La tela que se teje con estos tres hilos es fuerte y colorida. Pero ésta no siempre se manufactura de modo frecuente y exitoso. Historia y Economía, sólo ellas dos, tienen mucho tiempo de tener una liga maciza que ha dado y seguirá dando frutos jugosos. Ambas han caminado juntas hasta el punto de que hoy es imposible verlas y entenderlas por separado. Y esto vale prácticamente en todos los enfoques que se ventilan y están vivos en el pensamiento económico e histórico de nuestros días.
Sin embargo, la Numismática (envuelta en Historia) no se inserta fácilmente en la Economía (y al revés, lo mismo), ni se percibe (erróneamente) como una ciencia o arte que haga falta para entender y profundizar en la teoría monetaria, que es la rama económica que podría absorber de forma inmediata sus hallazgos y sutilezas sobre las monedas y billetes antiguos. En la formación académica de los economistas modernos se percibe que entender el papel del dinero en la producción, el empleo, los precios y los salarios, por ejemplo, es crucial. Pero nos quedamos en el estudio del dinero al margen de sus características físicas (materiales, diseño, figuras e imágenes exhibidas, etcétera), lo cual nos priva innecesariamente del placer cognitivo de develar los secretos del dinero (metálico o de papel) como un producto manufacturero que tiene características especiales que pueden hacer o no exitosa una política monetaria.
¿Y le importa a la Numismática y sus devotos eruditos conocer los problemas que se han generado en el pasado cuando el dinero emitido ha producido tragedias inflacionarias o deflacionarias? Todo indica que no. Expulsar de la circulación una familia de billetes y monedas por que una hiperinflación la mandó a volar, es algo que le proporciona a los numismáticos nuevos materiales de estudio, colección y comercio. Y hasta allí parece que llega el interés de los numismáticos. Así han sido las relaciones entre Economía y Numismática desde hace mucho tiempo y es posible que no vayan a darse cambios próximamente.
La historia del dinero que ha sido construida por antropólogos, historiadores, arqueólogos, economistas, abogados -y de otros especialistas de algunas disciplinas más del conocimiento que se me escapan ahora de la memoria-, va más allá de las monedas y los billetes tal y como se conocen desde hace unos cuantos siglos, que es la materia central de los numismáticos. La razón es simple: el dinero aparece en forma físicas diversas mucho antes de que llegará a presentarse en forma de monedas y billetes. Si tan solo recordamos el grano de cacao, que hizo las funciones de dinero en la sociedad prehispánica de los que hoy es México y Centroamérica, no es hoy coleccionable ni comerciable -en tanto objeto- como el dinero moderno, que en su mayor parte es fiduciario. La Numismática, por lo tanto, no se encarga del dinero en general, sino del dinero en forma de monedas y billetes. Y la Economía, sobre todo la teoría monetaria, tiene que abordar el estudio y análisis del dinero y de su evolución milenaria para comprender mejor el desarrollo de diferentes modos de producción. Es obvio que sólo con el dinero no se puede seguir la pista a la historia humana, pero sin él es imposible seguírsela.
Los costos científicos de que hasta ahora Numismática y Economía casi se ignoren son elevados e innecesarios. El potencial de ambas disciplinas puede elevarse mucho si se tienden puentes permanentes, sea por el lado académico o por algunos otros. Si el pasado nos advierte que el dinero tuvo muchas formas antes de llegar a manifestarse como monedas y billetes, la Numismática se ha quedado corta. Si en el futuro (¿lejano?) el dinero llegara a ser totalmente digital la numismática volverá a quedarse corta si no redefine su campo de estudio. Lo que está fuera de toda duda es que el dinero seguirá siendo un componente en el desarrollo humano, cualquiera sea el modo como se produzcan sus condiciones materiales de vida.
En el curso de actualización sobre “Monedas y Billetes en la Historia de México” que organizamos para mayo y junio de este año la UAM-Azcapotzalco y la Sociedad Numismática de México se tratarán posiblemente algunos de estos temas conceptuales que he mencionado, muy apenitas quizá. Pero lo relevante es que ya hemos comenzado a tender puentes entre economistas, historiadores y numismáticos con un temario rebasa la agenda gremial de cada uno de ellos. Fusión, mixtura, combinación y alianza de intereses, saberes y preocupaciones de estos tres gremios es lo que le da sabor y color a este sugerente ejercicio académico.
Hay que destacar que la sede de este curso es nada menos que la “Casa de la Primera Imprenta de América”, hermoso recinto para diversas actividades culturales de la Universidad Autónoma Metropolitana, administrado y cuidado con eficiencia y devoción por un equipo de trabajo encabezado hoy por Ivette Gómez.
Alguna cita especial con el destino le deparaba a este proyecto vigente sobre monedas y billetes de México si recordamos que en dicha sede cultural de la UAM se localizó la imprenta colonial a cargo del célebre Juan Pablos (1500-1561), de origen italiano. El primer libro impreso en América fue en 1539 y tuvo como título “Breve y más compendiosa doctrina cristiana en lengua mexicana y castellana” de Juan de Zumárraga. Este impresor obtuvo los permisos para continuar sus trabajos pioneros hasta su muerte en 1560 o 1561, cuando él había impreso 37 libros. Y un detalle curioso más: esta “Casa de la Primera Imprenta” hoy se ubica en la muy antigua calle de Moneda. Esta calle debe su nombre a la antigua “Casa de Moneda de México”, que a su vez estuvo entre 1734 y 1850 en lo que fue nada menos que la segunda casa de Moctezuma, el emperador azteca.
En el corazón del centro histórico estaremos involucrados en esta tarea de difusión cultural en las siguientes semanas. Ya les contaré cómo salió todo al final, pero hasta la fecha todo marcha sobre ruedas.