Luego de que Wikileaks destapara la gran cloaca que aún emite olores nauseabundos, la semana antepasada se abrió otra, más grande, profunda, más inmunda y trascendente que la anterior. Si los "cablegate" descubrieron la maccartiana política exterior de la primera potencia mundial que va camino de convertirse en segunda, la denuncia de la existencia y aplicación del orwelliano-estadounidense programa de vigilancia mundial de todas las comunicaciones que generamos los seres humanos -en todas sus formas y aplicaciones digitales que se transmiten a través del ciberespacio-, simplemente hela la sangre, pone los pelos de punta y aniquila toda capacidad de entendimiento: el ser humano, ahora sí, dejó de serlo en el buen sentido comunicacional de la palabra; hoy no es más que un simple número, en el mejor de los casos un código. Al eliminarse la barrera de lo privado, todos somos sospechosos (salvo quienes codifican todo lo que escribimos, hacemos, pensamos), y al romperse vilmente la privacidad colectiva de la comunicación, a título de reinvidicar una cruzada antiterrorista, el rebaño humano se estandarizó y todos nos convertimos en culpables hasta que se demuestre lo contrario; por eso estamos casi condenados a ser unos mudos globales.
Lo que era una sospecha más o menos persistente en el mundo de la comunicación y del periodismo serio y responsable, en esta era digital de marras se volvió una temible certeza. La mala noticia llegó a todos de la mano de un joven claramente inteligente y experto en informática -Edward Snowden-, quien hasta hace poco trabajó en una empresa especializada en ciberseguridad que vendía sus servicios a la Agencia de Seguridad Nacional (NSA, según sus siglas en inglés), convertida por Washington, desde el 11 de septiembre de 2001, en el santuario mayor del control antiterrorista del planeta, con énfasis, claro, en la gendarmería del gelatinoso y etéreo ciberespacio.
En estos días, mientras evolucionan los hechos, seguiremos con el desguace de esta trama monumental, enfatizado desde el lado ético, mediático y filosófico ya que sobra tela para cortar. Pero no quiero obviar un inciso que juzgo necesario abordar con brocha gruesa para descifrar un poco mejor lo que estamos viviendo con el caso Snowden: el negocio que se mueve detrás de todo.
Por años, el mercado mundial de las "soluciones de ciberseguridad" ha generado un creciente interés en muchas industrias, empresas y entidades privadas y públicas. ¿Por qué? A nivel de entidades estatales y privadas es tendencia marcada el incremento irrefrenable de los delitos cibernéticos, fenómeno de masas atado a la profunda "internetización" de la sociedad global. Esos delitos se agrupan en dos rubros: i) robo simple y puro de información sensible y calificada; ii) piratería. En años recientes, a nivel del Estado, en la alta burocracia que se ocupa de la seguridad en EE.UU., se agrega otra paranoia: las amenazas de ataque a través del ciberespacio contra organizaciones públicas que guardan secretos de Estado; y a nivel privado, el riesgo para las empresas que ven amenazada su ganancia por su vulnerabilidad ciberespacial.
Un informe casi encriptado de una firma especializada, anota: "Si la amenaza es la pérdida de datos valiosos, la interrupción de los servicios financieros, la liberación de la propiedad intelectual, el cierre de la infraestructura nacional crítica o simplemente el daño a la reputación de la cual se conoce que se han comprometido, la posibilidad de un ataque cibernético representa a la vez un peligro para la seguridad nacional y una fuente potencial de grandes pérdidas". (Global 20 Leading Cyber Security Companies 2013, Visiongain, London, 2013). Así expuesto, el tema queda más claro que el agua.
Estos antecedentes facilitan la comprensión de otros detalles. Según la misma fuente, en este momento "existe mucho en juego: Visiongain ha evaluado el mercado de la seguridad informática, que solo en el 2013 alcanzará US$68,34 mil millones". Y "como están disminuyendo los presupuestos globales de defensa, los contratistas de defensa están tomando cada vez más interés en la creciente área de la seguridad cibernética a través de adquisiciones y crecimiento orgánico, lo que a su vez les está planteando un desafío a los proveedores de seguridad en Tecnologías de la Información (TI)". El joven Snowden andaba por esos pagos hasta que decidió hablar y ya ven lo que está pasando.
En todo caso, este enorme y creciente mercado -el de la ciberseguridad-, apetitoso y voraz, hoy está dominado por 20 empresas. Algunas de ellas resultarán familiares para el silvestre cibernauta de a pie, pero en su habitat son los depredadores de primera línea, son los tiburones blancos a la hora de repartirse la tajada. Pues bueno, ahí les dejo con la lista para que se diviertan encontrándole las costuras a cada una de ellas:
*Esta columna fue publicada originalmente en el blog Rienda Suelta, apuntes de Hernán Ramos.