Según un estudio, la publicidad que se hace de estos fármacos explicaría parte de la epidemia de consumo que vive Estados Unidos.
Los últimos años no han sido fáciles para las autoridades de salud de Estados Unidos. Desde que algunos medios de comunicación empezaron a revelar las inquietantes cifras de adicción a algunos opiáceos, las alarmas se prendieron. De ser unos de los más poderosos analgésicos para tratar el dolor, estos medicamentos pasaron a la lista de las principales adicciones. Una cifra resume el problema: más de 42 mil personas murieron en 2016 por su excesivo consumo.
Las razones por las que se disparó la ingesta de estas sustancias son múltiples. En la difícil ecuación que se debería analizar para entender aquella epidemia, entran en juego muchos factores. Uno de ellos acaba de ser evaluado en un artículo publicado en JAMA Network Open: los regalos que, con frecuencia, ofrecían algunas casas farmacéuticas a los médicos. Realizado por un grupo de investigadores del Boston Medical Center y de la Escuela de Medicina de la Universidad de Nueva York, este estudio sugiere que puede haber una conexión entre las dádivas que daban los laboratorios a los profesionales de la salud y las muertes por sobredosis de opioides.
¿La razón? En los condados donde los doctores recibieron más viajes, comidas y honorarios de consultoría de los fabricantes de los opioides, el número de fallecimientos que involucraban opioides recetados fue mayor. En algunos casos, 18% más alto.
En otras palabras, como lo apuntan en su artículo, “el estudio se suma a la literatura reciente que sugiere que la comercialización de productos específicos por parte de una compañía farmacéutica puede estar asociada con un aumento en la prescripción de esos medicamentos. Datos recientes sugieren que cuando los médicos reciben mercadeo de opioides, posteriormente recetan más opioides”.
A lo que se refieren los autores es que entre el 1 de agosto de 2013 y el 31 de diciembre de 2015, las farmacéuticas gastaron cerca de US $39,7 millones en el marketing de estos medicamentos. Se trató de una promoción que llegó a casi 68 mil médicos de los 2208 condados estadounidenses. Muchos recibieron esas dádivas en formas de viajes, comidas o como parte de pago por consultorías. De hecho, como lo muestra The New York Times, entre esos dos años, 1 de cada 12 médicos estuvo expuesto al marketing de opioides.
Para llegar a esas conclusiones, el equipo, liderado por el médico Scott E. Hadland, del Boston Medical Center, examinó varias bases de datos. Una de ellas fue la de “Pagos abiertos”, donde quedan registrados los pagos o regalos que hacen las compañías farmacéuticas a los médicos. Otra contenía los datos por sobredosis por drogas de los centros para el control y prevención de enfermedades. Una más almacenaba las prescripciones de opioides en farmacias.
Sin embargo, como lo admitió Hadland al The New York Times, el estudio tiene algunas limitaciones. "Reconocemos que nuestro trabajo describe solo una parte de la muy compleja crisis de sobredosis de opioides. Aún así, los recetados siguen involucrados en un tercio de todas las muertes por sobredosis y generalmente son los primeros medicamentos que las personas encuentran antes de la transición a la heroína o el fentanilo. Es fundamental que tomemos medidas para evitar que el marketing exponga innecesariamente a nuevas personas que no necesitan opioides", aseguró.
Sin embargo, como se lo explicó hace unos meses a este diario Liliana de Lima, directora de la International Association for Hospice & Palliative Care, con sede en Houston (EE. UU.), este es un asunto que hay que ver con pinzas. ¿El motivo? Las causas de la mayoría de las sobredosis en EE.UU. estuvieron relacionadas con la heroína, de origen ilegal, y el fentanilo, una sustancia muy potente usada como anestésico, que comenzó a llegar en sobres desde China. Los oficiales de migración no tenían manera de detectarla.
“Es una realidad muy distinta a la de los otros países”, dijo para explicar que, mientras en Norteamérica el consumo de estas sustancias se disparó, en otros lugares, como Colombia, muchos pacientes tienen aún un acceso muy restringido que les impide aliviar el dolor.
En el caso de Estados Unidos, Hadland y su equipo creen que hay que empezar a analizar el asunto con más cuidado. Su inquietud la resumen en una frase: “En medio de una crisis nacional de sobredosis de opioides, puede justificarse volver a examinar la influencia de la industria farmacéutica”.