La pluma mordaz y efectiva de su creador, el inglés Charlie Brooker, propone un golpe necesario para la mente que empieza a acostumbrarse a lo "normal".
Charlie Brooker es un nombre importante en la televisión inglesa. Comenzó con “Dead set”, realización en la que mezcló un apocalipsis zombie con realitys show tipo "Gran Hermano", a lo que sumó varias series y programas, pero salta a la palestra internacional con una miniserie de seis capítulos dividida en dos temporadas emitidas por Channel 4: “Black mirror”.
Aunque la premisa principal no es muy novedosa -el impacto de la tecnología en el diario vivir- Brooker aquí deja llevar su imaginación a realidades asfixiantes en las que surge la pregunta si estos adelantos -entre televisores, celulares y computadores- realmente ayudan al ser humano.
La trama estira las posibilidades hasta lo máximo, pero el ejercicio es válido e inquietante. Desde el tormentoso caso de un ficticio Primer Ministro hasta cómo será la deshumanización de la sociedad en un futuro bastante cercano, merced a las necesidades humanas y tecnológicas, el reconocido guionista, cómico y director plantea diversas interrogantes frente a un verdadero apocalipsis que puede transmitirse en vivo.
La primera temporada emitida incluye un capítulo impactante. El episodio “The national anthem” parte con el secuestro de la ficticia princesa Susannah. El hecho se divulga rápidamente, el captor sube un video a Youtube y pone como condición para liberar a su famosa rehén que el Primer Ministro tenga sexo con un cerdo en vivo por cadena nacional.
El líder político, interpretado por un magnífico Rory Kinnear, no puede creer lo que ve, mientras sus asesores, miembros del partido, su esposa, los medios de comunicación y toda la sociedad analizan, debaten y -por sobre todo- observan el transcurso de las horas que marca el tiempo dado por el secuestrador como plazo para que se cumpla la sorprendente petición.
Otro episodio -“Fifteen million merits”- plantea que un futuro cercano al año 2050, la sociedad será completamente distinta a la actual. No hay vida parecida a la de hoy, no existe una sociabilización normal, no hay movimiento en la calle, todo es dentro de las paredes de una especie de gigante multinacional en donde los trabajadores se dividen en dos especies.
Por una parte, millones de personas pedalean sin parar en una jornada de trabajo normal sobre unas bicicletas estáticas; y por otra, un puñado de auxiliares de limpieza se dedican a ordenar y recoger lo dejado por los ciclistas.
Las personas que se dedican al primer trabajo no interactúan mayormente entre ellos y sólo se dedican a su labor, pues gracias a ese pedaleo producen energía. Brooker deja ver efímeramente que existen varios puntos en los que se desarrolla la misma labor. Nada más. En plena jornada, solamente ven una serie de programas elaborados por una especie de poder superior que se encuentra en el mismo recinto.
Hay desde bromas pesadas, videojuegos, programas eróticos y un símil de American Idol. Todo bastante hermético eso sí, pero que demuestra la idiotización que permite consumir los productos de la pantalla chica y -a la vez- como éstos logran poder sobre los espectadores. La llamada "caja idiota" cobra acá una nueva dimensión.
El protagonista de la historia es un tal Bing (Daniel Kaluuya), quien es otro de los tantos anónimos ciclistas que despierta de su letargo únicamente porque se enamora. La reflexión es clara en torno al poder de la industria televisiva y como ésta influye en los sueños de las personas. Lo importante de esta serie es saber la premisa, ya que el resto del camino lo hace quien anhela ver el capítulo.
La primera temporada recibió un merecido Emmy a la Mejor Miniserie Internacional.
El impacto causado fue enorme, especialmente en la blogósfera. Los amantes de las series deliraron con estas historias que perfectamente crearon un nuevo género: el thriller psico-tecnológico. El hype generalizado llevó al Channel 4 a dar luz verde a una nueva temporada.
En el capítulo “Be right back”, por ejemplo, se toca la clonación y el dolor que causa la muerte de un ser querido. A Martha (Hayley Atwell) se le muere su pareja y en pleno funeral una amiga le cuenta que existe una especie de programa que te permite chatear con una persona fallecida, solo al darle acceso a los datos de esa persona, como sería por ejemplo el perfil de Facebook y los tuiteos.
De allí, Martha comienza a intimar cada vez más con esta suerte de impostor-amor verdadero. Historia más dramática y lenta que lo normal de la serie, pero que genera una serie de pensamientos en torno a lo que podría llegar la tecnología y si uno, en verdad, está preparado para avances de este tipo.
En otro capítulo, Brooker juega con el impacto de la televisión en la gente y como ésta cae rendida a los pies de todo lo que se muestra y se dice, siendo la mejor muestra la constante aparición de líderes de opinión de la nada. Se trata de una dura crítica al poco arraigo que generan los políticos.
En la historia se aprecia cómo un comediante fracasado logra el éxito con la creación de un mono virtual llamado Waldo, que debido a su verborrea bastante subida de tono, logra generar idolatría en la gente hasta convertirse en candidato a parlamentario por un condado en particular.
La lucha entre el mono animado y el candidato conservador es tan brutal como inverosímil en la vida real. Pero ojo: se adelantó a lo que pasó en Italia, en donde el comediante Beppe Grillo logró un cuarto de los votos en las elecciones generales con su movimiento Cinco Estrellas, usándose como punta de lanza la interacción con la gente por internet.
Si eso ocurre, ¿por qué no alguien como Waldo podría llegar a luchar por algo parecido?
Dilemas, reflexiones y análisis más allá a los medios de comunicación, las redes sociales y el uso de la tecnología nos regala Charlie Brooker. Historias que dentro de todo el aspecto de ficción y espectáculo que tienen, traen además una bocanada de aire fresco y un serio despertar ante muchas de las cosas que hoy vemos como normales.
La pluma mordaz y efectiva de Brooker se hace notar fuerte en "Black mirror". Un golpe necesario para la mente que empieza a acostumbrarse a lo "normal".
Vea también en Revista Cultura y Tendencias
Libro “Palabras mágicas para reencantar la tierra”: contra el olvido del origen