El modelo de asistencia de ASSE en el campo es muy distinto al de las ciudades; los especialistas visitan a las familias y conocen sus historias.
Ya trabajó toda la mañana, pero sabe que le quedan unas cuantas horas por delante. Sale y prende el auto. La nafta la paga ella, también la factura del celular, todo sale de su bolsillo. Escucha en la radio que la tarde va a estar linda y ella lo agradece, porque un chaparrón puede costarle caro. El asfalto enseguida se transforma en bitumen, y a los pocos kilómetros solo queda una huella en el campo que guiará el camino. Si bien está cansada, avisó que pasaría en la tarde y no puede fallar, porque alguien la espera para hablar con ella.
En San Bautista no viven más de dos mil personas y reina la tranquilidad. Como buen pueblo chico todos se conocen y también saben quién es ella. Si va al supermercado, alguien siempre se detiene a preguntarle algo. Los vecinos la llaman por su nombre, todos le dicen Marcela. En Montevideo le dirían: "¿Cómo le va, doctora?". Allí la tutean, nadie la trata de usted.
500 médicos de familia hay en Uruguay. Los especialistas realizan un posgrado de tres años después de haberse recibido. Debería haber 1.500 más para satisfacer la demanda.
Marcela Cuadrado es médica de familia y trabaja en el medio rural de Canelones. A 60 kilómetros de la capital, reconoce que desempeña su profesión de una forma muy distinta a como lo haría en Montevideo. Además de las consultas en la policlínica, la mayoría de las tardes sale a recorrer las casas de sus pacientes. Atiende a más de 700 y sabe en dónde viven, conoce a sus hijos y también sus historias. La invitan a comer, le escriben por WhatsApp y los acompaña en la salud, no solo en la enfermedad.
El modelo de atención de la Administración de los Servicios de Salud del Estado (ASSE) en las zonas rurales se parece mucho a la vieja concepción del médico de cabecera. Cuadrado no lleva el estetoscopio colgado del cuello, lo tiene guardado en la valija del auto y lo saca cuando llega al domicilio del paciente. Allí le toma la presión, lo osculta, pero sobre todo le pregunta cómo está. El problema no tiene por qué ser físico, también puede ser emocional: una mala cosecha, dificultades para cobrar la jubilación o una muerte en la familia. La médica sabe que esos factores también redundan en la salud de sus pacientes.
Por eso, Cuadrado escucha. Deja que las personas hablen y asiente con la cabeza. Cuando el otro hace una pausa, aconseja y se ofrece a dar una mano. Al mismo tiempo observa, observa mucho. Mira en dónde duermen las familias, cómo se calientan en invierno, si tienen humedad en las paredes. Cuando le surgen dudas, interrumpe y pregunta. Visita a visita, la médica se sumerge cada vez más en la realidad de sus pacientes y forma parte de ella.
Poco reconocimiento
En Uruguay hay 500 médicos de familia y comunitarios, pero debería haber 1.500 más. Esta especialidad se desempeña en el primer nivel de atención y se dedica a patologías de baja complejidad. Están capacitados para atender pacientes de todas las edades, por lo que reciben recién nacidos, niños, mujeres embarazadas y adultos mayores. El principal objetivo de estos especialistas es acompañar a las personas en las distintas etapas de la vida.
Si bien los médicos de familia se forman para trabajar en medios urbanos y rurales, Cuadrado eligió el campo. La especialista cree que en esa zona del país se mantiene "un respeto" por los médicos y sabe que los vecinos la consideran una referente en el pueblo. Sin embargo, está convencida que a los médicos de familia también los "subestiman", porque suelen confundirlos con los de medicina general.
El posgrado en Medicina Familiar y Comunitaria es de tres años y se cursa en la Facultad de Medicina de la Universidad de la República (UdelaR). Esta especialidad no se caracteriza por la buena remuneración, porque en la actualidad solo está reconocida en ASSE y en dos mutualistas. En los demás lugares, se desempeñan como médicos generales.
La falta de reconocimiento y los bajos sueldos hacen que pocos recién recibidos se anoten en ese posgrado. Este año, por ejemplo, había 25 puestos disponibles y solo se inscribieron 16 personas. En otras cátedras, como ginecología o anestesiología, siempre queda gente afuera.
25 puestos se abrieron este año para el posgrado de Medicina Familiar y Comunitaria de Facultad de Medicina. Solo se presentaron 16 interesados.
Sin embargo, Cuadrado no eligiría otra especialidad. "Ves el embarazo de esa mujer, después ves al niño cómo crece. Te llenás de satisfacciones cuando entra a la escuela, me traen los cuadernos para que los mire. 'Claro, ¡los vi desde la panza!', les digo yo", cuenta.
La acelga de regalo
En Canelones hay 14 mil usuarios de ASSE que viven en el medio rural. Las 22 policlínicas desplegadas son austeras y atienden entre 500 y 2 mil usuarios cada una, por lo que tampoco tienen demasiados recursos humanos. La mayoría de esos centros de salud fueron construidos por los usuarios y son ellos también los que se encargan de arreglarlos.
A 70 kilómetros de Montevideo está Castellanos, un pueblo de Canelones que no tiene más de 500 habitantes. En esa zona hay una policlínica pequeña en la que trabaja un médico de familia, un enfermero y una auxiliar de servicio tercerizada. Entre los tres se encargan de la limpieza, de abrir y de cerrar el centro, porque no reciben ayuda de nadie más.
Martín Olivera también es médico de familia y está al frente de esa policlínica. Si bien nació en Montevideo, el trabajo en el medio rural lo conquistó y no volvería a la capital. Considera que el ritmo en el campo es distinto y eso también redunda en la atención.
Cuando camina por las calles del pueblo, sus pacientes lo saludan y aprovechan para comentarle los resultados de los últimos análisis que se hicieron. También le cuentan que sus nietos entraron a la escuela, que uno de sus hijos consiguió un buen trabajo en Montevideo o que el Mercado Modelo les compró los zapallos de la última cosecha.
La relación estrecha entre el médico y los vecinos determina que él conozca sus historias. Cuando un paciente consulta por un dolor en particular, Olivera sabe las últimas novedades de esa familia y está al tanto de qué puede haber generado el malestar. Según él, las enfermedades están conformadas por distintos aspectos y las anécdotas diarias son un factor muy importante.
22 policlínicas tiene desplegadas ASSE en el medio rural de Canelones. Atienden a entre 500 y 2.000 usuarios cada una y trabajan en ellas 29 médicos en total.
Por eso, siempre se hace un tiempo para visitar las casas de sus pacientes. Cuando llega, lo saludan con un beso y enseguida lo invitan a almorzar. Conversan, comparten un mate y se ponen al día: hablan sobre análisis, medicamentos y operaciones coordinadas en el Hospital de Canelones. A veces pasan 40 minutos juntos y luego el médico sigue la recorrida.
Antes de que se vaya, los pacientes suelen hacerle regalos. Le dan verduras recién cortadas, chorizos caseros o flores del jardín. "Todo esto es porque Martín es un doctor muy especial", dice Domingo, un paciente de la policlínica de Castellanos, cuando le entrega un atado de acelgas al médico.
Desafíos
En un departamento con realidades muy diversas, la Red de Atención Primaria (RAP) de ASSE en Canelones tiene el desafío de brindar un modelo de atención que se ajuste a las necesidades de todos los usuarios. Su directora, Alicia Sosa, considera que el medio rural canario se parece más al interior profundo que a Montevideo, aunque está a pocos kilómetros de la capital.
En ese sentido, afirma que hay patologías características de los pacientes rurales. Por ejemplo, las personas suelen tener más problemas en los huesos a raíz de los trabajos manuales y de fuerza que desempeñan en el campo.
Por otra parte, si bien en el medio rural no hay demasiados problemas con la cocaína o la pasta base, sí hay un consumo excesivo de alcohol. Solo en Castellanos hay cinco bares para 500 habitantes. Otra preocupación de las autoridades de la salud es el rol que ocupa la mujer, porque en el campo todavía prevalece una cultura machista.
Sosa considera que ASSE en el medio rural tiene "muchos desafíos" y, de hecho, están elaborando un programa de atención especial que será publicado en los próximos meses. Entre los objetivos que manejan, buscan que los médicos rurales dejen de pagar la nafta durante las visitas a los pacientes.
De todos modos, la jerarca -que también es médica de familia- cree que la atención en el medio rural es "un privilegio" que pocos especialistas tienen. "Es precioso lo que se genera con el paciente, no lo cambiaría por nada", asegura orgullosa de su elección.
Desde el yoga a la acupuntura
Los médicos de familia que trabajan en ASSE en el medio rural también desempeñan acciones en la comunidad donde están ubicadas las policlínicas. En Canelones, por ejemplo, brindan talleres sobre educación en salud en escuelas y liceos, o dan cursos sobre métodos anticonceptivos y explican la importancia de mantener una alimentación saludable. A su vez, dan clases de yoga todos los viernes porque desarrollan módulos de espiritualidad con los pacientes. También utilizan acupuntura y plantas medicinales para tratar afecciones.