El detonante inicial del actual impasse ha sido la negativa turca a liberar al pastor evangélico norteamericano Andrew Brunson, preso bajo acusaciones de espionaje, complicidad en el fallido golpe de Estado contra Erdogan de 2016 y colaboración con la guerrilla kurda del PKK, enemiga del gobierno de Erdogan.
¿Qué ha llevado a Erdogan a aferrarse al mantenimiento de Brunson en prisión domiciliaria, a pesar del costo brutal que le están significando las sanciones comerciales y la imposición de tarifas arancelarias diversas ordenadas por Trump, que han puesto por los suelos a la lira turca y están llevando al país a una debacle económica colosal? Al parecer se trataría de la intención revanchista de Erdogan —revancha de dudosa racionalidad política y económica— por varias cuentas pendientes que el mandatario turco aparentemente tiene con Washington. Principalmente las siguientes:
1.- La negativa de EU de entregar a Turquía al clérigo Fethullah Gulen, a quien Erdogan acusa de haber sido el orquestador del fallido golpe de Estado contra él.
2.- La tardanza de Washington en condenar el mencionado golpe de Estado mientras estaba desenvolviéndose, lo cual dio la impresión a muchos turcos de que había una cierta complacencia en que Erdogan cayera.
3.- El apoyo brindado por EU a las Unidades de Protección del Pueblo Kurdo en Siria, un grupo al que Turquía considera una amenaza existencial para su seguridad nacional.
4.- La oposición norteamericana a la decisión turca de adquirir de Rusia el sistema S-400 contra misiles balísticos.
5.-La negativa de EU de liberar al turco Hakan Atilla, alto ejecutivo de Halkbank, banco propiedad del Estado turco. Este hombre está preso en Nueva York cumpliendo una condena de 32 meses por haber violado las sanciones estadunidenses contra Irán, además de que Washington pretende que Halkbank pague una cuantiosa multa por el asunto. La semana pasada, una delegación turca intentó negociar la liberación de Brunson a cambio de la de Atilla, junto con la anulación de la multa, sin éxito. La administración norteamericana se empeña en exigir la entrega de Brunson incondicionalmente.
Por lo pronto, quien parece estar en mayores aprietos es Turquía, cuya economía se tambalea por efecto de las sanciones. Sin embargo, no por ello Erdogan deja de amenazar a Trump con romper su alianza con Estados Unidos y desarrollar a cambio lazos estratégicos con Rusia y China. “Turquía tiene otras alternativas…”, escribió Erdogan en un artículo publicado en el New York Times, el 10 de agosto, y de hecho, el martes pasado estuvo en Ankara Sergei Lavrov, canciller ruso, para discutir con su homólogo turco las posibilidades de intensificación de los nexos entre ambos países. En este contexto es donde se ha mencionado la posibilidad de abandonar el dólar como moneda internacional de intercambio, propuesta que Rusia empuja con entusiasmo.
Mientras tanto, se multiplican las especulaciones acerca de si el desencuentro entre Turquía y Estados Unidos podría llegar al extremo de una salida de Turquía de la OTAN. Erdogan ya ha decretado impuestos a importaciones de EU y ha vetado publicidad de compañías de este país, al tiempo que Trump, por su parte, ha firmado el Acta de Autorización de la Defensa Nacional 2019 , en la que se establece que el Pentágono deberá revisar durante los próximos 90 días el estado de las relaciones entre EU y Turquía para, sobre esa base, decidir si se le entregan o no a Ankara los jets fighters S-35 pactados con anterioridad.
Queda también en medio de este pleito la interrogante acerca del destino de la base militar de Incirlik, en Turquía, donde EU tiene asentado un importantísimo aparato militar que opera en el marco de la OTAN. Es así como el choque entre Trump y Erdogan, dos personalidades altamente arrogantes que han escalado en su confrontación hasta llevarla a límites irracionales, está conduciendo a una crisis de alcances globales, cuya solución se complica día con día.
*Esta columna fue publicada originalmente en Excélsior.com.mx.