Ahora que la reunión del G7 culminó sin declaración final y con ataques personales de Donald Trump contra el anfitrión (Justin Trudeau), crece el temor a encontrarnos ante una “guerra comercial” en ciernes. No discutiré en esta ocasión sobre el abuso de las metáforas bélicas (además de la comercial, estaríamos librando una guerra contra las drogas, otra contra la pobreza y así sucesivamente). Me limitaré a indicar cómo las políticas de Trump pueden afectar a un país como el nuestro.
En artículos anteriores sugerí que no parecían haber razones por las que el Perú debiera ser blanco de la agenda proteccionista de Trump. Ello porque sus preocupaciones medulares en la materia son el déficit comercial y la recuperación de puestos de trabajo industriales: el Perú no mantiene un superávit comercial con los Estados Unidos y sus exportaciones hacia ese país no tienen un componente particularmente significativo de productos industriales. Tampoco exportamos el tipo de productos de industria pesada que concitan mayor interés para la Administración Trump en sus negociaciones comerciales (por ejemplo, industria metalúrgica o automotriz). En cualquier caso, de ocurrir una controversia comercial con los Estados Unidos, el Perú no estaría expuesto a consecuencias comparables a las que tendría para México el fin del TLCAN: mientras su comercio con Estados Unidos representaba en 2015 un 26.9% del su PBI, nuestro comercio con ese país sólo representaba un 2.6% del PBI peruano.
Pero las políticas de diversas instancias del gobierno estadounidense también pueden afectarnos por vía indirecta. Por ejemplo, el abandono por parte de Estados Unidos del acuerdo nuclear con Irán es, no el único, pero sí uno de los factores que explican la elevación del precio internacional del petróleo. Si sumamos a eso una elevación simultánea del impuesto a los derivados del petróleo en el Perú y sus implicaciones políticas, podría establecerse una conexión entre la política de Trump en Oriente Medio y la caída del ministro de economía en nuestro país.
De otro lado, si los conflictos con sus principales socios comerciales llegasen a tener un efecto negativo sobre las perspectivas de crecimiento mundial de la economía y el comercio, ello también tendría un efecto adverso sobre nuestra economía: los posibles contendientes en esos conflictos (China, Estados Unidos y la Unión Europea, en ese orden), son nuestros principales socios comerciales.
Lo mismo podría decirse de la elevación de las tasas de interés y la cotización del dólar. Si bien ambos eran procesos en curso antes de que Trump llegara al gobierno, su decisión de reducir impuestos en condiciones cercanas al pleno empleo y con una deuda pública que ronda el 100% del PBI haría que los precios crezcan en mayor proporción que la economía. Ello estaría induciendo una elevación en un plazo menor y tal vez en mayor proporción de las tasas de interés y, por esa vía, de la cotización del dólar.
La elevación de las tasas de interés, por parte de la Reserva Federal (con el fin de controlar la inflación), está haciendo que parte de los capitales que invertían en mercados emergentes (más riesgosos pero habitualmente más rentables) retornen a las economías desarrolladas. Una mayor cotización del dólar elevaría la competitividad de las exportaciones peruanas, pero encarecería tanto las importaciones, como las deudas denominadas en dólares, para quienes tienen ingresos en soles.