En países vecinos, la atención médica de emergencia llega a sus límites, dice Andreas Lindner, representante del organismo en Bogotá.
DW: ¿Cuál es la actual situación en la frontera colombiano-venezolana, especialmente en Cúcuta?
Andreas Lindner: La situación es, desde hace año y medio, cada vez más dramática. Miles de venezolanos cruzan la frontera diariamente, para quedarse en Colombia o ir a otros países de América Latina. Solo en Colombia hay 1,2 millones de venezolanos, en Ecuador 200.000 personas y en Perú más de medio millón. En estos tres países, hay casi dos millones de migrantes que en Venezuela no sabían cómo sobrevivir.
¿Cómo ha reaccionado la Cruz Roja ante este gran número de refugiados?
Desde 2017 ofrecemos atención médica en dos puestos de salud, uno justo en el cruce de la frontera en Cúcuta. Entretanto ofrecemos asistencia en la frontera con Ecuador y a lo largo de la ruta de los migrantes hacia el sur. También hemos promovido varios proyectos de asistencia médica en todo el país porque la situación se ha vuelto cada vez más dramática en los últimos nueve meses.
La mayoría de venezolanos que pasan la frontera ni siquiera tienen dinero para comprar un simple boleto de autobús. Ahora tenemos muchas clínicas de salud móviles para atender a estas personas. Le curamos las ampollas de los pies a los caminantes, les damos paquetes de alimentos y productos sanitarios, y les brindamos orientación sobre cómo legalizar su estadía en Colombia y otros países.
¿Cuáles son las quejas de los refugiados?
El sistema sanitario en Venezuela se encuentra, prácticamente, en la quiebra. Faltan medicamentos y suministros médicos en casi todas partes. Las embarazadas que llegan a Colombia no han recibido control prenatal. Los niños vienen sin vacunas y con enfermedades crónicas para las cuales nuestras instalaciones básicas de salud no están equipadas.
¿Cómo son esas instalaciones sanitarias móviles?
Son carpas o contenedores que rentamos y equipamos. Allí trabaja un médico con dos o tres enfermeras, y a veces, psicólogos. Las ambulancias móviles también están patrullando las calles para proporcionar primeros auxilios, por ejemplo, para enfermedades respiratorias o diarreicas. También distribuimos medicamentos de forma gratuita, pero no podemos realizar procedimientos quirúrgicos. También convertimos un autobús turístico en el Orinoco, frontera sur entre Venezuela y Colombia, en una ambulancia flotante, al que también indígenas llegan en sus canoas para ser atendidos.
¿Es suficiente esa ayuda internacional?
En este momento la atención internacional es, por supuesto, muy grande. Hemos recibido una donación muy generosa de la Unión Europea para brindar atención médica durante toda la ruta de los migrantes, desde Cúcuta hasta Lima. También hemos recibido apoyo del ministerio alemán de Relaciones Exteriores para un proyecto de dos años, dedicado especialmente al departamento fronterizo de Norte de Santander en Colombia. Aún así, toda donación es bienvenida porque nadie sabe cuánto durará esta crisis.
¿Qué pasa con la ayuda médica en la frontera que debe llegar a Venezuela?
Este es un asunto muy politizado. Nosotros, como Cruz Roja, sea alemana, colombiana o internacional, hemos decidido no participar en esta acción. Pero estamos almacenando suministros de socorro, medicamentos y alimentos, en caso de que exista la posibilidad de ayudar en Venezuela en las próximas semanas o meses.
¿Cómo cree que evolucionará la situación humanitaria en un futuro cercano?
Partimos de que, así la situación cambie, cientos de miles de venezolanos no regresarán de inmediato a su país, por lo que los países vecinos de Venezuela necesitarán seguir recibiendo apoyo a mediano plazo.
Este será un gran desafío, especialmente para Colombia, a donde ha huido la mayoría de los venezolanos. ¿Cómo percibe el estado de ánimo en este momento?
Los colombianos han mostrado gran hospitalidad, tanto la población como el gobierno. Mientras que en países como Ecuador, Perú y Chile más al sur, siempre ha habido intentos de dificultar la inmigración, exigiendo documentos que los venezolanos no pueden obtener, por ejemplo. Colombia, por otro lado, no ha impuesto ninguna restricción hasta el momento, al contrario. 800.000 de los 1,2 millones de los refugiados se han registrado y, por lo tanto, tienen un permiso de residencia por dos años. Así pueden buscar trabajo en Colombia y asentarse en el país por este tiempo
¿Y en la población colombiana?
El estado de ánimo sigue siendo aún muy positivo y de gran solidaridad. Por supuesto que es problemático que muchos de los refugiados venezolanos trabajen en el sector informal, aceptando un menor salario que el de la población nativa. Una situación que puede generar xenofobia. Las cosas pueden cambiar, si esta situación dura años.
* Andreas Lindner es jefe de la Oficina Regional de la Cruz Roja Alemana en América Latina, con sede en Bogotá.