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Corrupción, un cáncer que no se sana sólo con justicia en Chile
Mié, 18/03/2015 - 10:41

Florent Sardou

¿Un New Deal para Europa?
Florent Sardou

Florent Sardou posee una Licenciatura en Derecho (Universidad de Toulouse, Francia) y un Master de la misma universidad en Historia Contemporánea. Su tesis fue sobre la Historia Social contemporánea de Chile. Ejerció como profesor en el colegio la Alianza Francesa de Santiago de Chile. Después de haber vivido cinco años en París, volvió a Chile en 2013. Desde entonces es invitado como analista en canales (CNNChile, 24Horas, NTN24 de Colombia) y radios locales (Duna, Zero, Bio Bio, Cooperativa, ADN).

Penta, SQM, Caval: la sucesión y multiplicación de casos que han desnudado la opacidad de las relaciones entre el mundo político y el mundo del dinero tienen un gran mérito: abrir los ojos a la sociedad chilena.

Ya no podrán decir que no sabían. Por lo menos gran parte de los chilenos están molestos por lo que está sucediendo y la ira -o simplemente la vergüenza- le obliga a pedir sanciones y decir "nunca más". ¿Pero qué pasará cuando se apaguen las luces del circo mediático? ¿Volverán a su rutina como si nada?

La solidez y la madurez de una sociedad democrática para avanzar en la constitución de un Estado garante del bien común, se nota en su capacidad de indignarse, pero sobre todo en su habilidad para seguir alerta. Pese a esto sorprende que aún no se haya realizado una gran marcha contra la corrupción. Mejorar la convivencia requiere abnegación, requiere tiempo: después de la necesaria y legítima ira -que sirve de catarsis- hay que empezar a construir soluciones a largo plazo.

Esta lucha necesaria, que no tiene que ser violenta, sino mas bien constante contra la corrupción tiene distintos niveles. Sin embargo, lo más urgente hoy es confiar en la justicia y no desconocer el importante rol que tenemos los ciudadanos para impedir que el mal continúe. En palabras del senador Alejandro Guillier, la sociedad es un cuerpo social y cuando se le detecta cáncer con metástasis, es necesario buscar cirujanos cuyo papel es netamente el de extirpar tumores para tratar de detener el avance de la enfermedad. Es vital, urgente, pero no garantiza que los tumores no volverán a aparecer.

Ahí empieza la verdadera lucha para sobrevivir: ¿cómo evitar la recidiva (la reaparición del tumor maligno)? Los jueces -cirujanos- llegan ahí al límite de sus atributos. Un consejo dado por los profesionales de salud es informarse sobre las causas y síntomas del cáncer para poder identificar los hábitos tóxicos y así permitir que su cuerpo quede sano.

La delincuencia de los ricos versus delincuencia de los pobres. La corrupción es la delincuencia de las elites. Pero el Estado tiene la fuerte tendencia en dar prioridad a la lucha en contra de la delincuencia de un sólo sector: el de los más pobres. Como es más visible, entonces es la más fácil de castigar y trae más beneficios inmediatos en término de popularidad.

La delincuencia de los pobres es la que atenta contra los bienes o las personas (hurtos, violencias). En general, es más fácil encontrar a los culpables, porque esta delincuencia tiende a propiciar evidencias. En cambio, la delincuencia de las elites, la corrupción, se caracteriza por ser discreta y no dejar evidencia (se borran). Tampoco hay víctimas directas: son abstractas o inconscientes del daño sufrido (en el Caso Penta, por ejemplo, el fraude al SII implica que todos los chilenos cuenten con menos dinero en las arcas fiscales para ver concretizadas mejoras en su vida diaria: educación, salud, etc.). Además, para la policía y la justicia estudiar cuentas bancarias o documentos financieros no es un proceso automáticos y requiere tiempo y mucho personal especializado.

Ese es el análisis acertado del sociólogo francés Pierre Lascoumes. Informarse sobre las causas y los síntomas. Fomentar el conocimiento de las elites delincuentes. Hay que investigarlas -en el sentido académico- para tratar de identificar sus hábitos y así lograr encontrar soluciones a largo plazo para limitar la corrupción.

Chile se caracteriza por tener un alto porcentaje de estudiantes, investigadores y doctores en Ciencias Sociales cuando en Europa, Asia y EE.UU. se privilegian cada vez más las carreras científicas. Más que nunca estos investigadores son necesarios para Chile. Sociólogos, historiadores, juristas, etnólogos, antropólogos entre otros. Sería necesario crear y fomentar centros de investigaciones, diplomados, carreras, doctorados dedicados a estudiar la delincuencia de las elites: el clientelismo, sus modos de reproducción y más generalmente todas las transgresiones e infracciones cometidas por la élite política. Pero no sólo eso. También a los ricos en general.

Siempre me he preguntado por qué en este país parece que sólo existen estudios sobre los pobres y la “pobreza” (Casen, etc.). El mismo Thomas Piketty en su paso por Chile, en una de sus conferencias, pidió perdón por no poder entregar cifras serias sobre Latinoamérica y Chile, en particular, en su mundialmente conocido libro “El capital en el siglo XXI”. Dijo que, lamentablemente no existen aún estudios serios que den muestra de la riqueza y de su comportamiento en el continente. Temas que requieren independencia total. Una muestra más de la necesidad de fomentar las Universidades Públicas.

Seamos lúcidos. El cáncer de la corrupción nunca se acabará completamente. El historiador griego Tucídides es categórico: la democracia es sinónimo de movimiento, de inestabilidad, de libertad. Muchos enfermos de cáncer dicen que esta dolorosa experiencia les dio una tremenda voluntad de vivir. Que así sea para Chile.

*Esta columna fue publicada originalmente en Yornal.cl

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