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Tu próxima lluvia de ideas debería comenzar con una anécdota vergonzosa
Martes, Abril 28, 2020 - 13:17

Académicos de las universidades de Kellogg, Harvard y Cornell, investigaron cómo la verguenza puede despertar la creatividad.

Todos hemos pasado momentos embarazosos en el trabajo, desde terminar la gran presentación para luego descubrir que tenemos restos de espinaca entre los dientes, hasta pensar que tenemos el micrófono silenciado en una audioconferencia solo para darnos cuenta (después de unos cuantos mordaces comentarios) de que no.

Sin embargo, una nueva investigación de la Kellogg School of Management demuestra que esos momentos de apuro pueden tener un poder oculto. La vergüenza, según el estudio, puede de hecho actuar de estímulo para aumentar la creatividad. Los participantes del estudio que iniciaron una lluvia de ideas relatando un momento embarazoso generaron un mayor número y una gama más amplia de ideas que los que compartieron el recuerdo de un momento que los llenó de orgullo.

Las anécdotas que hacen morir de vergüenza parecen eliminar la barrera de la autocensura.

"Cuando se celebra una sesión de lluvia de ideas, la esperanza es que la gente proponga toda suerte de ideas, sin temor a ningún tipo de juicio o evaluación", dice Leigh Thompson, profesora de Administración y Organizaciones en la Kellogg y autora de Creativity Conspiracy: The New Rules of Breakthrough Collaboration (Conspiración creativa: las nuevas reglas de la colaboración innovadora).

Conseguir que la gente baje la guardia no es nada fácil, dice Thompson. Así que la idea de que compartir un episodio embarazoso puede desatar el genio creativo de un equipo puede ser atractiva para los directivos.

"Cualquier solución que encontremos tendrá un impacto directo en los resultados del negocio y ayudará a los equipos a ser más productivos", dice Thompson.

Cómo (no) aumentar la creatividad en los grupos

Entre sus labores de consultoría, Thompson a menudo facilita retiros corporativos, en los que pudo observar que los organizadores a veces incitan a los asistentes a hacer ejercicios para romper el hielo.

Con frecuencia, estos consisten en recordar triunfos y logros. Brindar estas oportunidades de vanagloriarse tal vez tenga como objetivo aumentar la confianza de los asistentes en sí mismos; después de todo, la gente prefiere destacar sus logros y minimizar sus defectos. Pero Thompson observó que a menudo esta práctica más bien producía el efecto contrario. Más tarde, "cuando yo quería que participaran en una sesión de lluvia de ideas, tendían a autocensurarse, porque acababan de oír hablar de tantos grandes logros", dice. Thompson sospechaba que el orgullo de los participantes era lo que estaba obstaculizando su capacidad de pensar de manera innovadora.

Lo que suscitaba la pregunta: ¿podría haber otra emoción que sirviese para promover la innovación? Por último, Thompson y sus colaboradores, Elizabeth Ruth Wilson de la Universidad de Harvard y Brian J. Lucas de la Universidad de Cornell, decidieron que podría ser la vergüenza.

En cierto modo, la vergüenza es una elección sorprendente: después de todo, tendemos a asociarla con la incompetencia y la torpeza, características muy poco estimulantes. Pero en investigaciones anteriores sobre la creatividad se ha observado que el miedo a la vergüenza —a ser calificado de torpe e incompetente— es lo que inhibe la generación de ideas, más bien que la vergüenza en sí. Los investigadores sospechaban que si los participantes ventilaban sus historias vergonzosas, se les quitaría la sensación de que estaban a punto de ser juzgados y esto los animaría a dejar de censurarse a sí mismos.

Para evaluar esta hipótesis, idearon dos experimentos, uno para estudiar la creatividad de los participantes cuando realizaban lluvias de ideas solos, y otro cuando lo hacían formando parte de un grupo.

¿Puede la vergüenza aumentar la creatividad?

En el primer estudio, a 111 participantes en línea se les dijo que realizarían una tarea de generación de ideas, pero que primero necesitaban hacer un ejercicio de 'calentamiento'. A unos se les pidió que proporcionaran por escrito un relato de la metedura de pata más vergonzosa que hubieran cometido en los últimos seis meses, mientras que a los otros se les pidió que describieran algún logro en los últimos seis meses del que se sintieran orgullosos.

A continuación, los participantes se dedicaron durante cinco minutos a inventar la mayor cantidad posible de usos insólitos para un sujetapapeles. Los investigadores evaluaron sus respuestas basándose en dos criterios comunes para medir la creatividad: el volumen de ideas generadas y la variedad de esas ideas.

Los participantes que habían contado una anécdota embarazosa generaron un número significativamente mayor de ideas que los que describieron un momento de orgullo. También generaron más ideas en distintas categorías, tales como el uso de los sujetapapeles como aretes (joyería), anclajes para tomates (jardinería) y palitos de cóctel no convencionales (utensilios).

Los investigadores también estudiaron un grupo de control cuyos participantes tuvieron que describir su viaje al trabajo antes de realizar la tarea relacionada con los sujetapapeles. Los resultados de este grupo no difirieron de los del grupo del orgullo, lo que sugiere que la vergüenza fue lo que hizo que los participantes fueran más creativos de lo normal.

La vergüenza aumenta la cantidad y la diversidad de las ideas

A continuación, Thompson y sus colegas se preguntaron: las historias embarazosas ¿podrían también estimular la creatividad de los equipos? Después de todo, en muchos contextos empresariales las lluvias de ideas se suelen realizar en equipo.

Sin embargo, hay investigaciones que han demostrado que los equipos son menos creativos que las personas, lo que aumenta aún más la utilidad de las estrategias de intervención eficaces en situaciones de grupo.

El segundo experimento se hizo con 93 gerentes inscritos en un programa universitario de formación de ejecutivos. Los investigadores los dividieron al azar en equipos de tres personas, con instrucciones para que la mitad compartiera un momento embarazoso acaecido en los últimos seis meses y la otra mitad, un momento de orgullo.

Entre los grupos que hablaron de historias vergonzosas, "con frecuencia se planteaba la cuestión de quién sería el primero", dice Thompson. Por último, una persona contaba una historia e inevitablemente se producía lo que yo llamo una risa comunal. No se ríen de la persona. Se ríen y dicen: "'Dios mío, yo he
hecho más o menos lo mismo'; o 'me identifico contigo'".

Terminado el ejercicio para romper el hielo, se pidió a los grupos que inventaran usos desacostumbrados para una caja de cartón. Los resultados fueron claros: los equipos que compartieron historias embarazosas generaron un 26 % más de ideas que los grupos que compartieron historias de orgullo.

"Uno de los grandes hallazgos de la bibliografía sobre la creatividad y la innovación es que lo ideal es contar con muchas ideas con las que poder jugar", dice Thompson. "Si un grupo tiene casi un 30 % más de ideas que otro, sencillamente tiene mucha más leña para alimentar el fuego".

Los equipos que intercambiaron historias embarazosas también generaron una gama más amplia de ideas, que abarcaron un 15 % más de categorías. Una manera nada convencional de romper el hielo para generar una lluvia de ideas. No se sabe con precisión por qué el hecho de contar historias embarazosas redunda en a una mayor producción de ideas. La hipótesis de los investigadores es que tal vez reduzca el temor de enfrentarse a futuras situaciones embarazosas y que de esta manera promueva el rendimiento. Pero también es posible que los demás en el grupo sientan más simpatía por quienes revelan sus defectos y esto produzca más confianza y un mejor rendimiento.

Cualquiera que sea la razón, el hallazgo podría ayudar a los gerentes a estimular la creatividad de sus equipos. Esto es particularmente necesario a medida que más y más organizaciones adoptan la forma de pensar de los diseñadores, lo que exige que todo el mundo se sienta cómodo aportando nuevas ideas.

Thompson recomienda que los directivos consideren comenzar sus sesiones de generación de ideas con el ejercicio de la anécdota embarazosa. Esto no solo promueve la generación de ideas, sino que capta inmediatamente la atención de los participantes. "Automáticamente, la gente empieza a escuchar y a interesarse cada vez más", dice. "Hay una imperiosa necesidad de permitir que [el narrador] termine, porque las historias humanas nunca son aburridas". Pero, para sacar el máximo provecho del ejercicio, es importante que la gente comparta sus historias recientes, para que no piensen para sí mismos: "Bueno, pero ahora soy una persona distinta", dice Thompson.

Desde luego, el ejercicio no es idóneo para todas las situaciones. Si un equipo está ejecutando una misión táctica, como puede ser la elaboración de un informe financiero, o de resolución de problemas, como un control de daños, no es el momento de sacar a relucir historias embarazosas, señala Thompson.

"Los líderes más eficaces y los equipos y las empresas más efectivos son en realidad los que saben ejecutar distintos tipos de jugadas según la naturaleza del reto" dice.

Pero cuando llega el momento de promover la creatividad y la innovación y los empleados comienzan a compartir sus anécdotas, los gerentes deben corresponder de la misma manera. "Si alguien se pone en evidencia a sí mismo hablando de un episodio embarazoso, es preciso brindarle", dice Thompson. "Basta con decir: 'Ah, pues yo también tengo una historia que contarte'".

**Previamente publicado en Kellogg Insight. Reproducido con la autorización de Kellogg School of Management**

Autores

Kellogg Insight