Hoy el líder debe no sólo aplicar los conceptos de buenas relaciones humanas, sino que debe preocuparse de sus dimensiones físicas, energéticas, emocionales y mentales para rendir frutos en todos los ámbitos.
"Los cursos de liderazgo o quienes los enseñan se enfocan en una sola cosa, ser mejores en el ámbito de la empresa, cuando lo importante es adquirir esta herramienta para aplicarla en la vida".
En los más de dos años que llevo como periodista cubriendo temas sobre educación ejecutiva siempre me ha llamado la atención el tema del liderazgo, y más aún cuando hay una gran cantidad de recursos disponibles sobre el tema y un séquito de expertos que se dedican a enseñar, y en especial a quienes ostentan altos cargos, sobre cómo ser un líder, pero uno de los buenos.
Según los expertos, su variantes son diversas. Existe el líder natural, el autocrático, el carismático, el democrático y aquel que da completa autonomía a su equipo. Sin embargo, esos títulos no valen de nada sino se complementan entre sí. Y es más, tampoco se necesitaría tener un cargo para ser un líder ni menos nacer siéndolo, porque todos nacemos líderes, el problema es que no lo desarrollamos y al no hacerlo lo vamos dejando en el olvido.
Hace un tiempo leí “El líder que no tenía cargo” de Robin Sharma, que tal como él lo describe es una fábula sobre el liderazgo en la empresa y en la vida. En sus más de 260 páginas, y a través de un entretenida historia, él explica cómo todos podemos ejercer el liderazgo en el trabajo y en la vida con el fin de mejorar el mundo. Y fue específicamente esta frase la que me quedó dando vueltas. Y es que, en su mayoría, los cursos de liderazgo o quienes los enseñan se enfocan en una sola cosa, ser mejores en el ámbito de la empresa, cuando lo importante es adquirir esta herramienta para aplicarla en la vida.
Y es precisamente en este camino que Sharma plantea los fundamentales del liderazgo donde leer para inspirarse, conectar regularmente con nuestros objetivos, ejercitarse y comer bien, son fundamentales a la hora de querer ser un líder.
En ese entonces, cuando necesitaba saber qué técnica podría reunir todos esos componentes, me encontré con el DeRose, un método de alta performance y calidad de vida que fue sistematizado en la década del 60.
Lo interesante de eso es que no sólo aumenta nuestra eficiencia en todo lo que hacemos, sino que pretende mejorar nuestra relación con los que nos rodea con el fin de ser personas consecuentemente más realizadoras.
Tal y como me comentó, Luiz Furtado, director de la academia DeRoseMethod en Chile, a través de las técnicas el individuo se vuelve más enérgico, fuerte, con mucha vitalidad, aumenta su capacidad de adaptación, que es imprescindible actualmente, incrementa su foco, su habilidad de concentración, iniciativa y acabativa (que es terminar lo que empezó).
Lo interesante es que además de las técnicas, por aplicar los conceptos de buenas relaciones humanas, buena alimentación y otros, el individuo se pone más fluido con su entorno, lo que lo rinde frutos en todos los ámbitos. Es decir, se relaciona mejor con su equipo de trabajo, amigos y familiares, canaliza adecuadamente las emociones, gestiona mejor su propia energía y vigor, genera el condicionamiento de la auto-superación, ser constante, enfocado y realizador.
Esto último es lo que recalca Furtado, quien me dijo que “los líderes de hoy día deben atender sus equipos en un nuevo paradigma, el paradigma de la nueva generación de trabajadores, la generación Y. “Los nuevos talentos no suelen más aceptar trabajar 24/7 sin tener un propósito, y más que eso requieren una forma de que puedan tener calidad de vida desde ahora y no solamente cuando estén jubilados. El fin del trabajo por hora está con sus días contados”.
Asimismo recalca la idea de que la mayoría de los líderes todavía no han entendido el sentido de servir. En otras palabras es ser un facilitador. Y es que el líder debe facilitar el desarrollo de los demás. “Eso va mucho más allá que solamente cobrar, pasa por enseñar, tener paciencia, dar libertad, orientar, mostrar cómo se hace, cambiar conocimientos y visiones con el equipo y por lo tanto no solamente dar órdenes porque es lo que sabe más”, dijo.
De acuerdo al experto, hay una conclusión casi instantánea de esa actuación "libertaria" del líder: ni todos están preparados. “Todavía hay una generación condicionada desde niños a actuar sin iniciativa, sin trabajar duro, sin libertad, que también piensa que los padres o alguien de la familia los podrá sostener ad infinitum. Tal condicionamiento hace con que muchos trabajadores no puedan trabajar en ese estilo. Así que una segunda cualidad de un buen líder es poner bien sus parámetros y expectativas y así seleccionar bien su equipo”.
Bajo esta premisa pude concluir que si un líder no es visto desde todas sus dimensiones, seguiremos estando lejos de tener organizaciones saludables y relaciones humanas que sumen y no resten.
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