Costa Rica sigue siendo el país con el mayor desarrollo de Centroamérica. Sin embargo, eventos recientes parecen indicar que están perdiendo su glamour económico y que lo mucho que han avanzado lo pueden retroceder...
Cuando Intel dispuso inaugurar una fábrica de microprocesadores en Costa Rica, en 1997, el evento fue celebrado como un hito en la historia económica de ese país. Se escribieron casos en las escuelas de negocios para entender qué había hecho el entonces presidente Figueres para seducir al más grande fabricante de chips del mundo. La sola presencia de esa empresa cambió los datos macroeconómicos. Intel representa el 20% de las exportaciones y el 6% del PIB.
La presencia de Intel posicionó la “marca país” de Costa Rica como un centro de tecnología. Pronto, cientos de otras empresas trasladaron sus operaciones provocando un enorme efecto multiplicador. En 1997, el PIB real por habitante era de US$6.700. Para 2012 había crecido 60%, llegando a US$10.800. Ningún otro país centroamericano creció tan rápido.
Sin embargo, pareciera que los ticos se durmieron en sus laureles. La semana pasada el nuevo gobierno recibió la noticia de que Intel reduce su planilla en 1.500 personas de las 2.700 que emplea. Bank of America también anunció el cierre de sus operaciones de tecnología cancelando otras 1.400 plazas de trabajo. Tal vez no ayudó el discurso “bolivariano” del nuevo gobierno, ni tampoco el cada vez más grave y crónico déficit fiscal, así como el nivel de endeudamiento público de Costa Rica.
El colón ha comenzado a devaluarse como muestra de desconfianza en la economía de cara a un inminente aumento de impuestos. De acuerdo con el estudio Paying Taxes 2013, realizado por la firma Price Waterhouse, la Tasa Total de Impuestos corporativos de Costa Rica -que suma el impuesto sobre la renta efectivo, la seguridad social y otros impuestos- asciende a 55%, superior al de Suiza, que es 30%. La “Suiza de América” tiene los impuestos pero está lejos del nivel de desarrollo.
Costa Rica se ha vuelto un lugar en donde la productividad de la gente está siendo progresivamente opacada por los altos costos de operación, los altos impuestos y la incertidumbre político-económica. Las agencias calificadoras de riesgo ya han comenzado a bajar su calificación desfavorablemente.
La gran lección es que si los gobiernos no entienden las razones por las que las inversiones llegaron a crear prosperidad, esas se irán y la prosperidad también. Estabilidad política y económica, certeza jurídica e impuestos razonables de cara a una población educada -es decir, productiva- eran algunas de esas razones. Además, Costa Rica siempre gozó de moderación política, cosa que parece se está perdiendo.
Si los ticos creen que la vía “bolivariana” les mantendrá en la senda de la prosperidad, deben prepararse para una gran desilusión. Cuanto más se tarden en recapacitar, más caro saldrá ese experimento. Así como la llegada de Intel envió una clara señal positiva y atrajo a otras empresas, la reducción de sus operaciones puede provocar una “desbandada”.
*Esta columna fue publicada con anterioridad en el centro de estudios públicos ElCato.org.