En un encuentro de poco más de dos horas, Jean-Claude Juncker, presidente de la Comisión Europea, y Donald Trump, presidente de los Estados Unidos de América, han resuelto entrar en una “nueva fase” de su relación comercial. No sabemos si esto significará retomar las negociaciones para el Tratado transatlántico, que fue descartado por Trump, que sería lo normal, porque nada se dice al respecto. En esta nueva fase, se proponen avanzar hacia la reducción de aranceles); fortalecer la cooperación energética, abrir un diálogo sobre estándares de facilitación comercial y colaborar en una reforma de la OMC. Francamente, y con todo respeto y cariño hacia la UE, cuyo proyecto de integración siempre he defendido, este acuerdo me trae a la mente ligeramente el Síndrome de Estocolmo.
Si leemos con atención el comunicado conjunto, en este acuerdo hay una aceptación tácita de la posición de Estados Unidos, para atenuar o en lo posible evitar, que se dañe la economía de la UE con las medidas proteccionistas de la potencia norteamericana. Y se allanan a “unir fuerzas para proteger mejor a las empresas estadounidenses y europeas de las prácticas desleales de comercio mundial …(léase China e India, obviamente)…por lo tanto, trabajaremos estrechamente con socios afines para reformar la OMC”. Es el discurso recurrente de Trump desde su campaña hasta ahora, y si vamos al detalle de lo que está planteando Estados Unidos desde un comienzo sobre la OMC, la reforma a la que aspira -con la amenaza develada hace unas semanas, de una ley que permitiría retirarse de la organización- tiene que ver con los tres pilares del sistema, sin los cuales la OMC quedaría completamente en la irrelevancia: el principio de la nación más favorecida, el trato especial y diferenciado para los países menos adelantados, y el mecanismo de solución de diferencias.
¿Va la UE -y los que llaman “like minded countries”, además que no sabemos muy bien quienes de ellos serán los elegidos para compartir este acuerdo- a aceptar las propuestas de Estados Unidos para descafeinar a la OMC?
Porque la política desarrollada por la administración Trump con respecto al sistema multilateral de comercio y las relaciones económicas internacionales, ha sido y sigue siendo -aún con acuerdos como este- de imposición en lugar de negociación, de hacer pesar tamaño y poder por sobre los acuerdos equilibrados que han sido hasta ahora por lo menos una base para el entendimiento entre los estados. Sabemos que en el sistema internacional nunca hemos tenido una completa equidad y balance de poder, pero por lo menos hemos avanzado mucho desde la Segunda Guerra Mundial, en articular un multilateralismo político y comercial que procura dar ciertas garantías a los países menos adelantados para avanzar hacia el desarrollo y la seguridad. Lo avanzado hasta ahora, incluso los ODS 2030, queda en entredicho y en serio riesgo, cuando no somos capaces de seguir defendiendo los principios y los acuerdos a que hemos llegado como comunidad internacional.
La base de todo, para ir construyendo progresivamente una sociedad internacional de paz, desarrollo y cooperación, es el multilateralismo, que en el caso del Acuerdo de Marraquech, que dio origen a la Organización Mundial de Comercio (OMC), e incluso antes, en el GATT, y luego en la Ronda de Doha para el Desarrollo, se funda en los tres principios antes mencionados. Los 163 miembros de la OMC, deben reaccionar ante estas estrategias, y exigir que si se quiere avanzar en una reforma -que no dudamos sea necesaria, porque han pasado ya 23 años desde su creación- pero esta debe ser negociada al interior del organismo, con sus mecanismos institucionales, con participación de todos, y salvaguardando los principios fundacionales. La Conferencia Ministerial de la OMC es el ámbito natural para ello. Y en lo que respecta a América Latina y el Caribe, nuestros países deberían estar ya tomando nota con preocupación de estos avances, que pueden dejarnos fuera de las negociaciones y terminar condicionados a aceptar cosas que no necesariamente van en nuestro interés. Una de las acciones que la CELAC debería iniciar, es hacer valer con la UE nuestro acuerdo de Asociación Estratégica, que propone, desde 1999, que actuemos de consuno en el ámbito internacional “para construir juntos el futuro”.
El sálvese quien pueda y el cortoplacismo ante la amenaza de una guerra comercial no es el camino. No debemos olvidar que en la historia siempre que un superpoder ha querido imponerse a los demás, finalmente, a la larga, es toda la humanidad la que sufre las consecuencias.