La crisis por la remoción del presidente del Banco Central de Argentina oculta algo más importante: un bug permanente de su sistema político.
Un marido muy estricto y convencionalregresa de sorpresa a su hogar y encuentra a su mujer en un amable cuerpo acuerpo con otro hombre en el sillón. ¿Qué hace el marido? Vende el sillón. Estechiste, al parecer ya difundido en el siglo XIX, sirve de imagen para ilustrarlo que Argentina hizo, en la década del 90, como respuesta de dos estallidoshiperinflacionarios (resultado de desmanejos que provenían al menos de los años70): convertir su Banco Central en una caja de conversión.
Se creó una nueva moneda, el peso, y sela ató al dólar por medio de una paridad fija “para siempre”. Pero así como la“venta” del sillón no resolvió los problemas de la pareja, la paridad monetariano acabó con los problemas estructurales de la economía argentina y éstaestalló en 2001-2002.
Algunos sugirieron, entonces, vendertodos los muebles de la casa: dolarizar la economía y que toda la banca operaseoff-shore. Por suerte la pareja recuperó algo la cordura y compró un sillón.Eso sí, le instaló una reja alrededor y, después de algunas vacilaciones, lepasó el candado a un conocido que había sido un ferviente partidario de notener sillón alguno en sus años mozos. Y todo anduvo bien hasta que, ahora,ella le ha pedido la llave a ese conocido de confianza. ¿La razón? Como otrasveces, quiere llevar a un amigo a sentarse al sillón. Nada que provocasealboroto, si no fuera porque esta vez el conocido se la ha negado, porquesospecha que el otro en realidad podría ser un amante.
La remoción por decreto del presidentedel Banco Central de Argentina, Martín Redrado, es el resultado de dosrealidades de orden muy distinto: el hiperpresidencialismo vigente como sistemaadministrativo y el desacuerdo, dentro del sistema político en su conjunto,sobre quién tiene la potestad para determinar el uso de las reservas del BancoCentral, en el marco del sistema legal de emergencia económica vigente. Sólo entercer lugar están las lecturas, inevitablemente teñidas de intereses eideología, sobre si pedirle al organismo rector US$6.569 millones, en vistas acrear un fondo (Fondo Bicentenario) destinado a pagar deuda externa y lograrasí el regreso al mercado de deuda voluntaria a tasas no exorbitantes, es unobjetivo virtuoso, consistente y sostenible de la política económica delgobierno de Cristina Kirchner.
Lamentablemente, en los análisis sobreel porqué de la crisis, los aspectos antes mencionados se entrelazan con ciertaarbitrariedad, lo cual no ayuda a entender el porqué del conflicto.
De manera sucinta los análisis“mezclados” son tres:
*La lectura de la oposición de centro ycentroderecha dice que el gobierno quiere ese dinero a) para evitar uninevitable ajuste del gasto fiscal, habilitando un nuevo endeudamiento externoy así, b) impulsar un fuerte crecimiento de la economía en 2010, por encima desus posibilidades, vía consumo interno con la intención de llegar a 2011 conalguna posibilidad de mantenerse en el poder.
*La lectura de la oposición de izquierdaindica que el gobierno argentino se ha visto obligado a reconocer una deuda quehabía repudiado, producto de la especulación financiera en los 90, lo cual esparte de un sistema que buscaría repetir lo ocurrido en los años 70: financiarcon endeudamiento en países periféricos la salida de la recesión, por medio delas exportaciones de EE.UU. y Europa.
*La lectura de quienes apoyan algobierno aduce que el Banco Central no posee una autonomía absoluta, por locual el Ejecutivo puede desplazar a su titular sin la autorización delParlamento (cuya opinión es “no vinculante”, por lo tanto no obliga al Ejecutivo)si incumple sus funciones, ya que la negativa de Redrado de transferir losfondos se relaciona con su pase a la oposición, la que busca obstruir porcompleto la acción del gobierno. ¿Ejemplo? Antes apoyó en gran parte el pago alFMI usando también reservas, y hoy -siendo la lógica similar- se opone.
¿Qué dice Redrado? “Las reservas son detodos los argentinos y si hay que darles algún destino alternativo al respaldode la moneda, corresponde que el tema pase por el Congreso (…) Yo no provoquéesta situación. Presenté ideas alternativas y positivas al Poder Ejecutivo,pero no fui escuchado”.
En el fondo, detrás del conflicto, seencuentra una falencia institucional muy grave de Argentina, la cual se originaen una realidad sociocultural: los partidos políticos tradicionales handesaparecido. No hay ideologías, no hay programas, no hay solidaridadesgeneracionales, aunque haya grupos muy pequeños con alguna de estascaracterísticas.
A nivel macro, simplemente operan comoalianzas de cacicazgos que se alían para poner en marcha máquinas de acceso y “aferramiento”al poder, sobre la base de intereses circunstanciales o personalistas. Alacceder al control de los gobiernos municipales o federales, sus miembrospueden girar en 180 grados según sus necesidades, en tanto que las“oposiciones” pueden “venderse” también sobre la base de proyectos personales,O, por el contrario, negarse a toda transacción y diálogo en términosabsolutos, impulsando -si las circunstancias lo permiten- la caída anticipadade sus rivales.
La respuesta de quienes están en elpoder, dado este ambiente gelatinoso en que se ocultan no pocos cuchillos dediamante, es cohesionar al grupo gobernante en la obediencia absoluta.Cualquier vacilación o reparo que llegue a tomar estado público supone laremoción inmediata.
El gobierno de Cristina Kirchner hallevado tal actitud al paroxismo, ya que su núcleo más pequeño sí posee unproyecto “duro”. Sin embargo, no cuenta ni con el apoyo por convicción delresto de su partido (peronista), ni ha sabido ganarse a la población. Y ahoraestá en minoría parcial en el Congreso. Así, pese a que Redrado ha sido unfuncionario fiel y eficiente durante seis años (logró contener y derrotarvarios intentos políticamente interesados de corridas cambiarias desde 2008;además de ser un actor fundamental en el fin de una fuga de capitales que seprofetizó como cuasi mortal en 2009), la filtración de sus llamados a lapertinencia de evaluar si el Fondo del Bicentenario podría derivar en efectosnegativos no esperados (como embargos de stakeholders), sellaron su destino.
Si bien ahora habrá una sucesión deesgrima jurídica cruzada para establecer si Cristina Kirchner violó o no la Carta Orgánica del BancoCentral -una discusión interminable sobre la validez de la decisiones deldirectorio, sin la venia de Redrado-, a lo que se unirá un vasto debate sobrelos mejores modos de garantizar la autonomía de la entidad -y a qué objetivosdebe de estar atada tal autonomía-; e, incluso, podríamos vaticinar hasta unaescalada con proyectos en el Congreso que apunten al juicio político de lapresidenta, pero todo ello enmascarará el problema fundamental que la clasepolítica y la élite de Argentina no ha podido resolver: cómo operar lasinstituciones de manera que los actores de la política y la economía no tenganincentivos fuertes para actuar de la forma destructiva como lo hacen hoy: quejándoseairadamente un día del autoritarismo y, al día siguiente, de la anarquía. Másallá del modelo de sillón elegido.