El domingo 28 de octubre, el pueblo brasileño concurrió a las urnas para votar y escoger a quien asumiría el poder por los próximos cuatro años.

La campaña presidencial se vió empañada por varios sucesos que hablan acerca del complejo ambiente político y social que vive el país. Una aguda polarización de las fuerzas políticas, sumado al duro golpe que significó el descubrimiento de millonarios casos de corrupción en los gobiernos del Partido de los Trabajadores (PT), condujo al triunfo del ex capitán de ejército, Jair Bolsonaro. Quien fuera diputado por Río de Janeiro por más de dos décadas, se hizo de las elecciones con un discurso de extrema derecha, en el cual prometió acabar con los actos de corrupción en la política, mano dura contra el crimen organizado y el restablecimiento de la capacidad de crecimiento y creación de empleo, de una economía brasileña, que viene saliendo de una profunda recesión.

¿Adiós al proteccionismo?

Jair Bolsonaro ha delegado en Pablo Guedes, doctorado en economía de la Universidad de Chicago, el diseño y la conducción del plan económico del nuevo gobierno. Hasta hoy no se conocen detalles del mismo, pero hemos sabido de la necesidad de resolver la delicada situación fiscal del país, a través de una reducción del gasto fiscal y una mayor recaudación por la vía de privatizaciones de empresas estatales no estratégicas (el gigante Petrobras y una serie de empresas del sector energético quedarían fuera de este plan). Sumado a ello, existe una fuerte presión al presupuesto público de parte del sistema de pensiones brasileño, el cual se afirma en base a un significativo gasto estatal, algo que amenaza con seguir aumentando el déficit fiscal que ya roza el 8% anual, y a su vez, encareciendo el acceso al crédito internacional por parte del país. En este escenario, una reforma al sistema de pensiones que vaya en la vía de aumentar el aporte individual y aumentar la edad de la jubilación en base a incentivos bien aplicados, es vista como una prioridad para la nueva administración.

Por otra parte, Brasil tiene aún mucho por crecer en el ámbito de su política comercial. Por ejemplo, el comercio internacional sólo representa un 23% del PIB brasileño, mientras que para otros países, como Perú o Chile, significa un 44% y 57% de su PIB, respectivamente. En esta línea, Bolsonaro se ha manifestado en más de una ocasión en pos de un mayor acercamiento a la Alianza del Pacífico, mecanismo de integración económica de corte liberal, en claro contraste con el proteccionismo que ha dominado el desarrollo del Mercosur y del cual deberá desprenderse si realmente desea desarrollar una política de apertura comercial.

El anuncio de que la primera visita de Bolsonaro al extranjero como presidente será a Chile y no a Argentina, que es su tradicional socio comercial en la región, muestra las nuevas intenciones aperturistas de la economía brasileña y cómo su prioridad a la hora de negociar acuerdos se inclinará por buscar lo más conveniente para Brasil como país soberano, alejándose de los amarres que le implica ser parte de Mercosur. En esste enfoque de Brasil también buscará renovar su posición como destino de inversiones extranjeras y así, darle un impulso a la confianza que los mercados depositan en el país, algo que alentaría la creación de puestos de trabajo –el desempleo alcanza un 12%- e impulsaría la, hasta ahora alicaída, demanda interna.

La relación con nuestro país

Chile no es indiferente al resultado de la elección en Brasil y al cómo se desarrollará el gobierno de Bolsonaro. Los empresarios chilenos, en las últimas décadas, han apostado fuertemente por el mercado más grande de Sudamérica, colocando US$ 31.698 millones en el período comprendido entre 1990 y 2016. Esta cifra corresponde al 27,7% del total de las inversiones nacionales llevadas a cabo en el extranjero en aquel período, conviertiendolo en el primer destinos de nuestra inversiones en el exterior. Además, el comercio bilateral alcanzó en 2017 más de US$ 9.000 millones, lo que significa un 15% más que el comercio de Chile con todos sus socios de la Alianza del Pacífico. Estas cifras demuestran la importancia de la relación económica y comercial entre ambos países, y lo relevante para el país de que las reformas prometidas por Bolsonaro sean exitosas.

En ese sentido, ya en los últimos meses de la administración de Michel Temer, Brasil consolidó con Chile una modernización del Acuerdo de Complementación Económica (ACE) 35 Chile-Mercosur que rige actualemente su comercio bilateral y que si bien, quedaron fuera temas importantes, y que permiten un mejor acceso a mercados, como son reglas de origen, propiedad intelectual o tratamientos sectoriales, el nuevo acuerdo permite avanzar en una normativa común que se haga cargo de temas actuales en el comercio internacional como son el apoyo a la internacionalización de las pymes, protección al medio ambiente e incentivos al comercio digital, entre otros y que finalmente, son un apoyo en el perfeccionamiento del comercio bilateral. En este sentido, es indudable que el nuevo acuerdo facilita el acercamiento de Brasil hacia la Alianza del Pacífico y la regíon.

La magnitud de la economía brasileña, su importancia relativa dentro de la región, la profundidad de los vínculos económicos y comerciales mutuos y el cómo se legitimarán las credenciales democráticas que ha prometido Jair Bolsonaro, son todos temas que hacen que nuestra atención recaiga sobre Brasil. Su éxito económico, que todos esperamos y deseamos, significaría un fuerte impulso para la región, sus ciudadanos, inversionistas y a todos para los que creemos que Brasil es un socio fundamental en el desarrollo de una América Latina más próspera y consolidada.