Reciente estudio hecho por científicos de la Clínica Mayo hace intenso descubrimiento en deportistas aficionados.
Los especialistas médicos en Estados Unidos se están encontrando con una realidad preocupante. Algunos años antes se había descubierto que, debido a repetidos traumatismos cerebrales, los jugadores profesionales de fútbol americano eran ampliamente susceptibles de desarrollar una enfermedad degenrativa progresiva: la encefalopatía traumática crónica (CTE, por sus siglas en ingles).
Pero en los hospitales los datos de la realidad están mostrando algo más: una cantidad importante y sorprendente de encefalopatía traumática crónica entre los varones que participaron como aficionados en deportes de contacto durante la adolescencia.
Poco más de la tercera parte de los hombres que donaron sus cerebros al banco cerebral de la Clínica Mayo dejan evidencia patológica de CTE, afección que sólo puede diagnosticarse después del fallecimiento.
El estudio de la entidad privada de salud fue publicado en la edición de diciembre del Acta Neuropatológica y vincula a los deportes de contacto practicados por aficionados (fútbol americano, boxeo, lucha libre, rugby, básquetbol, béisbol y otros también propios de los años escolares) con el desarrollo de la encefalopatía traumática crónica, afección que cuando es grave puede afectar el ánimo, el comportamiento y la dinámica cognitiva.
“Lo descubierto en el banco cerebral es algo sorprendentemente alto para la frecuencia que tiene la patología neurodegenerativa en la población general”, anota el autor principal del estudio, Kevin Bieniek, estudiante de predoctorado en el Programa sobre Neurobiología de las Enfermedades de la Escuela de Posgrado de Mayo.
El neuropatólogo de la clínica Dennis Dickson destaca que se trata del primer estudio en aplicar para esta enfermedad el criterio establecido recientemente por el Instituto Nacional de Trastornos Neurológicos y Accidentes Cerebrovasculares de Estados Unidos (Ninds, por sus siglas en inglés). Los datos permiten analizar la incidencia de la enfermedad entre jugadores no profesionales.
“Se trata de un trabajo revolucionario. Es sorprendente la frecuencia con la que encontró la patología que antes no se reconocía”, dice el experto.
Y ante esto, ¿qué se debe hacer? ¿No estimular este tipo de deportes en los menores? ¿Decirle a los adultos que no hagan estos deportes a mediados de semana?
En ese sentido Dickson es claro: “El objetivo del estudio no es disuadir a niños y adultos de participar en deportes, pues creemos que eso aporta grandes ventajas para la salud mental y física; sin embargo, es fundamental que la gente tenga cuidado y se proteja la cabeza".
La idea de concientizar sobre el CTE busca enfatizar la idea de que los deportes de contacto sean más seguros, a través de mejores equipos protectores y menos contacto directo entre cabezas”, dice el neuropatólogo.
Otra de las conclusiones que permitió el estudio es que existen factores genéticos que pueden determinar aún más el cuadro. Los especialistas apuntan que rara vez el CET se presenta solo. Enm la mayoría d elos casos acompaña otros desórdenes degenerativos.
Por tanto, los mismos factores de riesgo capaces de aumentar el peligro de sufrir otras enfermedades neurodegenerativas "muy bien pueden desempeñar una función en el desarrollo de la encefalopatía traumática crónica”, destaca el médico.
Por de pronto, lo que se debe subrayar es la precaución en la práctica no profesional de los deportes de contacto. Así como es posible dañarse alguna extremidad o afectar la musculatura, lo cierto es que el funcionamiento cerebral también corre riesgos -hasta ahora- desconocidos.