Cuando los líderes del G-20 se reúnan en Turquía este fin de semana, tendrán presentes las desgarradoras imágenes de los desplazados que huyen de países que son presa del conflicto armado y las dificultades económicas. La escalada de refugiados durante los últimos años ha alcanzado niveles no observados en décadas. Y estos números podrían incrementarse en el futuro cercano.
La prioridad inmediata debe ser ayudar a los refugiados —que soportan la carga más pesada, y demasiado a menudo trágica— con un mejor acceso a albergue, atención sanitaria y educación de calidad.
Muchos de los países vecinos de zonas en conflicto (que han acogido a la mayoría de los refugiados) han llevado su capacidad de absorción de personas al límite. A fin de brindar servicios públicos adicionales a los refugiados, necesitarán más recursos financieros. La comunidad internacional debe hacer su parte. Por ejemplo, con el apoyo del FMI, Jordania ha logrado ajustar sus metas fiscales para ayudar a satisfacer esta necesidad.
La labor de los países que más han hecho por acoger a las personas desplazadas es encomiable. Algunos países han estado dispuestos a recibir grandes flujos de refugiados y han hecho todo lo posible por brindarles alimento y refugio. Otros, especialmente entre los países avanzados, deberían plantearse de qué modo pueden incrementar la cantidad de refugiados que admiten.
En última instancia, sin embargo, hay algo muy claro: ningún país puede resolver por sí solo la cuestión de los refugiados. Necesitamos una cooperación mundial.
Las implicaciones económicas de la migración. Por cierto, la migración transfronteriza adquiere distintas formas. Incluye tanto refugiados que se ven obligados a abandonar sus países como a migrantes económicos que parten voluntariamente en busca de oportunidades. La cantidad total de migrantes ha crecido sustancialmente en los últimos años, y hoy representa más de 3% de la población mundial.
Independientemente de la motivación, la decisión de desplazarse y abandonar el propio hogar es difícil y puede ser arriesgada. Pero una vez que las personas completan la travesía, se reasientan y encuentran estabilidad, la migración puede —con las políticas correctas— tener un impacto global positivo para los migrantes, el país anfitrión y el país de origen (como se muestra en el próximo análisis del personal).
Los migrantes pueden dar impulso a la fuerza laboral de un país, propiciar la inversión y estimular el crecimiento. Por ejemplo, cálculos preliminares del FMI muestran que los migrantes en países de la Unión Europea tienen un modesto impacto positivo sobre el crecimiento.
Más importante aún, la migración puede ayudar a abordar los retos del envejecimiento de la población en varios países avanzados. Conforme a nuestra investigación, en el mediano plazo los migrantes podrían ayudar a reducir presiones sobre el gasto en jubilaciones y salud; y en el corto plazo, el impacto presupuestario neto tiende a ser relativamente pequeño.
Fuga de cerebros y remesas. ¿Qué ocurre en los países que experimentan una salida de migrantes? Ciertamente, a menudo estos países pierden a los más jóvenes y talentosos, lo que tiene consecuencias importantes para el crecimiento. Por ejemplo, esto ha ocurrido en países caribeños, que perdieron más del 50% de su mano de obra altamente calificada entre 1965 y 2000.
Las remesas ayudan a contrarrestar algunos de estos efectos. Indudablemente, pueden ser una fuente de ingresos de mucha importancia, que da origen a un mayor gasto en educación y salud. En 2014, los flujos de remesas hacia países en desarrollo llegaron a $436.000 millones, más de la mitad de la inversión extranjera directa neta total y mucho más del triple de la asistencia oficial para el desarrollo.
Además, si los costos transaccionales de las remesas se redujeran en mayor medida, producirían todavía más beneficios. Las estimaciones parecen indicar que reducir el costo de las remesas a 1% del monto transferido podría liberar un ahorro descomunal de $30.000 millones al año; es decir, más de la totalidad de la asistencia bilateral presupuestada para África subsahariana. Debemos dar un sólido respaldo al compromiso del G-20 en pos de la reducción de los costos transaccionales de las remesas.
Políticas para una mejor integración de los migrantes. El desafío clave es facilitar una integración fluida de los recién llegados (se trate de migrantes económicos o refugiados). Sin dudas, habrá privaciones y dificultades al comienzo, ya sea de índole logística, fiscal o política, pero estas deberán sopesarse contra los beneficios a mediano y largo plazo. Estos conceptos no son fáciles de llevar a la práctica, pero son factibles.
¿Qué incluye una política de integración bien diseñada?
* Primero, el fortalecimiento de la capacidad de los mercados laborales para absorber a los migrantes, posibilitando la búsqueda inmediata de trabajo y ofreciendo mejores servicios de colocación en puestos de trabajo.
* Segundo, la ampliación del acceso a la educación y la capacitación, brindando educación, aprendizaje del idioma local y capacitación laboral asequibles.
* Tercero, el mejoramiento del reconocimiento de aptitudes, mediante la adopción de procedimientos simples, asequibles y transparentes para reconocer los títulos extranjeros.
* Finalmente, el respaldo para los migrantes que son emprendedores, reduciendo las barreras a las nuevas empresas y brindando apoyo mediante asesoría legal, orientación y capacitación.
En Suecia, por ejemplo, un programa de acogida de refugiados les ofrece preparación laboral y les enseña el idioma durante un período de hasta 24 meses, conjuntamente con beneficios financieros. La última ola de refugiados está comenzando a encontrar trabajo, aunque el programa inevitablemente tardará en dar todos sus frutos.
Un llamamiento mundial. Las fuerzas demográficas, la globalización y la degradación ambiental significan que las presiones migratorias internacionales probablemente aumentarán en las próximas décadas. Y los desafíos transfronterizos exigen soluciones transfronterizas.
Por lo tanto, las medida de política internacionales deben concentrarse en alentar la cooperación y el diálogo entre los países afectados, propiciando una distribución equitativa de la carga, facilitando los flujos de remesas, protegiendo los derechos laborales y promoviendo un entorno de trabajo protegido y seguro para los migrantes.
El FMI también hará su parte, mediante el financiamiento y el fortalecimiento de capacidades. Además, durante los meses venideros, nuestro análisis de esta problemática será incorporado en el asesoramiento relativo a políticas que brindamos a países de África, Europa y Oriente Medio que están enfrentándose a movimientos masivos de poblaciones.
La migración es una cuestión mundial. Debemos trabajar juntos para resolverla.
*Esta columna fue publicada originalmente en el blog Diálogo a Fondo del FMI.