Por Luis Piccolo, vicepresidente de Ventas, Cluster Sur CenturyLink, América Latina.
Probablemente, en la actualidad no haya un concepto más mencionado en el ámbito de las TI que el de “Transformación Digital”. Sin embargo, tras esta denominación general suelen ocultarse algunos aspectos importantes que no debemos perder de vista si queremos, realmente, insertar a nuestras organizaciones en el mundo digital, en donde la velocidad de los cambios no tiene precedentes.
En primer lugar, tenemos que comprender que la Transformación Digital no alude solamente a un concepto tecnológico, sino que es esencialmente una noción relacionada con los negocios. No significa esto que las TI no sean protagónicas, sino más bien que debemos entender, ante todo, que los cambios parten desde la manera de pensar, porque de ahora en adelante ya no hay dogmas inmutables ni dentro de las organizaciones ni fuera de ellas. Hablamos de cambios de paradigmas, tanto en los modelos de negocios como en los mercados, por lo que la obligación de la gerencia apoyada por las TI es detectar en forma oportuna nuevas formas de generar ingresos y agregar valor, sin tener el lastre de barreras conceptuales y culturales que puedan obstaculizar, o hacer más lenta, la transformación.
Si no hay un cambio en la forma de pensar, las compañías seguirán percibiéndose de forma estática, como pertenecientes a un solo mercado, con un modelo definido e invariable, creyéndose partícipes del “mundo real” o del “mundo virtual” por separado, definiéndose como empresas de productos o servicios, de manera excluyente. Por el contrario, los modelos híbridos de negocios se abren paso cada día más, mientras las organizaciones buscan la manera de controlar y hacer más eficiente su cadena de abastecimiento, rompiendo en muchos casos con los moldes de antes, tal como lo hacen hoy las startups. Todo eso puede dilatarse, o verse seriamente obstaculizado, cuando se sigue pensando igual, aunque se tengan las más avanzadas tecnologías disponibles.
De allí que el verdadero motor de la Transformación Digital sea la innovación, en los términos más amplios. Aquí es donde entran verdaderamente en juego las TI, las cuales tienen hoy como objetivo central hacer de la información el eje que conduzca las estrategias de negocios de las empresas, generando experiencias inéditas para los clientes, además de hacer más eficiente el uso de los recursos, a través de la automatización, entre muchas otras posibilidades. Tecnologías como la Inteligencia Artificial (IA), el aprendizaje automático, los servicios basados en la nube y la Internet de las Cosas van configurando un mundo interconectado o, como dicen algunos, un verdadero ecosistema. Adaptarse a los cambios en este ecosistema de negocios significa sobrevivir y, si se es más rápido que el resto, tomar ventaja.
Por ello, las TI son claves para alcanzar la agilidad necesaria en tiempos de cambios veloces. En este caso, hablamos de eliminar barreras culturales por parte de los encargados de TI, como aquella que concibe a las organizaciones como vinculadas a un modelo de TI permanente, con una infraestructura tecnológica invariable y “pesada”, que no es apta para adaptarse a los ciclos del negocio o desplegar rápidamente nuevos servicios. Sabemos lo fundamental que ha sido el Cloud Computing como plataforma que entrega flexibilidad por excelencia, pero también debemos alejarnos del dogmatismo al hablar y adoptar la nube: privada, pública o híbrida no son ya términos excluyentes. Todo puede convivir o transformarse. La virtualización puede extenderse a nuevas áreas. Podemos combinar servicios externos con nuestros centros de datos propios sin sacrificar seguridad. Todo es posible, diverso y cambiante. Y nuestras TI deben estar a la altura para ayudar y no ser un obstáculo.
La gerencia también debe esforzarse por evitar el dogmatismo y la resistencia al cambio por parte de los empleados, lo que significa perder el miedo a impulsar la creatividad para establecer nuevos paradigmas de trabajo, más flexibles, más ágiles, más ubicuos y, sobre todo más colaborativos.
Debemos movilizar a los empleados y comprometerlos con la transformación. Incluso, muchas veces la gerencia deberá reclutar nuevos talentos que tengan un efecto revulsivo que supere, por ejemplo, la tendencia a no compartir conocimiento y habilidades. Es posible incluso que la propia estructura organizacional tradicional deba variarse en forma parcial, hacerse más horizontal o cambiarse radicalmente, para poder lograr los objetivos.
Lo importante ya lo sabemos: con una forma de pensar “análoga”, inflexible y dogmática, será imposible que cualquier empresa tenga la agilidad que los negocios digitales requieren. La flexibilidad es amiga de la innovación, la piedra angular de los negocios basados en la información.