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Un cerebro a la vez: los riesgos del 'multitasking'
Miércoles, Diciembre 2, 2015 - 07:46

Hacer varias cosas al tiempo y desviar la atención hacia distractores no sólo entorpece los procesos de aprendizaje sino que gasta recursos que le impiden al cerebro cumplir otras funciones.

Al ritmo del mundo de hoy hacemos varias cosas a la vez. En la universidad o en el trabajo, los quehaceres se mezclan con lo que nos rodea, y es así como, mientras estamos leyendo un libro o estudiando para un examen, llegan mensajes al celular, suena música de fondo o aparece cualquier elemento de distracción que de alguna manera entorpece el proceso de aprendizaje.

En un artículo publicado en el periódico británico The Guardian, el neurocientífico estadounidense Daniel J. Levitin se pregunta cómo hace la gente cuando tiene tanta información alrededor y, a la vez, tantas cosas por hacer. La respuesta es bastante sencilla: se vuelven multitareas.

¿Es bueno o malo? Levitin expone por qué esta particular forma de hacer las cosas —por la que muchos se sienten superiores a otros— no sería tan recomendable y cita algunos estudios que abordan los inconvenientes del multitasking, como el de Earl Miller, del Instituto Tecnológico de Massachussets (MIT), en el que se afirma que éste no sirve sencillamente porque el cerebro no funciona de esa forma, o el de Russ Poldrack, de la Universidad de Stanford, en el que se dice que tratar de adquirir información nueva mientras se realizan otras actividades hace que este conocimiento termine en la parte equivocada del cerebro.

Además, explica Levitin, alternar tareas activa el consumo de la glucosa necesaria para que las neuronas funcionen de una manera óptima. Como quien dice, no sólo no se está adquiriendo un nuevo conocimiento correctamente sino que se están agotando los recursos para que el cerebro funcione para otras cosas.

Con el fin de evitar que los factores distractores, la mayoría relacionados con la tecnología, las redes sociales y la acumulación de tareas, se conviertan en una barrera para un aprendizaje efectivo, este científico da tres consejos.

El primero, la realización de actividades saludables durante los tiempos de pausa, que permitan un “reinicio del cerebro”. Por ejemplo, leer, salir a caminar, hacer un poco de ejercicio o adoptar el método de trabajo del pomodoro, muy utilizado en el teletrabajo, que consiste en ejercer la actividad laboral o de estudio durante 25 minutos —con mucha concentración— y tomar un breve descanso de cinco minutos o, incluso, dos horas de trabajo continuo seguidas de recesos de 15 minutos.

La segunda recomendación es crear un período de desconexión que podría ir desde cerrar el navegador hasta tomar la drástica decisión de apagar el router de internet, con el fin de que ni las notificaciones de Facebook, los anuncios de un nuevo episodio de la serie favorita o un video en Youtube sean tentaciones para dejar a un lado lo que se está haciendo.

Finalmente la apuesta es por el autocontrol. Es decir, autorregularse para que las redes sociales, por ejemplo, no impongan cómo gastar el tiempo. Sin embargo, desde otra perspectiva, todas las tecnologías que distraen también se podrían convertir en aliados del aprendizaje si se implementan de una manera pedagógica en los espacios de estudio.

Al respecto, Hugo Rozo García, docente del Centro de Tecnologías para la Academia de la Universidad de la Sabana —una unidad que trata de incorporar ayudas tecnológicas a la educación—, explica que las redes sociales y la internet son armas efectivas para que el profesor y el estudiante que ha nacido en un mundo digital tengan una mejor comunicación.

“Hoy es más efectivo un mensaje de los profesores a través de un grupo de Facebook que por correo electrónico. Hay una ventaja porque el alumno, por lo general, siempre está conectado”, señala.

Para Rozo, no se trata de prohibir o de intentar sacar a los jóvenes de herramientas como las redes sociales, sino más bien de incluirlas en sus rutinas de estudio desde la pedagogía. De hecho, una investigación reciente de la misma universidad encontró que el 12% de los jóvenes que utilizan internet lo hacen con fines académicos, por encima de conocer personas (3%) o ver pornografía (2%). Una cifra para nada despreciable si se tiene en cuenta que el 45% lo hace para hablar con amigos.

En ese sentido se empiezan a encaminar algunas políticas académicas, como formar estudiantes en competencias digitales que conozcan la forma idónea de informarse o de identificar contenidos falsos en la red o que provengan de fuentes no confiables. “Hay muchos métodos de aprendizaje y el docente tiene un abanico de opciones y herramientas para enseñar. El mejor lugar para estudiar, que es la biblioteca, también está cambiando y ya no es el mismo espacio silencioso. Se aprende en diálogo y colaboración”, concluye Rozo.

Aunque la cantidad de distractores aumenta casi de manera exponencial, el llamado a los estudiantes es a la regulación y a decidir de forma autónoma en qué momento se hace uso de las herramientas digitales para evitar ser máquinas recargadas, no sólo de obligaciones, sino de tareas que son, en muchas ocasiones, autoimpuestas e innecesarias.

Autores

ELESPECTADOR.COM