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Tatuado por un monje budista en Tailandia
Martes, Octubre 3, 2017 - 09:15

He tenido tatuajes desde hace muchos años, pero la historia de este es especial: significa protección frente a los malos espíritus y malas energías.

Mientras viajaba por el norte de Tailandia, conocí un par de viajeros que me habían hablado sobre unos tatuajes bendecidos por monjes budistas y cómo pensaban hacerse uno si tenían la oportunidad.

Al principio me llamó un poco la atención, pero no se me pasó por la cabeza hacerme uno. En ese momento pensaba que era algo sólo para los tailandeses y no para los extranjeros, así que no indagué más sobre el tema y continué con mi viaje por Tailandia.

Cuando llegué a mi hostal en Bangkok, conocí a un hombre que tenía los brazos tatuados con unos símbolos budistas y quise saber más. Me senté a hablar con él y me explicó que en algunos templos, los monjes tatuan a las personas, escogiendo para ellas el diseño y la ubicación en el cuerpo. El monje estudia tu energía y con base en ello te empieza a tatuar.

Esto me pareció fascinante. Empecé a investigar más y encontré un templo a 40 minutos de Bangkok en donde hacen estos tatuajes. El templo se llama Wat Bang Phra y actualmente hay dos monjes tatuando a las personas. Uno los hace con máquina y el otro, con bambú, como se solía hacer antes esta práctica.

En ese momento viajaba a dedo, así que me desperté muy temprano en la mañana y tomé tres distintos vehículos que me llevaron a Wat Bang Phra. Cuando llegué, vi a unas señoras en la entrada del templo con una canasta que tenía velas, incienso y cigarrillos. Para poder hacerme el tatuaje era necesario comprar esta canasta, que costaba US$ 2, y ofrecerla al monje a cambio de su trabajo. ¡Así como lo leen, el tatuaje me costó US$ 2!

Al ingresar al templo, vi una multitud de tailandeses esperando ser tatuados. Mientras llegaba mi turno, vi los diseños que el monje plasmaba en la piel de los demás. Estaba fascinado y también un poco asustado.

Este tipo de tatuajes se llama Sak Yant y una de sus particularidades es que el monje escoge el diseño y dónde ponerlo. Así que estaba nervioso al no saber qué iba a recibir.

Cuando llegó mi turno, me arrodillé y le ofrecí la canasta. Dos personas me voltearon y pusieron de espaldas al monje. Pasó sus manos por mi espalda y cuello, sintió la energía, prendió un cigarrillo y empezó a tatuarme. Fue mi primera vez tatuándome con bambú y, la verdad, me dolió más que las máquinas normales.

El monje tardó treinta minutos punzando con la aguja constantemente por mi espalda. Mil cosas pasaban por mi cabeza en ese momento. Estaba nervioso por las condiciones sanitarias, por el diseño y por la calidad del tatuaje. Nadie hablaba inglés, así que no sabía nada de lo que pasaba en mi espalda.

Cuando el monje terminó su trabajo, sopló lentamente sobre el tatuaje, dijo unas palabras en tailandés y me dio dos palmadas, dejándome ir. Ansioso por ver mi nuevo tatuaje, fui a un espejo y lo vi. Me encantó. Cada tatuaje tiene un significado diferente. El mío es un tatuaje de protección frente a los malos espíritus y malas energías.

Se dice que esta práctica comenzó hace más de 2.000 años, cuando tatuaban a los guerreros con oraciones budistas para protegerlos del mal y darles buena suerte durante sus batallas. En la actualidad, estos monjes tatuan alrededor de cincuenta personas al día y las donaciones que reciben son para mantener el templo en buen estado. Esta fue sin duda una de mis experiencias favoritas en mi primera visita a Tailandia.

Autores

Felipe Villegas Múnera/ El Espectador