Colbún patea la mesa y se genera un terremoto grado 12, que ya lleva más una semana sacudiendo la cúpula político/empresarial. Piñera, acompañado de los ministros Bunster, Larroulet y Larraín, de Energía, Segpres y Hacienda, respectivamente, reciben en la Moneda literalmente a todo el sector eléctrico de Chile; a las “planas mayores” de Colbún, Endesa, Enersis, Transelec, Chilectra, AES Gener, Suez, Saesa, Pacific Hydro y Compañía General de Electricidad, es decir, los ejecutivos que administran los rentables negocios de las tres fases de la electricidad: la generación, la transmisión y la distribución.
¡Uau! ¿Qué hicieron y dijeron los Matte para generar este inédito evento telúrico? Simplemente, recomendar, formalmente y sin informar a su socio mayoritario, Endesa, suspender indefinidamente la tramitación de la línea de transmisión del detestado proyecto HidroAysén. Este es el “hecho esencial”, presentado ante la SVS. ¿Y qué dijeron?. Que en Chile no hay una política energética consensuada democráticamente. ¡Genial! Esto es lo que venimos diciendo, desde la sociedad civil y las organizaciones que trabajamos en torno al tema energético/ambiental, desde los años 90, desde los tiempos de la defensa del Alto Biobío, y después desde muchas otras campañas ciudadanas semejantes a lo largo de estos últimos 22 años, es decir, desde el retorno a nuestra extremadamente imperfecta democracia cautiva.
Basta chequear nuestras declaraciones, entrevistas, columnas, estudios técnicos planteando alternativas concretas, etc. Hemos dicho reiteradamente que no hay política energética pública, consensuada, con una mirada estratégica de largo plazo, orientada hacia el bien común y la imperativa sustentabilidad ambiental, sino un crudo desarrollo energético entregado al mercado y a las empresas comercializadoras de electricidad. Así, esta es la abismante asimetría entre las consecuencias de lo que piensan y dicen chilenas y chilenos, y lo que hacen y dicen los señores feudales, adueñados… por el momento, de nuestro país. Entre indignante, y risible. Estado de las cosas, del cual somos todos responsables, claramente pésimo para el país en su conjunto.
En un país cuyo sistema jurídico completo fue dado vuelta como una tortilla durante la dictadura -con la generosa asistencia de Milton Friedman, y las Universidades de Chicago de EE.UU. y Católica de Chile- con el objetivo de desempoderar al pueblo y empoderar a las corporaciones nacionales y trasnacionales, resulta patético que los ejecutivos de ex-servicios públicos de energía transformados en negocios multi-millonarios, vengan a lloriquearle al papito Estado/Gobierno para pedir aún mayores facilidades, incluyendo carreteras eléctricas públicas, para seguir lucrando majestuosamente.
¿Y qué alegan? Fundamentalmente que los estamos molestando mucho, que les estamos judicializando sus proyectos. Totalmente cierto, a toda honra. Pero no es “bullying”, sino presión social lúcida y legítima para cambiar un status quo que nos está llevando a todos al abismo; es que la ciudadanía del mundo ya vio la luz, y se hastió con el abuso grotesco de las corporaciones, y está actuando cada vez más enérgicamente.
Miremos el estado de la humanidad en su conjunto, los tres mil millones de pobres; y el del medio ambiente: justamente hoy, como advertencia para Rio+20, el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente anuncia que “el planeta se acerca peligrosamente a un daño ambiental irreversible” y que “si la humanidad no cambia sus hábitos radicalmente llegará a un punto de inflexión que comenzará a manifestar sus primeros cambios irreversibles en 2020”. Y ni siquiera estamos totalmente de acuerdo.
La profunda degradación socio-ambiental global se está manifestando desde hace mucho rato. Estas son las consecuencias de las últimas décadas del imperio de las corporaciones y del neo-liberalismo, y de los oídos sordos del “establishment” a las demandas de los pueblos y comunidades. Patagonia Sin Represas, Aysén, los estudiantes, el valle del Huasco, Calama, Freirina, Puchuncaví, el pueblo Mapuche, se levantan pero no se nos atiende con el respeto que nos merecemos. ¿Será porque no tenemos un rey “cazador de elefantes” que nos haga el lobby? ¿Qué resultará de la insólita reunión en La Moneda? ¿Algo bueno para Chile, para todos? Ojalá, porque si no la indignación y la ingobernabilidad seguirán prendiendo como reguero de pólvora.
*Esta columna fue publicada originalmente en Nación.cl