Por Gabriel Rovayo, director general IDE Business School y presidente de Roadmak Solutions.
Imaginemos un día usual de trabajo: nos levantamos, revisamos el correo electrónico en el teléfono por si hay algo urgente y, luego de una ducha, desayunamos y llegamos a la oficina a revisar los periódicos en su versión online, desde el computador. Después, atendemos una videocoferencia y tomamos nota desde una tableta electrónica mientras chateamos con algún colega de trabajo. Todo esto intercalado por unas 25 veces en que vemos qué cuenta la gente en Facebook.
Ahora, imaginemos un día offline. Ni correo electrónico, ni diarios en línea ni videoconferencias. Cero chats, cero aplicaciones. Sin Skype, sin Facebook, sin Twitter. Silencio electrónico. ¡Qué alivio!, dirían algunos. Pero otros, muchos, diríamos: ¡SOS, necesito internet urgenteeeeee! Si usted se identifica con este segundo grupo ¡bienvenido al club del Tecnoestrés!
Un estudio de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) asegura que en los países industrializados, la rápida adopción de nuevas tecnologías y la agresividad en la competencia están aumentando los casos de depresión y estrés. Por ejemplo, tres de cada 10 trabajadores ingleses se confiesan afectados por las exigencias de la productividad. De ahí que los psicólogos estadounidenses Larry Rosen y Michelle Weilse acuñaron el término tecnoestrés para referirse a la tensión, ansiedad, malestar y dependencia derivados del uso de dispositivos electrónicos.
¿Cree usted que está libre de este mal? Le invito a aplicarse estas sencillas preguntas para salir de dudas: ¿Cuántas veces al día revisa su correo electrónico en el teléfono celular? ¿Qué hace si se da cuenta de que salió de casa sin el móvil y ya lleva más de medio camino? ¿Cómo reacciona si alguno de sus colegas o empleados no responden a uno de sus e-mails inmediatamente?
Si es usted de aquellos que chequean sus e-mails desde el teléfono más de 20 veces al día o si es capaz de regresarse a casa a recoger su celular aunque llevaba media hora de camino o si es de los jefes que cree que debe recibir una respuesta de sus colaboradores en domingo o un miércoles a las 02:00 am… ¡prenda las alertas, el mal está rondando! Si a esto se suma que sus amigos le piden que deje de chatear mientras está con ellos… el asunto es serio. Y si prefiere usar su teléfono que conversar con su esposa o sus hijos, lamento comunicarle que es una presa más del tecnoestrés.
Como bien dice el adagio, las nuevas tecnologías están alejando a la gente que está cerca y están acercando a la gente que está lejos, pero, ¿a qué precio? Este mal tiene varios síntomas, al menos ocho de ellos, son claramente identificables: están la ansiedad por tener dispositivos tecnológicos de punta, sobreidentificación con la tecnología, síndrome de las ventanas (multitasking), alteraciones de concentración y memoria, percepción acelerada del tiempo y deseo de perfección, acortamiento del períodos de gestación de ideas, aislamiento social, dependencia de la tecnología
La revista española de medicina y salud MedSpain identifica tres fases en este proceso: reacción de alarma, estado de resistencia y fase de agotamiento. Durante la reacción de alarma, el organismo se siente amenazado por las circunstancias, se altera fisiológicamente y activa una serie de glándulas, que aumentan significativamente la secreción de adrenalina. Mientras se encuentra en el estado de resistencia, la perona siguie sometida a la amenaza e intenta adaptarse a esas demandas por períodos prolongados, empieza a sentir que sus capacidades de respuesta disminuyen. Y durante la fase de agotamiento existe una disminución progresiva del organismo frente a una situación de estrés prolongado conduce a un estado de agotamiento tal que las capacidades de adaptación e interrelación del sujeto con el medio se reducen al mínimo.
Pero ¡no se estrese! No es necesario llegar a este punto. La tecnología no es ni buena ni mala, es solo es un medio y somos nosotros quienes dotamos a estea herramienta de utilidad, objetivo y contenido. Por eso, le recomiendo estos sencillos tips que le pueden ayudar a estar a salvo. Lo primero es alejar a la tentación, que implica no dormir con su teléfono ni con su tableta electrónica junto a la cama para evitar la tentación de revisar sus e-mails durante sus horas de insomnio. A su vez, sométase a una disciplina, para lo que es preferible que se comprometa a apagar o a bajar el volumen de su teléfono a una hora fija al día y, a partir de ese momento, no revise más veces sus e-mails hasta el día siguiente. Y tómese una break digital, para ello es importante que escoja un día a la semana para disfrutar de actividades 100% off line (deporte, compras, paseos, etc.) y respete esos tiempos cabalmente.
La palabra clave es el equilibrio. El tecnoestrés puede alterar su salud laboral y su tranquilidad personal. No es una moda ni un esnobismo. Es una realidad cuyo verdadero trasfondo es la soledad, que se esconde detrás de la máscara del perfeccionismo, de la responsabilidad en el trabajo, de las urgencias o de la eficiencia, pero lo que subyace es una necesidad imperante de afecto y atención.
Y… si luego de leer este artículo ya está pensando en recomendarlo por e-mail, Facebook o Twitter, adelante, ¡hágalo, se lo agradezco, pero después quizás sea hora de hacer shut down!