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Sobran jefes, faltan líderes
Jueves, Octubre 19, 2017 - 07:20

Por José Sladkay, gerente de Operaciones de Plaza Logística.

Jefe, etimológicamente, es “el que está a la cabeza”, cabeza que ve, piensa y hace obrar, siempre en beneficio del cuerpo entero. En este sentido, será digno de ser llamado “jefe” aquel que sea capaz de hacer que un grupo participe del ideal que él vive y de conducirlo a su realización superando todos los obstáculos. Es así como  el verdadero jefe se convertirá en… “líder”. No todos los jefes son líderes.

Ser líder no consiste en dar pruebas de vigor, de elocuencia, de audacia o de habilidad. Ser líder tampoco consiste en reunir en torno suyo sentimentales o interesadas adhesiones. Ser líder consiste esencialmente en saber hacer trabajar a los hombres en conjunto; en conocer y utilizar lo mejor de sus habilidades señalándoles el puesto más apropiado, infundiendo en todos el espíritu de solidaridad e interés por el bien común y el objetivo a alcanzar.

De esta forma, líder es el que sabe hacerse obedecer y mandar a la vez; no es el impuesto, sino el que se impone por sí mismo y, sobre todo, quien toma sobre sus hombros la carga de los otros. Existe una señal de distingo para el auténtico líder: su sola presencia es para las personas que él dirige un estímulo para excederse a sí mismos en servicio de los intereses de la organización. Si sustituimos “presencia” por “recuerdo”, entonces estaremos ante la presencia de… grandes líderes.

En este marco es que hay que decir que los líderes son necesarios. Un equipo de trabajo sin líder, resulta ser un cuerpo sin cabeza, rebaño errante a la deriva y a la merced de la primera espantada. En contra de todas las teorías igualitaristas, los hombres sienten la instintiva y natural necesidad de apoyarse en otro que los supera y les da el apoyo, la fuerza y la seguridad requeridas para afrontar las situaciones cotidianas y vencer los desafíos. El líder es el garante del principio de unidad y cohesión que anula la mezquindad de los egoísmos personales, los que únicamente sirven para generar esfuerzos yuxtapuestos que se neutralizan entre sí y edifican torres de Babel.

Hay quienes pretenden justificar el principio de autoridad en un contrato social o en un consentimiento positivo de los socios o integrantes de un grupo. Esto sin dudas es superficial y elude el nudo de la cuestión. Debiendo la acción humana estar unificada y coordinada para que de muchos esfuerzos se componga uno solo, la autoridad es una de las condiciones de la vida del hombre. Tienen su fundamento en la naturaleza de las cosas y, por consiguiente, en Dios, principio de nuestra naturaleza y de nuestro ser, quien ha querido asociar a los hombres para su acción en el mundo: ¡qué grande es entonces la misión del líder!, su autoridad es participación de la autoridad del Creador.

Por otro lado, es interesante entender que el líder no será necesariamente ni el mejor, ni el más fuerte, ni el más inteligente, ni el más aplaudido, ni el que presente en su currículum mayor cantidad de “masters”. Las cualidades técnicas no bastan para ser líder. El auténtico jefe es plenamente consciente de que no tiene la ciencia infusa.... Las mismas decisiones que pueda tomar en el marco de lo prudencial puede que no sean en sí mismas las mejores ni las más atinadas, pero serán dignas de ser acatadas, por el simple hecho de que provienen de él.

Dicho esto, es conveniente sin embargo que el líder pueda ser hombre carácter, de inteligencia mediana al menos, experiencia adquirida, capaz de tomar consejo de otros y deseable imaginación en vistas a evitar la monotonía, lo rutinario y la elección de caminos trillados. En estas cualidades radica entonces la principal “veta” por la que se reconocerá si hay “madera” de líder.

Como contracara del puesto que ocupa, el líder tendrá que considerar su autoridad “como servicio”, y no como un medio para acariciar sus caprichos personales. Mandar nunca resulta un privilegio, sino una carga. Su misión lo domina como una vocación, lo envuelve y le pertenece. Su mandato es un servicio, su equipo de trabajo es el que lo posee. Él es del grupo, trabaja en función del grupo, “se debe” a su equipo, y en la medida en que esté compenetrado, obsesionado por su vocación, consagrado a este servicio, entonces y sólo entonces, será un líder.  

El verdadero jefe siempre es admirado, querido, seguido; es el que es capaz de infundir y crear en cada uno de los de su equipo la disposición para saber sacrificarse por él y por la causa que él representa. A decir verdad, tampoco estará libre de críticas, de suspicacias, de envidias, de “camas”…; pero a la larga, si sabe mantenerse, aprender del error, sobreponerse, si consigue no frustrarse y tender siempre al ideal, supuesto el respaldo de quienes a su vez son su autoridad, conseguirá que el equipo se vaya tamizando y depurando en pos de la permanencia de los que realmente valgan y sean dignos de estar.

¡¡¡Tremenda responsabilidad la del líder!!! Un equipo mediocre podrá animarse y excederse al soplo de un líder de valía. Un equipo excelente podrá enervarse y disociarse si sigue a un jefe mediocre que descorazone sus voluntades y apague sus entusiasmos.

Clave será para su desempeño en el cargo, infundir el espíritu, crear el clima, comunicar el fuego, entusiasmar a su equipo en la consecución del logro que pretende la organización. Y para eso, él es el primero que debe “arder” y estar entusiasmado por los objetivos de la empresa, involucrado en su ser con la vida de la organización, a fin de ser promotor del mismo en los demás, con un alto nivel de convencimiento, porque… el que no está convencido no convence.

Así, su misión principal – entre otras – será la de comunicar el ideal y hacer que “prenda” en los otros. Nada se hace mejor en la vida que lo que se hace con pasión. Los jefes que trabajan simplemente por el afán de ganar dinero y no sienten la pasión del trabajo que les toca honran más el título de caciques, que el de auténticos líderes. Triste realidad a veces se vive en muchas corporaciones en donde sobran jefes y faltan líderes.

Autores

José Sladkay