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Turismo comunitario profundiza un tipo de viaje distinto en Ecuador
Domingo, Enero 25, 2015 - 11:07

Zona de Saraguro permite al visitante no sólo alojar en habitaciones de los propios comuneros, sino que también compartir su vida sembrando, recorriendo bosques o aprender artesanías.

El turismo comunitario, practicado por varias comunidades indígenas de Ecuador, une al visitante extranjero con la energía cósmica del sol y de los Andes, en un torrente de naturaleza fresca y sabiduría milenaria.

Saraguro, en la provincia de Loja, en el sur andino de Ecuador, es un ejemplo de cómo la vida cotidiana puede fomentar el turismo para visitantes que quieran alcanzar una armonía con los elementos de la naturaleza.

Enclavada en un pequeño valle de la provincia de Loja, Saraguro es el territorio de la comunidad indígena del mismo nombre, gente emprendedora que ha visto en el turismo una posibilidad de mostrar al mundo su riqueza cultural y natural.

El visitante, sobre todo extranjero, puede pasar semanas alojado en habitaciones adecuadas en las casas de los propios comuneros, pero también puede compartir la vida de sus anfitriones.

Labrar y cosechar los productos de la tierra, recorrer bosques, aprender el arte de la elaboración de artesanías, conocer las cascadas sagradas de la comunidad Saraguro forman parte, entre otras, de la oferta de turismo comunitario que presenta esta región.

Con un clima templado durante casi todo el año, Saraguro, que cuenta con unos 30.000 habitantes, también ofrece una variada gastronomía que conjuga el sabor y la calidad de los productos totalmente orgánicos.

María Juana Cartucho, dirigente de la Asociación de Turismo Comunitario de Saraguro, sabe que esa conexión del hombre con la energía cósmica del sol se logra mejor durante los períodos de solsticio, tanto en verano (21 de junio) como en invierno (21 de diciembre).

Esas fechas son también motivo de fiesta para los pueblos andinos de Suramérica, porque marcan el inicio de las cosechas y la siembra, momentos especiales para la comunión con la Mama Pacha (Madre Tierra, en quichua).

Por ello, los pueblos andinos, según su cosmovisión, viven esas épocas del año como verdaderas fiestas (raimy) y ocasiones para tener una mayor cercanía con los saberes ancestrales.

En el solsticio de invierno, el 21 de diciembre, Saraguro celebra el Capac Raimy, una fiesta en la que también se promueve el cambio de dirigentes de las comunidades.

Un baño en las gélidas cascadas sagradas de la comunidad y una "limpia" chamánica generan ese acercamiento de los líderes con la cosmovisión andina, asegura Cartucho al destacar que también permite al visitante encontrar el lazo de "convivencia" con la comunidad.


Para la ocasión, la vestimenta es fundamental y por eso los visitantes tienen un paso obligado por el taller de Francisco Sarango, un artesano indígena que goza de fama por elaborar los mejores de los pintorescos sombreros que usan los indígenas.

Elaborados con lana de oveja o franela, estos sombreros son particulares de esta parte de la sierra andina, blancos con manchas negras y que identifican a los saraguros.

El proceso es complicado, empieza desde el momento de escoger la materia prima, la lana de las ovejas, para proseguir con otros procedimientos para suavizarla, darle forma y finalmente usarla en la elaboración. Algunos de ellos han ido al exterior, acepta con orgullo el artesano.

Los ponchos y tejidos son otra de las actividades que los turistas están invitados a aprender. Mama María (madre María) es una anciana que desde siempre ha trabajado en la hilatura y en su casa, junto a su familia, maneja un taller donde la habilidad y el conocimiento son la base de su trabajo.

Desde la elaboración de los hilos de lana hasta la fabricación de tapices pasan por la supervisión de Mama María, que aprendió también las técnicas de la tintura con colorantes naturales extraídos de plantas andinas.

María Delfina es otra de las dirigentes indígenas que forman parte de la Asociación de Turismo Comunitario de Saraguro, que cuenta con el apoyo del Programa "Viaja primero Ecuador", del Ministerio de Turismo. Su pequeña casa rodeada de árboles y flores, tiene un par de habitaciones para alojar visitantes.

"El turista se va de aquí feliz y muchas veces hay lágrimas", porque es dura la partida de alguien con quien "se ha creado un vínculo", sostuvo María Delfina, que viste con orgullo la indumentaria indígena, que también muchos extranjeros lucen cuando encuentran la conexión con su cultura.

 

Autores

EFE/ LifeStyle