La acraflavina es un antiséptico que cayó en desuso cuando se popularizó la penicilina. Ahora puede que tenga nuevas aplicaciones.
Pablo G. Bejerano, Think Big. La resistencia bacteriana es uno de los problemas de salud que más preocupa a los expertos de este campo. Se calcula que ya hoy en día está provocando la muerte de unas 700.000 personas al año. Pero lo cierto es que la tendencia va en aumento y se prevé que para el año 2050 sean 10 millones de muertes las que se atribuyen a la resistencia que las bacterias están adquiriendo a nuestros medicamentos.
Un trabajo de un equipo de científicos del Hudson Institute of Medical Research, en las afueras de Melbourne, en Australia, ha llevado a cabo ciertos descubrimientos que podrían representar una vía para solucionar la resistencia bacteriana. Se trata de una serie de experimentos con el antiséptico acraflavina, que se usó desde principios del siglo XX hasta que se popularizó la penicilina (algo que no ocurrió hasta la década de los años 40, aunque el antibiótico se hubiera descubierto en 1928).
En la Primera Guerra Mundial la acraflavina fue uno de los recursos médicos que se utilizó para curar a los heridos del frente. Se empleaba para evitar que las heridas se infectaran y, ya terminada la contienda, se siguió usando en hospitales y a nivel doméstico para tratar ciertas infecciones.
La efectividad de la penicilina, sin embargo, copó por completo el sector médico en cuanto se inventó un método para producirla en masa. Así, la acraflavina quedó relegada. Pero los científicos del Hudson Institute of Medical Research han comprobado que puede salvar una barrera con la que se están topando los antibióticos derivados de la penicilina.
Los investigadores observaron la evolución de un resfriado común en células humanas y descubrieron que las que se habían tratado con acraflavina ofrecieron una respuesta inmunológica más rápida. El virus se expandía más despacio entre ellas. Y es que el antiséptico se enlaza con el ADN de las células para activar la acción del sistema inmunológico, mientras que hace lo propio con el ADN del virus para frenar su expansión.
Por el momento los científicos lo han probado solamente con virus, pero aseguran que por su forma de actuar probablemente su acción se reproduzca al combatir una infección provocada por bacterias. Y sortearía la resistencia bacteriana a los antibióticos porque su funcionamiento no tiene que ver con el de la penicilina.
La acraflavina sobre todo estimula el sistema inmunológico, en lugar de favorecer la eliminación de la bacteria, con lo que es menos probable que se produzcan mutaciones del microorganismo.