Por Mario Schilling, abogado, periodista y autor de “Mejor llama a Sócrates: cuando ir al psicólogo no es tu solución”.
El proyecto de disminución de la jornada laboral de 45 a 40 horas propuesto recientemente en el Congreso ha generado una intensa discusión entre economistas, políticos y abogados. Se ha dado como argumento las diversas patologías que genera el exceso de trabajo en nuestra sociedad (ansiedad, estrés e insomnio).
Dicen que Chile es el quinto país en que más se trabaja en la OCDE. Concluyen sus impulsores que una reducción moderada de la jornada traería como consecuencia una mejora del bienestar social.
Sócrates decía que una vida sin examen no merece ser vivida, de ahí entonces la pregunta preocupada, ¿será cierto lo que nos quieren vender? ¿es verdad o mera apariencia el hecho de que si las personas trabajan menos, serán más felices? ¿qué dignifica más al hombre? ¿dónde están las virtudes, en su trabajo o en su ocio?
En mi reciente libro “Mejor llama a Sócrates: cuando ir al psicólogo no es tu solución” (Amazon, 2019) estudiamos que no son los hechos exteriores al hombre lo que produce felicidad o infelicidad, sino su mundo interior, en particular cómo interpreta la realidad o cómo califica aquello que le ocurre. Curiosamente esta idea viene de un filósofo que no tenía una jornada laboral acotada a 45 horas semanales, sino ningún derecho laboral a su favor. Epicteto, el pensador estoico, fue esclavo en Roma y uno de los intelectuales más influyentes en el estudio de la felicidad humana.
Debemos familiarizarnos con que ciertas formas de pensar nos conducen a la infelicidad sin mayor esfuerzo. No sólo nos arruinamos nuestra paz interior sino que también generamos infelicidad para el resto de las personas que nos rodea. De ahí la urgencia de conocer estos razonamientos internos que generan emociones negativas tales como tristeza, rabia, resentimiento, envidia, angustia, entre otras.
En Estados Unidos, mi instructor, el célebre filósofo E.D. Cohen, logró identificar estos pensamientos destructores de la felicidad humana: la perspectiva perfeccionista que se queja de todo y de todos; la visión pesimista imagina y razona desde lo malo a lo peor; la tendencia a condenar al resto por sus defectos o a sí mismo; el que repite como loro las ideas ajenas; el que se niega a darse oportunidades en la vida; el que en forma enfermiza se perturba a sí mismo; el que manipula; el que se cree dueño de la verdad; el que sobre-simplifica la realidad; prejuzga y estereotipa a los individuos; el hábito de generalizar o predecir el futuro de un modo poco probable o sin tener evidencia que lo respalde y finalmente el que da explicaciones o emitir juicios causales contrarios a los hechos; afirmaciones sobre el mundo basadas en el miedo; la culpa; la superstición; el pensamiento mágico; el fanatismo u otros motivos anticientíficos son todas formas de generar infelicidad. ¿Entonces, dónde está la felicidad basada en las 40 horas semanales?