16 atracciones, en su mayoría toboganes, conforman la última oferta acuática de Universal, inspirada en la cultura maorí.
La primera vez que estuve en Orlando fue en Halloween de 2015. Como todos los años, Universal Studios aprovechaba la época para organizar un evento en el que sus mejores películas de terror cobraban vida y se tomaban los parques. Visionarios como son los creativos detrás de este tipo de lugares, los del resort también anunciaron la creación de un nuevo parque, esta vez acuático y con volcán incluido.
En el momento era sólo un render, y aunque se veía bastante interesante, todavía parecía un proyecto lejano. No obstante, los ojos incautos que conducen por South Kirkman Road, ya sea porque van a casa o a alguno de los hoteles de Universal, se sorprenden al pasar junto a una estructura de 60 metros de alto con forma de volcán. Por lo menos eso me sucedió la semana pasada, cuando inauguraron el nuevo parque.
Su nombre es Volcano Bay, y así como no le falta el Krakatau, como se llama el volcán, tampoco se queda corto en playas, artificiales, claro. Se pueden contar trece repartidas a lo largo de las cuatro hectáreas del lugar, aunque ninguna tan importante ni tan grande como Waturi Beach, un oasis con oleaje propio en las faldas del cráter.
Juntas, la playa y la montaña son el corazón de la narrativa que acompaña esta aventura. El parque cuenta la leyenda de los waturis, una tribu que navegó por el Pacífico sur en busca de Kunuku, un mágico pez dorado que los ayudaría a encontrar su nuevo hogar. Durante la travesía, los viajeros adoptaron las costumbres de los pueblos que visitaron hasta que encontraron las costas de Volcano Bay, donde todavía viven.
La historia de la tribu, que además tiene su propia lengua, esconde algo de verdad: los creativos de Universal viajaron durante años por el Pacífico para encontrar inspiración. Las playas, las atracciones, los restaurantes, los caminos y hasta las luces están talladas de manera que recuerdan a la cultura maorí de Nueva Zelanda y Hawái, así como simbología propia de lugares como la Isla de Pascua. Esos detalles son los que hacen que el parque sea diferente de otros acuáticos; este es completamente temático.
Pero el ambiente paradisíaco no es lo único que llama la atención. Hay que recordar que acá se viene a pasar un rato divertido, y para eso están las 16 atracciones, en su mayoría toboganes. Los hay de todas las formas: altos, pequeños, empinados, llenos de curvas, extremos y suaves. El recomendado es Honu, diseñado con dos muros que se escalan rápidamente para poner a bombear la adrenalina de los visitantes, que se lanzan en flotadores grupales.
Los platos fuertes están en el interior de Krakatau, donde tres toboganes y una montaña rusa acuática aguardan. Esta última funciona en balsas para cuatro personas que, con subidas y bajadas, rodean el volcán y permiten tener un vistazo rápido y en 360° de todo lo que el parque ofrece. Es realmente divertida y apta para todas las edades.
Los otros, en cambio, son para los amantes de las actividades extremas. Se trata de Kala y Tai Nui (cuentan la historia de dos amantes que no pueden estar juntos), una pareja de toboganes entrelazados como serpentinas, y Ko’okiri, un body plunge que, a diferencia de los primeros, no tiene una sola curva. Los tres están en la cima del volcán y comparten una dinámica similar: te paras en una cápsula, en esa posición cruzas brazos y piernas, y cuando está todo listo el suelo se abre como una escotilla. No queda más opción que caer 60 metros a toda velocidad en una experiencia que saca tantos gritos como risas.
Un miniparque y un set de toboganes para niños, así como un río lento que transita por todo el complejo polinesio, son atracciones más tranquilas, ideales para quienes quieren vivir una experiencia familiar.
Además, conscientes de que al Pacífico se va a disfrutar de la hospitalidad isleña, los creadores del parque han dispuesto varias facilidades para los visitantes. Quienes visitan las atracciones, por ejemplo, no tienen que cargar con sus flotadores para todos lados, pues cada atracción cuenta con una banda mecánica que los sube hasta el punto de partida automáticamente. Asimismo, todos los juegos tienen un espacio para que los viajeros dejen sus cosas mientras disfrutan.
Esto, sin embargo, se queda corto al lado del Tapu Tapu, la verdadera innovación de Universal. Se trata de un reloj que se recibe a la entrada y que elimina por completo las filas en las atracciones. Todo lo que hay que hacer es acercarse a los censores ubicados a la entrada de cada tobogán, poner el dispositivo y este inmediatamente avisará cuándo es el momento de ir a divertirse. Eso sí, no se puede esperar en más de un juego al tiempo.
Pero no es lo único que hace el reloj. También es la llave de acceso a los casilleros (que son gratuitos), se conecta con las tarjetas de los usuarios para hacer pagos virtuales, activa luces y minijuegos en las cavernas del volcán e incluso permite acceder a las fotos tomadas en los selfie-spots y las atracciones del parque. Todo lo que hay que hacer para acceder a esto es crear una cuenta en el sitio web de Universal.
Si lo que se busca es un poco de privacidad, Volcano Bay cuenta con cabañas privadas frente a la playa, así como sillas preferenciales, diferentes a las de uso común. Los costos de estas, al igual que los de la entrada al parque, varían según la temporada.
Por último no olvide visitar los restaurantes. No sólo tienen una carta inspirada en las comidas típicas del Pacífico sur, sino que cuentan con varios cocteles y hasta una cerveza especialmente diseñados para el parque. Ideales para descansar al lado de un volcán.