La FIFA es corrupta hasta la médula. Esto ya lo entienden todos. Siete altos funcionarios de la federación que controla el fútbol mundial fueron detenidos poco antes de que comenzara el congreso de la FIFA en Zúrich. Según investigaciones hechas por la justicia estadounidense, los sospechosos especularon durante años con los derechos de transmisión y mercadeo de torneos futbolísticos en todo el continente americano, con lo cual se embolsaron más de 100 millones de dólares en sobornos. Entre los detenidos figuran dos de los ocho vicepresidentes del Comité Ejecutivo que gobierna el mundo del balompié. Uno de ellos, Jeffrey Webb, el presidente de la CONCACAF, es considerado el colaborador más cercano al presidente de la FIFA, Joseph Blatter. Éste no figura en la lista de los acusados.
Todo esto causa poca sorpresa. En los 17 años de la presidencia de Blatter, éste permaneció intocable siempre que se hizo pública alguna anomalía a manos de funcionarios de la FIFA. Es como si estuviera cubierto por un manto protector. Solo una vez se vio en apuros: cuando se publicó que él, cuando fungió como secretario general de la federación, tuvo por lo menos conocimiento de los sobornos a altos funcionarios de la FIFA a cargo de la firma ISL. Entonces, la FIFA calificó a los fondos recibidos como “comisiones", y evitó ir a juicio mediante el pago de millones de dólares. De ahí en más, Blatter salió siempre sonriente de cada crisis. Y vaya que las hubo. La última correspondió al otorgamiento de las sedes para los mundiales de 2018 y 2022, a Rusia y Catar respectivamente. La justicia suiza investiga oficialmente debido a la sospecha de sobornos.
A la luz de tan turbulento preámbulo, resulta casi una curiosidad el hecho de que Blatter seguramente será reelegido el viernes, durante el congreso de Zúrich, para un quinto período al frente de la FIFA. El hombre de 79 años puede confiar de manera casi ciega en sus incondicionales de África, Asia y América, que seguramente votarán por él. Los europeos, que de hecho quisieran deshacerse de Blatter, aparecen como tigres sin dientes. En una empresa correctamente administrada, Blatter hubiera tenido que irse desde hace ya mucho tiempo. Y si él tuviese un poco de decencia, se iría por decisión propia. Pero la FIFA no juega limpio. ¿Qué debe suceder para que el organismo finalmente quede libre de mancha? La Comisión de Ética no fue capaz de resolver la situación. Quizá solo ayude una revolución: ¡acabar con todo el organismo!