Ensayo preliminar en 11 pacientes muestra sobrevida de 4 a 6 meses con dosis de 800 a 1.000 veces la cantidad diaria recomendada.
La justicia tarda, pero (a veces) llega. Hace medio siglo, en 1967, Linus Pauling comenzó a trabajar con el oncólogo británico Ewan Cameron en el uso de la vitamina C, por vía oral u intravenosa, para tratar a enfermos de cáncer cercanos a la muerte. Como resultado de sus experiencias publicaron un libro en conjunto. “La vitamina C y el cáncer”. No fue un éxito. Se lo consideró casi el trabajo de un par de charlatanes o delirantes, aunque el primero de ellos (Pauling) fuera Premio Nobel de Química (1954) y Premio Nobel de la Paz (1964). Fan Nº 1 del ácido ascórbico, éste pionero de la química cuántica y la genética molecular, la tomaba él mismo en grandes cantidades.
Pero había algo más que natural envidia o sano escepticismo en el rechazo a estas hipótesis de Pauling y Cameron. A fines de la década de los sesenta, el bioquímico de 66 años era también el retoño tardío de una era de genios en la historia de la ciencia: alumno de los físicos Niels Bohr en Copenhague y Erwin Schrödinger en Zúrich; compañero de trabajo, amigo y luego distante enemigo de Robert Oppenheimer (el padre de la bomba atómica); en 1958 Pauling y su esposa habían presentado ante la ONU una carta que pedía suspender las explosiones atómicas en todo el planeta. En ese momento EE.UU., la URSS, Francia y el Reino Unido las detonaban en lugares remotos envenenando la atmósfera con materiales radioactivos.
La misiva estaba firmada por cerca de 11.000 científicos. Fue el comienzo de una campaña que llevó, en 1963, al tratado de Prohibición Parcial de Prueba Nucleares firmado por 113 países. Este Pauling científico-pacifista no se ganó amigos entre los partidarios de que la Guerra Fría se volviera “caliente” y la civilización fuese destruida. Inevitablemente, se le acusó de ser parte de la “ofensiva pacifista-comunista que hay en este país”, fue citado a declarar múltiples veces en el Senado de EE.UU. como sospechoso, y hasta se le quitó su pasaporte.
El investigador siguió trabajando sin cesar. Y en áreas que se alejaban de sus intereses iniciales. En algunos casos de manera adelantada a su tiempo. Es así como -junto con el también investigador del Caltech (Tecnológico de California) Arie Jan Haagen-Smit-, fue de los primeros en proponer y demostrar que el smog provenía en gran parte de la combustión de los automóviles en ciudades como Los Ángeles y no principalmente de las fábricas. No contento con eso, impulsó el desarrollo de un auto eléctrico para resolver el problema hasta que anticipó que, sin baterías más potentes que las disponibles entonces, ese tipo de vehículos no serían viables ni aceptados por la población.
Su visión de las vitaminas también fue no convencional. En 1965 comenzó a vislumbrar que ellas podían tener efectos bioquímicos sobre el organismo no relacionados a la prevención de las enfermedades provocadas por las deficiencias en su ingesta a niveles normales. Pauling se inspiró en el trabajo del también bioquímico, pero que trabajaba en empresas alimenticias, Irwin Stowe, el hombre que descubrió que la vitamina C podía usarse como conservante de los alimentos. Stowe sostenía que el hecho de que el cuerpo humano no produjera vitamina C por sí mismo (cosa que ocurre en casi todo el resto de los animales) era un error genético de vastas implicancias. En esencia, que las personas siempre andaban enfermas por su ausencia, aun cuando se alimentasen normalmente.
Pauling decidió explorar este camino, lo cual resultó muy adecuado para sus enemigos políticos. En pocos años, su inmenso trabajo en la determinación de la naturaleza de los enlaces químicos, la electronegatividad, la estructura del núcleo atómico, la estructura de la hemoglobina, la primera propuesta de estructura de hélice del ADN, por citar algunos de los más conocidos, fue esfumándose para quedar perfilado, a nivel de los medios, como el científico loco, “loco por la Vitamina C”. Así, cuando protestaba por la intervención militar de EE.UU. en América Central, casi se trataba de la opinión de aquel viejito gagá de las vitaminas manejado por los comunistas.
Compuestos activos redox
Ahora, en un trabajo de vasto alcance realizado por un equipo público-privado, ensayos clínicos encontraron que es seguro infundir regularmente a los pacientes con cáncer de cerebro y pulmón con 800 – 1.000 veces la cantidad diaria recomendada de vitamina C.
Ello, como estrategia potencial para mejorar los resultados de los tratamientos estándar contra el cáncer. La evidencia aparece en un trabajo presentado ayer 30 de marzo en Cancer Cell, donde los investigadores de la Universidad de Iowa, que lideran el grupo multidisciplinario, demuestran cómo las vías por las cuales el metabolismo del hierro alterado en las células cancerosas, y no en las células normales, conducen a una mayor sensibilidad a la muerte de células cancerosas causada por altas dosis de vitamina C.
“Este documento revela una debilidad metabólica en las células cancerosas que se basa en su propia producción de agentes oxidantes que nos permite utilizar compuestos redox activos, como la vitamina C, para sensibilizar a las células cancerosas a la radiación y la quimioterapia”, dice el coautor Garry Buettner, quien fue uno de los primeros en proponer que las células cancerosas podrían tener una vulnerabilidad a los compuestos activos redox hace más de 40 años. Buettner, junto con los principales autores del estudio Bryan Allen y Douglas Spitz, son miembros de la facultad del Departamento de Radiación Oncológica de la Universidad de Iowa, y del Programa de Biología de Radiación, en el Holden Comprehensive Cancer Center.
En este estudio en concreto, 11 pacientes evaluables inscritos en el ensayo seguro de cáncer cerebral recibieron tres infusiones de vitamina C a la semana durante dos meses, seguido de dos infusiones por semana durante siete meses mientras recibían radiación y quimioterapia de atención estándar. El objetivo de cada infusión era aumentar la concentración de vitamina C en la sangre de un paciente a 20.000 μM, en comparación con un nivel de sangre de aproximadamente 70 μM encontrado en la mayoría de los adultos. La dosis tan alta es necesaria porque la vitamina C tiene una vida media de aproximadamente dos horas en la circulación de los seres humanos. El tratamiento fue generalmente bien tolerado; con efectos secundarios modestos, incluyendo viajes frecuentes al cuarto de baño y la boca seca. Rara vez, algunos pacientes desarrollaron presión arterial alta que disminuyó rápidamente después de la infusión.
¿Por qué es seguro este enfoque? La vitamina C, incluso a niveles altos, no es tóxica para las células normales. Sin embargo, el grupo de investigación de Iowa encontró que los niveles anormalmente altos de moléculas de hierro activo redox del tejido tumoral (un subproducto del metabolismo mitocondrial anormal de las células cancerosas) reaccionan con la vitamina C para formar peróxido de hidrógeno y radicales libres derivados del peróxido de hidrógeno. Se cree que estos radicales libres causan daños en el ADN de forma selectiva en las células cancerosas (frente a las células normales), lo que conduce a una mayor muerte de las células cancerosas, así como a la sensibilización a la radiación y a la quimioterapia en las mismas.
“Este es un ejemplo significativo de cómo conocer los detalles de los mecanismos potenciales y la ciencia básica de los compuestos activos redox en el cáncer frente a las células normales puede ser apalancado clínicamente en la terapia del cáncer”, dice el autor principal Douglas Spitz, que se centró en los estudios bioquímicos. “Aquí, verificamos de manera convincente que el aumento de los iones metálicos activos redox en las células cancerosas fueron responsables de esta sensibilidad diferencial del cáncer frente a las células normales a dosis muy altas de vitamina C”.
El estudio de seguridad prepara el escenario para los ensayos clínicos de fase II que buscan confirmar si la dosis alta de vitamina C es efectiva para prolongar la vida útil general y la calidad de vida de los pacientes sometidos a radioterapia y quimioterapia. Los investigadores están actualmente inscribiendo pacientes con cáncer de pulmón en estadio 4 y pronto comenzarán a inscribir a personas con glioblastoma multiforme (cáncer de cerebro) en estos ensayos de fase II. Esperan que las respuestas del cáncer cerebral a la radiación y la quimioterapia se puedan mejorar en estos ensayos de fase II. Este optimismo se basa en los datos de ensayos de fase I que muestran un aumento en la supervivencia general de 4-6 meses en 11 pacientes con glioblastoma multiforme (18-22 meses) frente a la supervivencia de 14-16 meses típicamente observada con el tratamiento estándar.
“La mayoría de los pacientes de cáncer con los que trabajamos están emocionados de participar en ensayos clínicos que podrían beneficiar los futuros resultados de los pacientes”, dice Bryan Allen, coautor senior, quien dirigió el lado clínico del estudio. “Los resultados parecen prometedores, pero no vamos a saber si este enfoque realmente mejora la respuesta terapéutica hasta que completemos estos ensayos de fase II”, agrega.
Otro elemento positivo es que el costo por paciente por encima de la facturación de seguro estándar para el protocolo de la fase II de vitamina C glioblastoma multiforme es de aproximadamente US$ 8.000 repartidos en nueve meses de infusiones de prueba. Este costo puede ser menor que una dosis única de algunos fármacos de inmunoterapia y/o quimioterapia.
En la gripe también
Pero Pauling y Cameron no solo están siendo reivindicados en el tema del cáncer. Otro trabajo, en la relación entre la vitamina C y los resfríos también la marea de la evidencia está cambiando.
El Dr. Harri Hemilä de la Universidad de Helsinki, Finlandia, analizó los hallazgos de dos nuevos ensayos aleatorios, cada uno de los cuales investigó los efectos de dos dosis de vitamina C sobre la duración del resfriado común.
El primer ensayo administró 3 g / día de vitamina C a dos grupos de estudio, 6 g / día a un tercer grupo, y el cuarto grupo se administró un placebo. En comparación con el grupo placebo, la dosis de 6 g / día acortó los resfriados en un 17%, dos veces más que las dosis de 3 g / día. El segundo ensayo administró 4 g / día y 8 g / día de vitamina C, y placebo a diferentes grupos, pero sólo en el primer día del resfrío. En comparación con el grupo placebo, la dosis de 8 g / día redujo los resfriados en un 19%, dos veces más que la dosis de 4 g / día. Ambos estudios revelaron una relación dosis-respuesta significativa entre la dosis de vitamina C y la duración del resfriado común. La relación dosis-respuesta en estos dos ensayos fue también bastante lineal hasta los niveles de 6-8 g / día, por lo que es posible que incluso dosis más altas puedan conducir a mayores reducciones en la duración del resfriado común. El Dr. Hemilä señala que se han propuesto que las dosis de vitamina C deben ser superiores a 15 g / día para el mejor tratamiento de los resfriados, pero las dosis más altas que hasta ahora se han investigado en ensayos aleatorios han sido mucho más bajas.
Hemilä concluye que "dado el efecto consistente de la vitamina C en la duración de los resfriados y su seguridad y bajo costo, valdría la pena para los pacientes con resfriado común individual probar si la vitamina C terapéutica de 8 g / día es beneficiosa para ellos. Uno mismo-dosis de la vitamina C debe ser comenzado tan pronto como sea posible después de que el comienzo de síntomas comunes del frío sea más eficaz". El científico también afirma que los ensayos terapéuticos adicionales deben llevarse a cabo para investigar la relación dosis-respuesta en la región de más de 8 g / día de vitamina C.
Esto resultados no deberían de sorprender. Decenas de estudios en animales usando diferentes especies animales han encontrado que la vitamina C previene y alivia significativamente las infecciones causadas por diversas bacterias, virus y protozoarios. Dada la naturaleza universal del efecto de la vitamina C contra diversas infecciones en diferentes especies animales, también parece evidente que la vitamina C influye en la susceptibilidad a (y en) la gravedad de las infecciones en los seres humanos. Sin embargo, la importancia práctica de la vitamina C en las infecciones humanas no se conoce con detalle.
Pauling estaría más que contento que, como él lo hizo, otros se mantuvieran dispuestos a explorar hipótesis fundadas en inferencias, aun cuando resultasen sorprendentes, poco convencionales e incluso, contraintuitivas. Después de todo hay pulpos que caminan fuera del agua y estrellas que no sólo no brillan, sino que se tragan a las que lo hacen.