pobladores de las Islas Malvinas nacidos allí se los conoce como “kelpers”. El nombre es en honor a las algas “kelp” que se acumulan en las costas de las cerca de 200 islas que componen el archipiélago.
Su uso es aceptado por los habitantes locales, aunque algunas veces prefieren ser llamados falklanders o isleños.
Pingüinos, los más visitados
La calma de las islas y el contacto tan cercano con la naturaleza son algunos de los motivos por los cuales unos 60 mil turistas visitan el archipiélago año a año.
La mayoría lo hace a través de cruceros que llegan desde Europa, pero también lo hacen en avión, en un vuelo que llega desde Gran Bretaña y otro semanal desde Chile.
Uno de los destinos turísticos más importantes de las Falklands es Sea Lion, una isla que se ubica a 40 minutos de vuelo desde la capital, Stanley. Allí hay una reserva natural de diferentes tipos de pingüinos y elefantes marinos, el motivo principal por el que los visitantes eligen llegar.
Otra de las atracciones es Volunteer Point, una reserva de pingüinos rey, adonde solo se llega atravesando campos en varias horas de camioneta.