Algunos profesores de filosofía se animan a desmenuzar este controvertido concepto, que se desea y manifiesta como poder y dinero, pero que también se reniega como una expresión de banalidad.
Probablemente si en una entrevista de trabajo le preguntan ¿qué es para usted el éxito?" responderá como Aristóteles, el filósofo griego que definió esta palabra como "alcanzar la felicidad" en un contexto de integridad y armonía vital, obviando la respuesta que daría probablemente a su psicólogo personal frente a la misma pregunta, sin saber definir exactamente qué es, pero sabiendo que se siente como una sensación eufórica de triunfo muy difícil de explicar sin haberla vivido.
Para resolver qué diantres es el éxito -el que se define en unas de sus acepciones por la Real Academia Española (RAE) como “resultado feliz de un negocio” y “buena aceptación que tiene alguien o algo”- consultamos a distintos profesores de filosofía, quienes entre extrañados por la llamada de un medio de management y complacidos, nos confiaron sus conceptos.
Para Zenón de Paz, de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, de Perú, el concepto de "éxito" en la sociedad moderna se ha tergiversado a tal punto que lo único que importa para obtener ese reconocimiento es el valor de cambio que conlleva. “La palabra éxito está cargada de connotaciones que remiten a ese mundo, a la búsqueda la eficacia, al mayor rendimiento posible en el uso de recursos”, señala de Paz.
La sociedad moderna, según el filósofo, "tiende a convertirlo todo en recursos, empezando por la naturaleza y llegando a propio hombre, que está destinado a ser concebido como un 'recurso humano', y hasta el propio tiempo, que antes era un misterio, pasa a ser el recurso más importante. En ese marco se adscribe el cultivo o la mistificación del éxito”.
La palabra éxito, que proviene del latín “exĭtus", salida, significa para Diego Letzen, director de la facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Córdoba, Argentina, “un fin positivo, el vencimiento de la adversidad, una culminación”.
"Muchas empresas humanas especialmente aquellas signadas por el cansancio, el sudor o el dinero, se orientan casi exclusivamente al éxito, se miden con esa vara: dan buenos resultados, ganancias”. Así, en el contexto de la sociedad moderna, "se dice que una persona tiene éxito cuando alcanza posiciones que son ventajosas respecto de otras, que la hacen admirables o envidiables", dice Letzen, quien aborda el pensamiento filosófico desde la lingüistica.
Sin embargo, para Santiago Orrego, profesor de antropología filosófica de la Pontificia Universidad Católica de Chile, la concepción del éxito es distinta. “Creemos que la persona que tiene éxito es quien alcanza lo que se propone”, señala. Sin embargo, asegura que "no todos lo que alcanzan lo que se proponen van a ser exitosos".
Esta aparente inconsistencia se explica, según Orrego porque “en general las personas exitosas miran su vida con cierta satisfacción, pero el éxito tiene que ver también con saber medir los propios deseos, al menos en lo que se refiere a los logros humanos y profesionales. Una persona que se ha puesto objetivos mediocres no puede ser exitosa. Si consigues lo que te proponías, y después te das cuenta que no eres feliz, entonces nunca fuiste exitoso. No se puede ser exitoso si no se es feliz”.
Dinero, poder o reconocimiento
En el management y los negocios se busca el éxito en términos de productividad. "El valor de uso del éxito es subjetivo, pero el valor de cambio es cuantitativo -indica Zenón de Paz- pues, cuando en el management se habla del hombre de éxito, se refiere al hombre que produce al mayor valor de cambio”.
Según de Paz, esto invierte totalmente lo que para todas las otras culturas y formas de vida no modernas ha sido el éxito, que es "la vida de verdad, la que no tiene que ver con las cosas, sino con el reconocimiento de nuestros semejantes. Aunque, a decir verdad, quien se entrega a acumular valor de cambio, dinero, en el fondo está buscando reconocimiento también", señala.
El dinero, sin embargo, tal como los economistas clásicos lo han demostrado, es la acumulación del trabajo humano. “Entonces -advierte- es un instrumento que concentra potencialidades humanas. Y eso tiende a envolver a la gente. Ya desde las antiguas tragedias griegas que aparece el poder como un elemento que hace perder la cabeza”.
Vivir con poder y dinero, para De Paz, es vivir como los ricos y famosos de Beverly Hills, una imagen que condensa el fetichismo, donde las cosas terminan reemplazando el reconocimiento y el afecto. "El American Way of Life se conviernte en un ideal de vida irrealizable matemáticamente. Basta con calcular cuántas personas en el mundo quisieran cumplir ese ideal. Es una promesa falaz", indica.
Para Orrego el éxito y el reconocimiento corren por carriles distintos. “Una persona podría ser exitosa en términos profesionales, pero un fracasado en otros ámbitos. Puede tener gran reconocimiento, pero, sin embargo, no haber tenido cultivo del ser y la cultura, ni desarrollo de la afectividad. ¿Valió la pena tanto estudio, tanto trabajo y tanto ajeteo si es que finalmente perdí lo que más me interesaba?”, reflexiona.
En cambio, para De Paz el reconocimiento que se busca en las demás personas es uno de los móviles fundamental de la vida. Sin embargo, este reconocimiento puede adquirir diferentes formas. “Puede que se trate de la acumulación de poder o de bienes, sin embargo esas guías pueden ser peligrosas, pues se puede convertir a los demás en medios para los propósitos individuales, y en ese caso, la búsqueda de reconocimiento termina siendo pervertida”, señala.
Para Orrego, muchas veces querer alcanzar una posición de privilegio o de reconocimiento, lleva a algunos a tener conductas poco nobles. "El deseo de sobresalir y tener prominencia por sobre otros, lleva a las personas a la deslealtad y deshonestidad a veces muy fuertes", asegura.
"Es tal la reiteración que se da el asimilar éxito a fama -aparecer en los medios- que se da por característica de éste el tener notoriedad, visibilidad y posición de privilegio", dice Orrego, quien observa en esta actitud a un ser humano que tiene una necesidad de amor propio demasiado alta. "Aparecer en un medio de comunicación, un memorándum o la firma de un negocio, es algo así como un sustituto para la propia inmortalidad, expandir la visibilidad del propio nombre", dice Orrego.
Un aserto que se contrapone a la concepción del reconocido cineasta Woody Allen, quien señaló que "el 80% del éxito es decirlo".
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