Con apenas 2 años de abierto, este local ubicado en 7950 SW 8th St, se distingue entre la comunidad española de la ciudad.
Una sonrisa zalamera reciben quienes llegan en busca de comida española y buena música, pero tras los primeros segundos en el lugar perciben que el modernismo de la decoración remite a un sitio poco tradicional, concepto gourmet que se reafirma una vez en la mesa cuando los platos típicos se presentan con refinados diseños y aromas creados exclusivamente para los clientes de "Zalamería".
Con apenas 2 años de abierto, el restaurante ubicado en 7950 SW 8th St, se distingue entre la comunidad española de Miami por especialidades que no se encuentran en otros sitios de la ciudad. Aunque se mantienen las esencias, prima la fusión que logra sabores atractivos y un exquisito acabado.
El sello distintivo de la casa son las “croquetas líquidas zalameras” una variante donde la receta española suele llegar con una textura mucho más suave, pues se mantienen ingredientes como el jamón Serrano y se añade la crema bechamel para completar un sabor que distingue a la tapa más solicitada por los clientes.
Para muchos asiduos del lugar, el pulpo a la gallega es el mejor de Miami; algunos clientes que lo han comido en España confiesan que solo encuentran en este restaurante el sabor que tienen en su tierra. Todos los postres son elaborados en la casa, con ingredientes importados para ser fieles a las raíces y a una cultura que se distingue por dulces finos.
Desde el inicio el sacrificio y la dedicación han signado los pasos de un negocio familiar llevado por jóvenes emprendedores que durante más de una década tuvieron su propia agencia médica y que por intuición decidieron cerrarla para iniciarse en un camino alejado totalmente del área de la salud.
Los inicios de una comida zalamera
Junto a su abuelo, Diamney Hernández siempre soñó abrir un restaurante, pero sus raíces cubanas no le ayudaban con los conocimientos básicos de culinaria española, por lo que el plan inicial era viajar como turistas a España para vivir de cerca esta cultura y luego regresar a montar su negocio familiar.
Una muerte intempestiva le dejó sin el motor impulsor de aquella idea, pero descubrió en ello una razón mayor para sobreponerse al dolor, haciendo realidad el sueño de su abuelo. Fue así como puso todos sus ahorros en un negocio del que apenas conocía.
“Desde niña todos me llamaban zalamera, por mi forma peculiar y afectuosa de tratar a las personas. Y como yo quería que el lugar tuviera un sello propio porque ya la idea era más que familiar, pensé que nada mejor que Zalamería para que tuviera esa pasión con la que también llevo la vida”, confiesa la dueña del lugar.
En honor a su abuelo esta joven emprendedora ha hecho cosas que han influenciado hasta el propio menú del lugar. “La tapita de Cesarino, -que era el nombre de mi abuelo-, es una variante compuesta por 3 de sus platos favoritos, posee porciones de papas fritas, lomo de cerdo marinado y chorizo; una de las combinaciones más vendidas del restaurante”.
Los principios siempre son difíciles y este no fue la excepción. “Cuando todo parecía ir de maravillas, perdimos a nuestro primer chef, que era un cocinero español con mucha experiencia y que a pesar de que se fue, tuvo a bien dejarnos algunas de sus recetas. Con la idea de cómo queríamos nuestra comida, probamos a cuatro cocineros y nadie daba con las exigencias mínimas.
“Al límite del desespero, mi esposo dijo que cocinaría él, pues no iba a cerrar el lugar. En unos días pasó de cocinar lo esencial en casa a tener en tiempo y en excelentes condiciones los pedidos de casi 80 personas que es nuestra máxima capacidad”, recuerda Diamney.
Cuando Ener Hernández se propuso cocinar para sacar a flote su negocio, jamás imaginó que descubriría una gran pasión por la cocina que hasta ese momento tenía escondida. “En nuestro proyecto la calidad de la comida y el servicio excelente tenían que ir de la mano, de nada nos valía tener un lugar refinado como este, si no lográbamos mantener satisfecho el paladar del cliente’.
“Entre asustado y nervioso comencé a cambiar las presentaciones de los platos por otras que me parecían más atractivas, luego llegué a los sabores y allí también he hecho innovaciones que hoy son una distinción del restaurante”, asegura Ener.
Tras más de un año siendo el principal sostén de la cocina, actualmente no pasa un día sin que no lo solicite a la mesa algún cliente y le agradezca en persona. Ello refuerza la premisa de vida que Ener Hernández aplica exitosamente en su negocio: “cuando todo se hace con amor y cariño, las cosas tienen que quedar bien, no pueden salir de otra manera”.
Abierto de miércoles a domingo, Zalamería fusiona la buena comida con el arte, llegar en las noches es encontrar espacios dedicados a las chicas, conciertos con Djs y karaokes, tandas de salsa y música bohemia. El ambiente acogedor del espacio es ideal además, para celebrar cumpleaños, fiestas privadas, bautizos y aniversarios.
Sin saber abrir una botella de vino y con poco conocimiento de la cultura española, iniciaron los esposos Hernández un negocio que hoy se precia de una excelente colección de tintos, de comidas exquisitas, y de un lugar que atrae por su visión refinada, al mejor estilo europeo.
Durante casi 15 años de relación, los negocios propios han forjado un hogar donde prima el esfuerzo común de llevar la familia adelante. Ambos dominan partes importantes del restaurante, desde la cocina Ener garantiza la calidad de los platos y en el salón Diamney, es la principal encargada de que cada cliente reciba a la entrada y a la salida esa sonrisa zalamera que distingue también al lugar.
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