A 40 minutos de Barcelona se encuentra este lugar conocido por su ambiente bohemio y por ser el centro de la subcultura artística. La diversidad de sus planes y la tolerancia de sus habitantes ha hecho de él una de las ciudades preferidas por la comunidad LGBT.
Sitges siempre se ha caracterizado por su tolerancia y la mentalidad abierta de sus habitantes y visitantes. Es un lugar de convivencia donde la diversidad suma y enriquece, donde compartir y entender al otro a las orillas del Mediterráneo se convierte en el plan perfecto para ir con la pareja.
Esta población, que no supera los 30.000 habitantes, parece detenida en el tiempo, con edificios coloniales del siglo XVII que contrastan con el azul del mar, logrando un efecto que suscita tranquilidad, que llama a la meditación. Con sus calles angostas, coloridas y empinadas en las que los balcones con rosas hacen sentir al turista como si a toda hora fuera primavera; el clima ideal.
A Sitges siempre la acompaña el sol. Así que, si una de las reglas para las próximas vacaciones es un destino de playa, pero alejado de la multitud, en el que haya tiempo para dialogar, observar y coquetear, este es el ideal a finales de otoño o invierno. Durante esa época la única preocupación es disfrutar de unas playas vacías y contemplar las preciosas villas del siglo XX del paseo marítimo, mientras caen unos rayos de luz al atardecer.
Algunos de los planes relajados e imperdibles en esta ciudad catalana es un paseo por la Iglesia de San Bartolomé y Santa Tecla. Es el edificio más reconocible del skyline de la ciudad y todo un símbolo de Sitges. Es la iglesia de la postal. A su orilla, son alucinantes los colores de la puesta de sol desde la plaza del Baluard sobre el Paseo de la Ribera. Los amantes del golf pueden disfrutar de 18 hoyos con una bonita vista al mar en el Club Terramar o simplemente tomar un aperitivo en su restaurante – cafetería.
Pero si lo que se está buscando es ruido, fiesta y conocer gente, Sitges se presta para los amantes de la rumba, para quienes disfrutan de la noche. El Carnaval de febrero, el Sitges Gay Pride en verano y la Fiesta Mayor en agosto, son solo algunas de las opciones que hay en un lugar que parece un pequeño reino medieval en medio de la modernidad. Unas vacaciones en pareja en el mar, puede llegar a ser, el recuerdo inolvidable de la relación. Por lo que se hace imprescindible pasar una mañana, una tarde o un día entero en una playa como la de la Fragata o la Terramar para quienes prefieren la privacidad.
En Sitges todos son bienvenidos. Dicen, quienes lo han visitado, que no existe un destino en el mundo más diverso que este. En el que vivir el uno al lado del otro sin que la orientación sexual sea un problema es posible y en el que los planes sean tan variados para mujeres y hombres, grandes y chicos, por igual. Tan así es, que la ciudad ofrece restaurantes, hoteles, bares, tiendas y eventos gayfriendly. Y lo mejor de todo es que se encuentran a cinco minutos caminando el uno del otro.
Pero ser una ciudad donde la diversidad es la norma no sólo hace referencia a su gente y sus planes, también a su gastronomía. Desde comida de mar, como el arroz a la sitgetana (un plato que combina los productos del océano y los de la montaña), hasta el Xató, una ensalada con almendras, avellanas tostadas, tomates maduros, aceitunas y pan.
La visita puede terminar con los recuerdos materiales que se llevan en la maleta. Una buena opción es vivir la experiencia de un día de mercado. Comprar butifarra D’ou, carnes frías, quesos, todo acompañando de un vaso de vino que libera el sentido del olfato y el gusto.