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Chile: el debate sobre la educación
Mar, 11/10/2011 - 11:31

Hernán Büchi

Chile: el debate sobre la educación
Hernán Büchi

Hernan Büchi fue Ministro de Hacienda de Chile.

La pobreza y la desigualdad son temas recurrentes del discurso político, pero los avances han sido inferiores a los deseos. Mientras menos realismo y más ideología, peores los resultados. La educación es un elemento clave para avanzar en ambas materias. El crecimiento es indispensable para superar la pobreza, y para sostenerlo en el largo plazo los niveles de educación deben mejorar; a su vez, cuando éstos aumentan se avanza en capital humano y la igualdad de oportunidades se hace real.

El debate sobre educación tiene hoy un fuerte componente ideológico y voluntarista. La preocupación por la calidad y los costos que muestran los estudiantes es correcta. Pero sus propuestas son inadecuadas y sus métodos reprochables.

Un joven que conoció el inicio de los movimientos sociales en la plaza Tahrir, de El Cairo, se molestaba cuando su épica se pretendía comparar con la de los que han aparecido después en Occidente. “Es insultante. Es una falta de respeto a los miles brutalmente asesinados en Medio Oriente y Norte de África en su verdadera lucha por libertad”.

En realidad, los actos y propuestas de nuestros estudiantes buscan cercenar la libertad de otros. Se dejan acompañar por la violencia con daño a muchos. Usando la fuerza y sin un razonable proceso democrático, se toman escuelas e impiden que quienes lo desean terminen el año.

Pero más grave es que buscan reestructurar el sistema educacional, estatizándolo aún más. Millones que hoy eligen escuelas privadas o educación terciaria distinta de la tradicional serán perjudicados. La municipalización, con sus defectos, fue una mejora sobre un sistema central ineficiente. Las escuelas privadas subvencionadas, con sus distintas organizaciones, son hoy en promedio mejores que las estatales y reciben menos aportes. Las cifras de la OCDE muestran el avance que Chile está haciendo. Mientras en EE.UU. por muchos años el número de personas con educación terciaria es de 40 por cada cien, en Chile ha pasado de 17 cada cien para los que tienen entre 54 y 65 años a 35 cada cien entre 24 y 35 años.

Es por ello que cuando miramos con detalle la desigualdad en el país, ella mejora en las nuevas generaciones. Curiosamente, otros países sudamericanos que nos superaban por lejos están estancados y ello con supuesto acceso libre y gratuito a la universidad.

Lo anterior no significa que no se pueda hacer nada. Si la preocupación es la calidad, debieran retomarse para la educación primaria y básica las propuestas que facilitaban la evaluación de profesores y directores dando incentivos para que mejoren. En vez de más aportes sin rendición de cuentas a las universidades tradicionales, se debe avanzar en que compitan por ellos.

El problema del costo de la educación superior es el que más simpatía logra en la opinión pública. Educar a los hijos es una de las responsabilidades más grandes que se asume. Pero la educación no es gratis: tiene un costo. Hay que pagar a profesores, a funcionarios, costear infraestructura y servicios.

La pregunta no es si debe ser gratuita o no, sino que quién la paga. Un mínimo de equidad dice que los que la reciben tienen responsabilidad en ello y un buen sistema de becas y créditos lo hace posible. Los cambios que el gobierno propone en estas materias mejoran lo que hoy existe.

No es cierto que para bajar los costos basta eliminar la posibilidad de ganancias. Si fuera tan fácil, ¿por qué no hacerlo en comida, techo, abrigo, salud? Los totalitarismos marxistas intentaron eliminarlas con consecuencias desastrosas.

La realidad es que las ganancias, o posibles pérdidas, son un costo más e indispensable. Lo que sí ayudaría es ampliar el tipo y número de instituciones que pueden competir, no reducirlo, además de ofrecer un buen sistema de información para facilitar la decisión de los alumnos.

Es mal presagio que discutiendo de calidad y costos, cientos de miles terminen con un pésimo año escolar o lo pierdan. Los costos serán enormes y los pagarán toda la vida. Nuestros líderes políticos no debieran amedrentarse o caer en el oportunismo. Desgraciadamente, algunas propuestas y proyectos muestran que lo están haciendo. Si prosperan, el costo para los jóvenes será aún mayor.

*Esta columna fue publicada con anterioridad por el centro de estudios públicos ElCato.org.

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