La elección francesa está observada y analizada por gran parte del mundo debido a sus posibles consecuencias geopolíticas. Sin lugar a duda, ahí se define el futuro de la Unión Europea y la posible constitución de un bloque de democracias liberales (Francia e Alemania) capaz de enfrentar a Trump, Putin y China. Sin sorpresa, Emmanuel Macron y Marine Le Pen clasificaron para la segunda vuelta. A diez días de la conclusión de los comicios presidenciales, la primera vuelta ya ha arrojado algunas conclusiones y dos merecen ser particularmente recalcadas. Porque ponen en el peligro la estabilidad política y social del país galo.
Una Francia dividida: las dos caras de la globalización
En primer lugar, hay que insistir en que los candidatos rupturistas (que proponen una transformación completa de la UE y del modelo económico) juntos lograron seducir a 45% de los franceses.
La partición no es solamente política, sino que geográfica. Los resultados demuestran una división, de manera casi caricaturesca, entre el oeste y el este francés. Por el lado Atlántico y en las grandes ciudades, Macron obtuvo sus mejores resultados: en estos lugares económicamente dinámicos se concentran los franceses con estudios y con mejores ingresos.
Frente a esta Francia optimista descubrimos una Francia olvidada, la que no ve futuro: muchos no votan y los otros se dejan seducir por el discurso vengativo y protector de Marine Le Pen. Ahí está el talento de la líder ultraderechista, su discurso nacionalista, social y antiliberal le permite seducir a las dos Francia que sufren. Primero el sureste, frágil económicamente y donde se encuentran las mayores tasas de inmigrantes (10% de la población total, según el Instituto Nacional de Estadísticas, INSEE). Luego y más recientemente el noreste y el valle del Garona. En el noreste se concentraban las industrias tradicionales (siderurgia, metalurgia) y la minería (carbón), duramente golpeadas por las profundas modificaciones económicas iniciadas a principios de los años 70: la famosa “globalización”. En el valle del Garona, la gente sufre del debilitamiento de la administración pública, de la lejanía de grandes centros urbanos dinámicos y de un fenómeno de recambio poblacional. Los habitantes de estas tierras, los obreros, los empleados y los pequeños funcionarios públicos votaban tradicionalmente a favor de partidos promotores de un Estado protector, meritocratico, igualitario y social: los comunistas (que agonizan desde hace 30 años) y hasta hace poco los socialistas.
Hoy en estas tres zonas se concentran las dificultades sociales. Alta tasa de desempleo, jóvenes sin diplomas y familias monoparentales. A este pueblo vulnerado Marine Le Pen le propone una doble explicación que puede convencer a la vez a franceses de derecha y de izquierda: lo que ustedes viven es la culpa de los extranjeros, de los migrantes (tema de la identidad y de una nación étnica) y la de la globalización, del “gran capital”, de la “oligarquía” y del neoliberalismo.
Esta división está lejos de llegar a su fin. Primero, porque la mayoría de los jóvenes votaron a favor de los dos principales candidatos rupturistas (Marine Le Pen y Jean-Luc Mélenchon). Segundo, porque el estado de ánimo de los franceses el día de la 1.ª vuelta no es de lo mejor: 39% eran "pesimistas", 38% "asqueados" y 31% "indignados" (encuesta BVA del 23 de abril).
¿El fin de la tradicional división del abanico político francés?
Por primera vez, desde 1962 y la elección del presidente de la Republica por sufragio universal directo, ninguno de los dos grandes partidos tradicionales de Francia (los socialistas y los herederos políticos de Gaulle) llegó a la segunda vuelta. ¿Qué nos enseña el éxito de Marine Le Pen y Macron? ¿Podría significar el fin de la división izquierda/derecha?
Al parecer, sí. Macron dice que no es socialista y que no es liberal, sino "progresista". Su postura política es "de derecha y de izquierda". Marine Le Pen, por su parte, afirma que no es de derecha ni de izquierda y se reivindica "patriota", oponiéndose a los "mundialistas".
Pero la historia francesa es larga y se hizo de tal manera que resulta difícil imaginar otra línea de fractura de división política. Las nociones políticas de “izquierda” y de “derecha” nacieron durante la Revolución francesa, el 11 de septiembre de 1789. “Para reunir, hay que tener una disputa política común” explicó el politólogo francés Stéphane Rozes en el diario Le Figaro. A diferencia de Alemania, traumatizada por la experiencia hitleriana, y que desconfía de las disputas políticas. “Francia es el país del ¿por qué?, enclavada en una Europa del ¿cómo?”, sigue Rozes. Un análisis de los programas demuestra que la división izquierda/derecha sigue existiendo en numerosos temas, tal como la relación al trabajo, el papel del Estado, la educación, la seguridad y la inmigración.
Así, si bien la división tradicional entre izquierda y derecha está lejos de desaparecer, su hundimiento es real y el voto de los franceses pone de relieve cuatro diferencias ideológicas que pesan más o menos lo mismo: una izquierda anticapitalista, social, proteccionista y ecologista con Jean-Luc Mélenchon, un liberalismo liberal con Emmanuel Macron, un liberalismo conservador con François Fillon y una derecha nacionalista, proteccionista y populista. Un bloque liberal contra un bloque anti globalización.
En este contexto, las elecciones parlamentarias de junio serán decisivas. Por una parte, será una gran oportunidad que tendrán los dos partidos políticos tradicionales (Parti Socialiste y Les Républicains) para seguir siendo protagonistas de la vida política francesa. Por otra parte, debido a la fragmentación de la vida política francesa es posible que el mandatario elegido no tenga mayoría parlamentaria sólida. Si fuera así, Francia tendría que enfrentar enormes desafíos políticos, económicos y sociales con un presidente nacido muerto.