Los logros legislativos de 2013 son compartidos. El Pacto por México fue el primer signo de la disposición de los tres principales partidos a colaborar en una agenda plural y de compromiso. Pero la concreción de lo acordado en el Pacto se debe a los acuerdos tejidos entre Presidencia y las fracciones parlamentarias en el Congreso. El PRD mostró una conducta más proactiva y fue más exitoso en introducir sus preocupaciones en la agenda política. El PAN mostró ser un partido de oposición más proclive a colaborar con el partido gobernante. No le pagó al PRI con la misma moneda que éste usó cuando no era gobierno. El PRI y sus aliados (PVEM y PANAL) fueron los que más éxitos recabaron en términos de iniciativas aprobadas. Cuando tuvieron que aliarse con el PAN a expensas del PRD, lo hicieron. Cuando hubo que sacrificar al PAN no tuvieron empacho alguno en hacerlo. Es el privilegio de ocupar el centro, de tener capacidad de veto y de saber usarla. El Presidente elevó hasta 87% la tasa de aprobación de sus iniciativas en el primer año de gobierno. La de Calderón fue de 75%.
Quedó un buen número de iniciativas aplazadas para concluir el trabajo normativo de las reformas constitucionales: las secundarias de democracia directa, las de telecomunicaciones, las energéticas, la nueva ley de partidos, la electoral.
Quedaron diferidas otras de gran relevancia tanto para el proyecto del presidente (campo, corrupción, seguridad social universal) como para completar la agenda del Pacto (fuero, transformación del estatus jurídico del DF, publicidad gubernamental). Con tanto por hacer en el plano legislativo, no puede decirse que el año que viene será de poca política y mucha administración.
El Congreso en 2014 tendrá una actividad tan intensa y trascendente como en 2013. Pero, como se prevé un menor número de reformas constitucionales, la dificultad que encontrará el PRI para su aprobación y la necesidad de negociar serán mucho menores. Es probable que el partido en el gobierno siga buscando coaliciones, pero la aritmética parlamentaria le alcanza para pasar las iniciativas de ley secundaria con sus aliados incondicionales.
El mayor reto no estará entonces en la relación entre el Ejecutivo y el Legislativo, sino en las acciones del primero para cumplir las expectativas nacionales e internacionales que se han levantado a raíz de las reformas.
Por una parte está la elevación de la calificación de riesgo crediticio que algunas calificadores internacionales han otorgado a México en la esperanza de un mayor dinamismo de la economía mexicana. Por la otra están las perspectivas de los participantes de la Encuesta sobre las expectativas de los especialistas en economía del sector privado. Hace unos días incrementaron sus estimaciones sobre el crecimiento del PIB (3,4%), la inversión extranjera directa (US$25 mil 900 millones), la creación de empleos (US$631 mil anuales), el tipo de cambio (12,69 pesos) y las tasas de interés (3,58%).
Finalmente, y quizá lo más importante, está la venta publicitaria que se ha hecho de las reformas como plataforma de despegue de la economía mexicana y como condición para la mejora del bienestar de la población: más empleos formales y mejor pagados, mayor productividad, menores precios en hidrocarburos, fertilizantes y electricidad, pensión universal, seguro de desempleo.
Las percepciones de las calificadoras, de los especialistas del sector privado y del propio gobierno contrastan con las de la población, que tiene una pobre opinión sobre el manejo de la economía y peores expectativas sobre su futuro económico. El 2013 fue un mal año en términos de empleos y salarios para los trabajadores formales y de créditos para la pequeña y mediana empresa. El 2014 comenzará con el aumento a los impuestos para parte de la clase media.
Para revertir el pesimismo y cumplir con lo ofertado, al gobierno le corresponderá vencer las resistencias que persisten en la implementación de la Reforma Educativa. Le tocará asegurar que la Reforma en Telecomunicaciones se traduzca en mayor competencia, mayor diversidad de contenidos, ampliación del acceso a la banda ancha y menores precios en telefonía fija y móvil. Deberá asegurarse de que la Reforma Financiera se traduzca en el incremento de la bancarización, la baja en las comisiones y el suministro de créditos en cantidad y calidad suficientes para que la inversión privada crezca. Será responsable de que la Reforma Fiscal se traduzca realmente en mayores ingresos, evitando que la eliminación de privilegios fiscales se haga nugatoria en la práctica y que la evasión y elusión fiscales no se lleven parte de los ingresos extras que se pretenden recaudar. Más importante aún, tendrá la responsabilidad de ejecución de la Reforma Energética.
2014 será, pues, el año del Ejecutivo. Habiendo obtenido la mayor parte de las reformas que pidió como condición para acceder a la prosperidad, no habrá con quien compartir las responsabilidades de la política del crecimiento.
*Esta columna fue publicada originalmente en Excelsior.com.