Angela Merkel ha jugado inteligentemente su papel en esta importante cumbre. Y es que tras las enérgicas palabras lanzadas inicialmente por el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, sobre la amenaza que el gobierno de Donald Trump supone para Europa, se esconde cierto desacuerdo. Si bien no hubo una abierta oposición a esa línea común, los países de Europa del este parecen poco dispuestos a abrir una confrontación directa con la Casa Blanca. Por eso, la canciller hizo todo lo posible para calmar los ánimos.
Europa afronta su propio destino
Melkel no habló del presidente estadounidense y su volatilidad, sus arranques y su desconocimiento de la política mundial. Ya había criticado duramente su veto a inmigrantes de siete países y se dio por satisfecha con eso. Europa debería, sobre la base de sus valores, buscar la colaboración con Estados Unidos donde haya intereses comunes y, donde no, confiar en sí misma. Ese es el consejo que más se oye entre los jefes de gobierno. Es el típico estilo Merkel: esperar, observar y, sólo después, actuar. Dada la actual situación de incertidumbre pareciera ciertamente lo más inteligente.
Tal vez, sin embargo, la canciller se engaña respecto al grado de sinsentido que se propaga por Washington. Cuando la asesora presidencial, Kellyanne Conway (que acuñó el término "hechos alternativos"), se inventa simplemente una matanza que nunca tuvo lugar, perpetrada supuestamente por migrantes en Kentucky, abandona el suelo de la responsabilidad política. Algo así entronca directamente con la propaganda del fascismo en el siglo XX. Es pura mentira y falsificación.
El futuro de Europa está amenazado
La canciller probablemente no se haga ilusiones sobre la peligrosidad de la situación. Pero no puede pedir más unidad al resto de países europeos. Por eso también se empieza a hablar, al final, de la posibilidad de una Europa a dos velocidades. Después de las elecciones en los Países Bajos, Francia, quizá Italia y finalmente Alemania, se tomará una decisión en la Unión Europea.
¿Queremos un futuro juntos o nos vamos a dejar convencer por Trump y la extrema derecha europea de que el desmantelamiento de la UE y el resurgimiento del nacionalismo es una buena idea? Eso se decidirá en 2017. Tal vez sólo quede, al final, un puñado de países convencidos de permanecer unidos. Quizá no se consiga. En ese caso, Europa se desmembraría en 28 pequeños y medianos países, cuyas posibilidades a nivel global serían despreciables. Su destino, entonces, lo determinaría China, Rusia o los Estados Unidos. Justo como lo ha descrito el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, en su mensaje a los jefes de gobierno europeos.
Sólo juntos podemos ser fuertes
Las apelaciones a la unidad son, en la actualidad, el mínimo común denominador. Quizá tenga que pasar algo más en Estados Unidos para que la gravedad de la situación se les presente más claramente a los gobiernos europeos. Si países como Polonia o Italia creen que van a poder tomar su propio rumbo, están enormemente equivocados. Como europeos, vamos a sobrevivir conjuntamente o a perecer juntos. Y todavía no está claro hacia dónde se va a decantar la situación.