Ante el saldo electoral del 7 de junio, los universitarios se han convertido en una preocupación política.
Hay que reencontrarnos con ellos, pidió Peña al definir el sábado anterior la tarea por venir del PRI.
Previamente, en el PAN, Ricardo Anaya, candidato a la dirigencia, en su oferta de “regeneración del partido” habló de atraer a esos jóvenes.
La coincidencia se explica en los resultados electorales. Una revisión hecha por SIMO Consulting señala que los partidos pequeños tienen como base a los votantes entre 18 a 35 años, y que el tema que más influyó al votar fue el empleo.
Mientras las otras generaciones decidieron su voto con antelación por su afinidad partidista en casi 50% de los electores, en los millennials la decisión se dio en el curso de la campaña y cuando se supo quiénes eran los candidatos.
Para Eréndira González y Brisa Ruiz, de SIMO Consulting y autoras del análisis, “los millennials pueden ser el segmento objetivo de los pequeños partidos que están buscando un lugar en la estructura política del país, con un discurso diferente a los que ya conocemos”. Consideran que en el 7-J sí hubo un inminente movimiento de esa generación en la actividad electoral y se preguntan “si la apatía política es un mito o si realmente hay suficientes opciones que estén a la altura de estas nuevas generaciones”.
La señal de alerta aplica para el caso de los candidatos independientes, alternativa que entusiasmó a los universitarios, como lo muestra el éxito de El Bronco, en Nuevo León, donde el empuje inicial se dio en sus instituciones.
La lección caló en el PAN, cuyo balance electoral asumió que el desdén de los jóvenes hacia la partidocracia puede crecer. Y que para 2018 unos 14 millones irán a las urnas por primera vez, definiendo con su voto el rumbo del país. Los panistas saben que han perdido el visto bueno del segmento que fue determinante en los triunfos de 2000 y 2006.
Valiéndose de su juventud y como egresado de universidades públicas, con posgrado en la UNAM, Ricardo Anaya armó un video en las islas de CU. Rodeado de alumnos que declaran ser “orgullosamente panistas”, el candidato a la dirigencia promete recuperar ese nicho y recuerda que el fundador de su partido, Manuel Gómez Morin, también fue rector de la casa de estudios.
Aun cuando se dio bajo un ambiente controlado, no deja de ser una audacia del queretano hacerse filmar ahí donde en 1994 le tiraron huevazos a su paisano Diego Fernández, con la advertencia de que ese era territorio de la izquierda.
Pero la audacia de Anaya y del PAN se quedará en las formas y en la retórica en tanto su plataforma no responda a una generación que, si hablamos de universitarios, es el sector social más proclive al respeto a la diversidad sexual y al ejercicio libre y voluntario de la maternidad, dos temas tabú en ese partido, de los que ni Margarita Zavala se atreve a hablar abiertamente, aun cuando pretende ser una presidenciable de los ciudadanos.
Hace una semana Peña confirmó la relevancia del tema en la agenda electoral, al advertir que la capacidad de la sociedad de informarse y expresarse por sus propios medios habrá de acelerarse. Y que, por lo tanto, el partido debía renovarse. “Es momento de que el PRI regrese a las universidades, que despierte nuevamente el entusiasmo de la juventud. Es tiempo y oportunidad de que nuestro partido sea un espacio de participación para los jóvenes talentosos, comprometidos con su país”, expuso.
Es muy sintómatico que el Presidente retome el truncado propósito de la renovación generacional de Luis Donaldo Colosio, quien se acercó hace 24 años al movimiento estudiantil del CEU, a través de José Narro Robles, entonces secretario general de la UNAM. Y que, al mismo tiempo, corra la versión de que el ahora rector pasará a ser parte del gabinete.
Más allá de casualidades que la política impone, el reto es traducir en acciones la apuesta compartida por Peña y el probable sucesor de Gustavo Madero. Ambos hablan de conseguir el voto y el aval del segmento con mayor escolaridad, crítico, plural, demandante e insatisfecho con su clase política. Sí, los muchachos del #YoSoy132 y de las marchas de #NosFaltan43.
Porque si algo dejó en claro el 7-J es que el clientelismo tiene límites y el reparto de mochilas, bonos para medicinas, bultos de cemento y promesas de circo sin animales constituye una ruta agotada, si de convencer a las clases medias y a sus jóvenes universitarios se trata.
No se trata de colocar al más joven de los peñistas en el PRI. Ni al que más tuitea. ¿Acaso Aurelio Nuño por su mera edad le va quitar la imagen dinosáurica al partido? La pregunta es quién podría con su oficio político ciudadanizar sus estructuras y evitar que de sus filas emerjan los futuros Broncos. ¿Es Manlio Fabio Beltrones o Miguel Ángel Osorio Chong?
Se trata de ofrecer y garantizar democracia económica traducida en empleo; de desmontar la percepción de que el futuro es de los recomendados, y no de los méritos. ¿Podrán?
*Esta columna fue publicada originalmente en Excelsior.com.mx.