El 27 de mayo, Chile fue elegido en la OEA para ejercer la vicepresidencia de la Comisión Interamericana de Mujeres (CIM), cargo que ejercerá hasta 2025; cinco años antes de que termine el plazo para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible 2030, (el empoderamiento de niñas y mujeres entre ellos). En sus orígenes, el CIM fue un movimiento de mujeres que nació en Estados Unidos con el objetivo de obtener el derecho a voto. Ya a finales del siglo XIX, las mujeres del estado de Illinois, formaron la primera asociación demandando el derecho a sufragio, este fue el Illinois Woman Suffrage Association. Esto dio su fruto en 1913, cuando se firmó la ley que empoderó a las mujeres estadounidenses para elegir presidente y alcaldes. Pero sería recién en 1919, que Illinois se convertiría en el primer estado en ratificar la decimonovena enmienda constitucional para otorgar el derecho a sufragio a las mujeres.
Si bien, la aspiración de las mujeres estadounidenses de entonces era poder sufragar, hoy su slogan es “no disparen”, en un grito desgarrador frente a la reciente masacre de un francotirador en un colegio de Texas. Mientras, que en Afganistán las mujeres piden ayuda, sin poder verbalizarla ellas mismas, para que “no las cubran”, para que no las sigan invisibilizando…y un poco más arriba en el mapa, las mujeres de Ucrania piden “que no las bombardeen”. Las mujeres de la Unión Europea, especialmente las de Polonia, sin otra opción que la sororidad, han recibido a miles de refugiados; niñas, niños, mujeres y adultos mayores. Todas estas aspiraciones, en su singularidad y en su pluralidad, son prioridades en la agenda de género, porque afectan los derechos humanos y nuestra libertad.
No importando de dónde viene la demanda de ayuda y consciente de que la comunidad internacional se encuentra tensionada por la guerra en Ucrania, el cambio climático y la recuperación económica post COVID-19; Chile ha posicionado su compromiso de implementar una política exterior feminista. Una política exterior con perspectiva de género que dimensiona una coordinación de políticas públicas donde la mirada mujer esté ya incluida y explicitada.
El CIM ofrece a Chile una plataforma en la región para visibilizar problemáticas comunes que enfrentan las mujeres y niños, con el fin de diagnosticar, responder, actuar e implementar políticas con perspectiva de género. Es ciertamente una oportunidad para nuestra diplomacia bilateral y multilateral, de reforzar lazos con países like-minded en género, en aquellas posiciones y prácticas para replicar y acortar las brechas de género que afectan las condiciones de vida de mujeres y niños de América Latina y el Caribe.
Chile tiene la posibilidad de ejercer un liderazgo regional y global en el tema de equidad e igualdad de género, y ser percibido como un soft power. Pero si centramos la perspectiva de género como motor de nuestro desarrollo, el país tiene la oportunidad de convertirse en un hard power en esta materia.