Es un problema que preocupa, porque además muchas son jefas de hogar. El gobierno apuesta por la capacitación.
ElObservador.com.uy. Hay casos que indefectiblemente hacen recordar a Fripur, donde más de 900 mujeres se quedaron sin trabajo por el cierre de la fábrica y chocaron con la realidad de tener que dedicarse a otra actividad, después de años de desmenuzar pescado.
Los ejemplos que se repiten luego involucran a obreras, cajeras o administrativas de industrias o comercios. Allí, también sobrevuela otro temor: muchas son jefas de hogar o mujeres con edades en las que la reinserción laboral es complicada.
Para sobrellevarlo en algunas oportunidades se apuesta a la capacitación o, simplemente, a la búsqueda de otro trabajo de características diferentes con resultado incierto.
El deterioro del mercado laboral en los últimos dos años está castigando más a las mujeres que a los hombres. Si bien las mujeres han mantenido históricamente tasas de desempleo mayores, esa brecha ha tendido a aumentar desde 2015.
Los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) muestran que 9,5% de las mujeres que están dispuestas a trabajar y tienen o buscan activamente un empleo, no lo consiguen. En el caso de los hombres, ese registro es de 6,6%.
En los últimos dos años, el aumento en el caso de los hombres fue de apenas 0,2 puntos porcentuales mientras que en el caso de las mujeres aumentó 0,6 puntos.
La situación es peor para las mujeres más jóvenes. Por debajo de los 25 años, el desempleo femenino pasó de 26,3% en 2015 a 30,3% en el último año. En el caso de los hombres de ese tramo de edad, la desocupación es de 20,7%, apenas ocho décimas por encima de los registros de 2015.
Entre 40 y 60 años, las mujeres presentan bajas tasas de desempleo (4,3%) en comparación con las más jóvenes.Sin embargo, aún se mantiene la brecha respecto a los hombres de su misma edad, cuya tasa de desempleo es cercana a la mitad (2,2%).
La industria plástica no escapa a la realidad del desempleo femenino y hubo un último episodio que sacudió fuerte a la zona de Paso Carrasco.
Allí funcionaba hace más de cuatro décadas la compañía Rusch Uruguay (filial de Teleflex, fabricante de insumos médico tecnológicos) donde trabajaban 160 mujeres. En noviembre del año pasado, una parte del personal acordó tomarse días de licencia pendientes en diciembre. Otra parte, hizo lo mismo en enero.
Un grupo de ellas se reintegró el 15 de enero y el resto el 30, mismo día en que la dirección de la empresa comunicó el cierre de la fábrica de material médico quirúrgico.
Andrea De León, integrante del consejo directivo de la Unión Nacional de Trabajadores del Metal y Ramas Afines (Untmra, dentro de la que se incluye la industria plástica), explicó a El Observador que la situación tomó por sorpresa a las funcionarias.
"Antes se habían hecho un par de reuniones con la empresa donde se le preguntó por la estabilidad laboral, porque el trabajo estaba medio quieto, pero se dijo que trabajo había y (los empresarios) nunca manejaron que fuera a pasar lo que pasó", señaló.
Ese 30 de enero, un representante de la compañía llegado desde México citó a todo el personal y comunicó que cesaba la actividad productiva y que la planta dejaba de funcionar en el país. "Ese día solo trabajó el turno de la mañana; las empleadas que debían hacerlo entre las 14 y las 22 horas ni siquiera entraron", relató De León.
Rusch Uruguay dedicaba prácticamente su producción a la exportación, con ventas hacia México, Alemania, Malasia y Estados Unidos, donde la multinacional tiene sedes. La compañía está ubicada en Camino Carrasco entre Servando Gómez y Santa Mónica.
A la vuelta, por Servando Gómez hay una empresa complementaria, Electroplast, donde también se fabrican instrumentos e insumos médicos. "Electroplast es la que se dedica más al mercado interno, entre las dos se pasaban trabajos. Algunos de los procesos que Electroplast no los podía hacer, los hacía Rusch", explicó.
La delegada sindical de Rusch, Laura Bustelo, dijo a El Observador que la realidad laboral de las trabajadoras de la compañía es compleja. La mayoría de las mujeres tiene entre 40 y 55 años. Contaban con una experiencia dentro de la fábrica desde 15 hasta 35 años.
"En mi caso, trabajé cuatro años, me fui, luego volví y estuve 17. Cumplí 21 años de trabajo; mi experiencia laboral fue ahí", expresó. "Al resto de las trabajadoras les pasa lo mismo, la mayoría lo hizo solo en la fábrica", indicó. "Muchas entramos a trabajar por familiares. En mi caso por mí hermana y también estaba mi cuñada; quedamos tres familias sin trabajo", añadió.
Bustelo también informó que muchas de las mujeres son jefas de hogar. "Es una situación complicada, las trabajadoras llevan muchos años en esa empresa y la mayoría no son tan jóvenes. Con menos edad se puede competir más para reinsertarse; cuanto más edad se genera más complicación", alertó De León.
Ahora, el camino que las mujeres buscan recorrer es la capacitación a través del Instituto Nacional de Empleo y Formación Profesional (Inefop). La intención es que los cursos estén enfocados hacia la enfermería, por el conocimiento que tienen sobre insumos e instrumentos médicos.
Participación femenina
De León informó que en el sector plástico hay una fuerte presencia de personal femenino. En su caso, trabaja para una empresa fabricante de esponjas, donde el 70% del personal son mujeres. "En la rama en general hay una buena participación", dijo. Como ejemplo, indicó que la Untmra en el sector plástico tiene 12 delegados de los cuales seis son mujeres. Y la realidad del sector preocupa a todos por igual.
Además de Rusch, en los últimos tiempos cerró Laja (que básicamente fabricaba sillas de plásticos), Varoplast (bolsas de polipropileno) y Nicoll (tanques y otros accesorios).
Un largo recorrido
En la fábrica de pastas La Spezia trabajaban más de 100 mujeres dentro de una plantilla de 118 empleados. La empresa cerró el 18 de marzo del año pasado, pero desde el 30 de agosto de 2016 tenía la intervención de un síndico.
Luego del cese de actividad, el 28 de marzo de 2017 un grupo de trabajadores comenzó a efectuar una custodia de bienes con el fin de garantizar sus créditos laborales. Durante unos meses, continuaron fabricando pastas por su cuenta. Más tarde, el local ubicado en Libertad y bulevar España quedó sin agua y sin luz.
"Se decidió la custodia porque al momento del cierre había maquinaria y vehículos; se trató de controlar que todo eso se mantuviera hasta la venta de la empresa", recuerda Mariana Pereira una de las delegadas de La Spezia.
Para la compra de fábrica hubo dos ofertas; una de Puritas y otra de la empresa Dicasold. Está ultima se quedó con la marca.
A los exfuncionarios se les adeudaba cerca de US$1 millón por concepto de créditos laborales. El acuerdo fue que al menos, con lo recaudado por la venta en bloque, se cumpliera con el 30% de esos créditos, unos US$330 .000.
Pereira contó a El Observador que se había fijado una fecha de pago para los extrabajadores en diciembre pasado. Pero eso no ocurrió. La explicación fue que luego de la adjudicación a Dicasold, Puritas impugnó la decisión de la justicia concursal. La acción fue desestimada y entonces la empresa presentó un recurso de queja que todavía no tiene resolución.
A los empleados de La Spezia les explicaron que hasta que no haya definición judicial no percibirán lo adeudado. Ya llevan prácticamente un año sin cobrar.
"La empresa que se quedó con La Spezia tendrá su derecho, pero los trabajadores seguimos siendo perjudicados. Nuestra queja es que no nos pagaron", explicó Pereira. El grupo continúa con la custodia de los bienes. "Hay una cantidad grande de mujeres que no consiguieron trabajo; a otras que no están en el grupo también se les ha complicado", relató.
"Estaba la esperanza de cobrar algo en diciembre, pero no; seguimos peleando por nuestros créditos laborales", dijo. Ese mes recibieron un planteo: recibir $ 4.000 cada uno por los meses de custodia, pero rechazaron la proposición. "No queremos migajas, queremos lo que nos corresponde", afirmó Pereira.
El recuerdo de Fripur y el periplo de las trabajadoras
El 18 de agosto de 2015 fue el último día de trabajo de Fripur. La pesquera contaba con una plantilla de cerca de 1.000 trabajadores donde la mayoría –cerca de 900– eran mujeres.
La empresa había solicitado el concurso de acreedores en julio de 2014. A partir del cierre, el personal femenino de la fábrica comenzó a vivir otra realidad. Al principio, las mujeres manifestaron frente a las puertas de la pesquera de la calle Cuareim.
Fripur, uno de los pesos pesados de la industria pesquera, cerró luego de 39 años de creación y un sinfín de historias de abusos laborales denunciados sin mayores consecuencias. En los primeros meses luego del cese de la actividad, un grupo de empleadas hicieron tortas fritas que luego salieron a vender por el barrio.
En diciembre de 2015, la Justicia adjudicó a la empresa canadiense Cooke Aquaculture la venta en bloque de Fripur. Casi un año después, el 16 de noviembre de 2016, la compañía depositó US$13,5 millones y terminó de pagar los US$17 millones que había prometido por la pesquera.
En mayo de 2017, más de 600 personas despedidas de Fripur cobraron el 56% de los créditos laborales que tenían pendientes. Fueron más de US$2,8 millones.
El año pasado, el dirigente del Sindicato Único Nacional de Trabajadores del Mar y Afines (Suntma) José Umpiérrez explicó en una comisión parlamentaria cuál había sido el periplo de muchas trabajadoras de la pesquera. "A raíz de no poder reinsertarse dentro del sistema laboral del sector al que pertenecían, realizaron algunos cursos a través de Inefop y de a poco se han podido reinsertar en empresas de limpieza", explicó.
Umpiérrez recordó que muchas de ellas tuvieron problemas para acceder a los servicios de salud. "Algunas tuvieron la cobertura a través de sus cónyuges, pero otras que estaban solas y eran jefas de familia tuvieron que salir a trabajar para tener esa cobertura", expuso ante los parlamentarios
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