La audiencia de Mark Zuckerberg en el Parlamento Europeo fue un evento digno de lanzar a gritos la pantalla del computador por la ventana. Y es que el Parlamento Europeo mostró una vergonzosa debilidad en la audiencia con el jefe de Facebook. En lugar de preguntas precisas y agudas sobre el mal uso de los datos, la influencia electoral, las noticias falsas, la intimidación y la evasión de impuestos, fuimos testigos de un desfile de vanidades. La mayoría de los diputados pavonearon por la sala como gallos y, en el escaso tiempo que se tuvo, hicieron referencia más que todo a sus propios comentarios. Si los europeos quieren confrontar a los actores internacionales, esta no puede ser la forma. Al final del día, la audiencia fue una oportunidad perdida y una razón para sentir vergüenza ajena.
Desde ya hace tiempo, palabras de disculpas salen muy relajadamente de los labios del fundador de Facebook. En la última década, Facebook se ha convertido cada vez más en un monopolio mundial del intercambio de información privada. Y cada vez que algo serio sucede, cuando los abusos se hacen públicos, Mark Zuckerberg se pone el traje, una corbata y dice: lo siento, esa no era la intención, lo haremos mejor, mostrándose marcadamente inocente y siempre dispuesto a hablar sobre sus comienzos en el dormitorio estudiantil.
Sin embargo, Zuckerberg ha sido durante mucho tiempo multimillonario y sabe exactamente lo que hace. Su modelo de negocio es la venta de datos privados. Y siempre asegura que detendrán los abusos: las ganancias de Facebook se basan en el hecho de que se puede vender publicidad cada vez más dirigida y más invasiva, y eso se basa en un uso cada vez mayor de los datos de usuarios desprevenidos. Entretanto, en Estados Unidos se reporta del uso del reconocimiento facial sin el consentimiento explícito del usuario. Las posibilidades son ilimitadas.
El Parlamento Europeo, al haberle dado a Zuckerberg la oportunidad de elegir entre una variedad de preguntas, ha dejado que se escape a un precio muy bajo. Hemos bloqueado doscientas aplicaciones, respondió el jefe de Facebook a la pregunta sobre el abuso de datos por parte de Cambridge Analytica. Y, por supuesto, Zuckerberg no puede garantizar que casos similares no vuelvan a suceder.
Pero cuando las preguntas se vuelven claras, como la conexión entre los usuarios de WhatsApp y Facebook, Zuckerberg simplemente evadió el tema. Por ejemplo, habló de los estudios de bienestar social que su compañía ha hecho; de los varios empleados que, desde entonces, abandonaron Facebook; o de escribir libros sobre cómo combatir la adicción destructiva por la presencia persistente de las redes sociales.
La privacidad, uno de los derechos humanos más preciados. Tan solo con el ejemplo de China, que tiene un sistema totalitario de control social y emocional de sus ciudadanos a través del internet, hasta el más acérrimo idealista debe tener claro que con las redes sociales se puede monitorear a gran escala y de manera individualizada, algo que ni Orwell llegó a imaginarse.
Mark Zuckerberg quiso cambiar los sentimientos y las costumbres de millones de personas con la frase "la privacidad está desactualizada, eso es cosa de ayer". Lo que, hasta cierto punto, le funcionó. Pero ahora viene el revés, porque solo unos años después sabemos que la privacidad, por el contrario, es uno de los derechos humanos más preciados e importantes para nuestro futuro. Y no podemos dejarlo más en manos de empresarios como él.
Aquí debe terminar el poder del mercado para dar inicio a una regulación política. Zuckerberg dice que no se debe regular demasiado para no limitar nuevas ideas. Sin embargo, ya sabemos a dónde nos ha llevado esto. Ya le otorgamos suficiente libertad a Zuckerberg para que persiguiera, sin consideración, sus intereses comerciales. Su advertencia ya no es convincente, por el contrario, es sospechosa.
Facebook y compañía necesitan regulación. El reglamento general de protección de datos, que entrará en vigor esta semana en la UE, es un primer paso importante. No obstante, necesitamos más reglas para establecer límites en las compañías de internet. Cuando Zuckerberg ha dicho que su empresa paga los impuestos requeridos por la ley, lamentablemente tiene razón: escandalosamente, los países europeos lo han ayudado incluso en la evasión fiscal. Eso tiene que parar, y solo las leyes a nivel europeo lo podrán garantizar.
Y hay más. Las redes sociales, que son muy difíciles de regular, han demostrado, desde hace mucho tiempo, su poder explosivo social y político y qué daño pueden hacer en las democracias. Los tiempos del lejano oeste para Facebook y compañía han terminado, incluso si Mark Zuckerberg sigue diciendo muy a menudo "lo siento".