Diariamente, decenas de personas buscan joyas y metales preciosos en el río Guaire. A falta de mejores opciones, de eso viven algunas de ellas.
Jorge Muñoz trabaja sistemáticamente cuando busca metales preciosos en las fétidas aguas del Guaire, el río que parte en dos a la capital de Venezuela: junto a su hermano y dos amigos, tantea y se sumerge en él con la esperanza de conseguir fragmentos de joyas perdidas en las tuberías de los baños de las casas de los ricos. En Caracas, a estos cazadores de tesoros los llaman los "garimpeiros de las cloacas". "Aquí encontramos de todo: oro, plata, cobre... A veces hasta encontramos prendas enteras", cuenta Muñoz, de 22 años, quien pasa buena parte de su tiempo en el segmento del Guaire más cercano al Palacio de Miraflores, la residencia oficial del líder chavista, Nicolás Maduro.
A diario, decenas de personas, cuando no centenares, se dedican a la misma actividad; entre ellas hay familias completas, probando su suerte tras haber buscado alimentos en los basureros y centros de recolección de desechos. Como Jorge y sus acompañantes, todos hurgan con sus manos desnudas entre kilos y kilos de una masa oscura, formada por los materiales más disímiles, desde partículas de plástico y goma hasta sedimentos orgánicos cuyo origen muchos prefieren ignorar. "Cuando llueve poco el Guaire se pone hediondo. Da asco, pero es parte del trabajo", comenta Jorge, cuya perseverancia en este oficio le permite soportar los estragos de la crisis venezolana.
El atolladero en que se halla el país caribeño no tiene precedentes en su historia. La inflación franqueó el umbral del 2.000 por ciento en 2017. El valor de la moneda local, el bolívar, lleva años cayendo en picada; en la primera semana de 2018 se depreció en un 56 por ciento frente al dólar estadounidense. Para evitar la desvalorización de su patrimonio, muchos compran oro o dólares. Y como el acceso a la divisa estadounidense es restringido férreamente por el Gobierno, el oro es la inversión más atractiva. De esta situación deriva el auge de la "minería" practicada en el río Guaire, donde desemboca la mayoría de las aguas residuales de Caracas.
Prácticamente todo lo que se pierde en los desagües de los hogares y las oficinas de esta ciudad de casi dos millones de habitantes va a dar al río Guaire, una gran cloaca al aire libre que un Gobierno tras otro ha prometido sanear. En vano. Javier, hermano de Jorge Muñoz, jura que en lo que va de año ya han conseguido tres anillos matrimoniales; eso explica, hasta cierto punto, por qué abandonó la escuela para dedicarse de lleno a la "minería" en esta agua. "Trabajando aquí una semana gano lo mismo que otra gente en un mes con su sueldo mínimo", argumenta el joven.
Ninguno de los que se dedican a esta labor tiene problemas para vender los objetos de valor que encuentran. "Nosotros compramos oro y plata hasta por décimas de gramo", explica Pedro Ortega, dueño de un local para la compra-venta de metales preciosos, acotando que el mercado se ha "recalentado" porque son muchos los que quieren deshacerse de sus prendas para obtener dinero en efectivo. Al mismo tiempo, todo el que gana dinero quiere deshacerse de sus bolívares lo más rápidamente posible.
La pestilencia y la suciedad del Guaire dejan intuir a cuántos agentes nocivos para la salud se exponen los "garimpeiros" de Caracas. Los expertos en Infectología del Hospital Clínico Universitario de Caracas, ubicado en el corazón de la Universidad Central de Venezuela, analizaron la calidad de sus aguas y confirmaron que ese es el hábitat ideal de los microbios que causan enfermedades como la leptospirosis o ictericia de Weill y la hepatitis, entre otras. Jorge Muñoz y su hermano Javier aseguran que nunca se han enfermado a causa de su trabajo y que el único problema es el tiempo que tardan en sanar las heridas cuando se cortan. "Nuestras defensas se han vuelto fuertes", dice Muñoz.