Chile ha completado una semana de protestas pacificas asociadas a manifestaciones de violencia coordinada y saqueos. Ello exige distinguir, desde el análisis, ambas circunstancias. No obstante, su ocurrencia es simultánea.
Pero, en primer lugar, es necesario entender que a nivel global se enfrentan dos ideas fuerza importantes: la defensa del modelo macroeconómico neoliberal, donde el organismo más emblemático es el FMI; y la tesis que está en contra de este, argumentos que están sistematizados en los distintos documentos del foro de Sao Paulo.
¿Cómo entender la masividad de las protestas?
Chile fue el primer país a nivel mundial en asumir el neoliberalismo como modelo económico al inicio de la década de los 80, modelo ratificado por el consenso de Washington, en 1989, al establecerse como base del emergente proceso de globalización. Lo anterior lleva a la Concertación de Partidos por la Democracia a administrar el modelo heredado, con modificaciones menores.
Al efecto, Chile se transformó en un país referente por cuanto demostraba, con evidencias, que el modelo aplicado en un país en vías de desarrollo era capaz de generar crecimiento y desarrollo. Podemos decir que Chile implementó el modelo neoliberal 1.0, sin modificaciones sustantivas hasta el día de hoy, mientras que distintos países desarrollados, sujetos a otras a realidades, han avanzado en modificaciones importantes en la relación entre Estado y mercado.
Desde entonces, y hasta ahora, los principales indicadores macroeconómicos han sido positivos y de creciente mejoramiento (PIB per cápita, pobreza, inversiones, infraestructura, competitividad, productividad, entre varios otros). Ello se tradujo en la incorporación de Chile a la OCDE y ser citado como el ejemplo a seguir para todos aquellos países que estaban en la senda del crecimiento y su incorporación a la dimensión de clase media mundial. Todo ello, sin embargo, no fue suficiente para evitar la desigualdad, expresada en la concentración de la riqueza y una más que deficiente distribución de esta. Uno de los indicadores de mayor relevancia es el promedio del salario de un porcentaje mayoritario de la población y el nivel de ingresos de los pensionados. En suma, la clase media chilena se amplió sobre la base de endeudamiento, pero no por un aumento real y sostenido de su capacidad de consumo. Sobre este punto hay diversos estudios que lo acreditan y lo advertían desde hace varios años.
Respecto a las protestas, desde la convocatoria a la evasión por el aumento del pasaje del Metro (en la capital del país) hacía atrás, las ideas fuerza y las convocatorias estuvieron expresadas a través de las redes sociales, más que por los medios de comunicación tradicionales, los cuales han sido criticados por distintos grupos participantes. A todo ello se sumaron los distintos dichos de las autoridades respecto de la delincuencia, y anuncios económicos y sociales. Estas minorías intensas, con capacidad de influir decididamente en la agenda de relevancia social, están compuestas por una diversidad de grupos que se encontraron compartiendo los factores básicos del diagnóstico.
La masividad de las protestas y su persistencia, por tantos días, hasta el punto de ser capaces de inhibir si es que no evitar el incremento de saqueos y atentados, da cuenta de un fenómeno más complejo y profundo. Al efecto, el énfasis en la expresión pacífica de las demandas constituye un clamor ciudadano asociado a los cambios que se exigen.
Las demandas se pueden resumir en lo siguiente: se pide que el mercado no abuse de la población, que tenga una adecuada regulación y control en todas las dimensiones; pero también se exige un Estado/gobierno no corrupto, ni atrapado en el crimen organizado, ni que sea considerado un botín de la distribución de poder que hacen los partidos políticos. Que sea eficiente en la implementación de políticas públicas; que sea un Estado que proteja a la población y le asegure el acceso a los servicios básicos con oportunidad y eficiencia, para tener una base digna, que posibilite una calidad de vida razonable.
Estos criterios resultan esenciales para evaluar las propuestas del gobierno. Toda propuesta que responda a un Estado no corrupto y eficiente, y a la regulación de los abusos del mercado, estarán en la senda correcta.
Lo planteado por Andrónico Luksic -controlador de una de las fortunas más acaudaladas del país, según Forbes-, de asegurar un ingreso mínimo en sus empresas (US$690) por sobre el mínimo estipulado por ley (US$414), coopera en ello.
Escenarios. Conforme lo planteado, la principal responsabilidad política esta radicada hoy día en el presidente Sebastián Piñera, dado el carácter presidencial de nuestro sistema político. Ello significa que deberá decidir entre mantener los objetivos de su programa de gobierno o asumir un liderazgo de mayor nivel, que haga converger distintas voluntades políticas para una hoja de ruta que permita avanzar decididamente a un neoliberalismo 4.0, acorde a la realidad mundial y, en especial, conforme a la legítima demanda ciudadana. En efecto, nuestro modelo puede ser modificado sin salirse de los principios fundamentales que sostienen la globalización.
Solo resta señalar que, en estas circunstancias, el liderazgo es la condición esencial para establecer un diálogo, con reglas claras y transparencia, orientado a la transformación del Estado y el mercado.
Esta opción presidencial marcará la ruta y los escenarios futuros de nuestro país.