El ministro de Hacienda de Chile, Rodrigo Valdés, se sinceró. Dijo que "… se nos olvidó inventar nuevos negocios para exportar" (El Mercurio (13-03-17). Y, como no se inventa, seguimos exportando lo mismo desde hace largas décadas: materias primas. Al día siguiente, en el mismo diario, el ministro Eyzaguirre apoyó las afirmaciones de Valdés, destacando que Chile presenta un problema estructural, que debemos pasar a una nueva fase exportadora y elevar la competitividad.
Interesante constatación de los ministros. En realidad, ambos ponen de manifiesto algo evidente desde hace años: la debilidad del modelo productivo chileno, lo que se ha ocultado gracias al último largo auge de los precios de las materias primas. Y se debe agregar algo más relevante aún: los países exportadores de materias primas crecen de tiempo en tiempo, pero no consiguen el desarrollo.
Nuestras autoridades hacen la política económica y administran el presupuesto. En consecuencia, les cabe parte de la responsabilidad en los inventos. Pero, para que existan inventos es preciso un Estado activo, que apoye centros de investigación en las universidades, financiando equipos, laboratorios, grupos de trabajo, retorno de científicos al país, etc. Algo ha hecho la Corporación de Fomento de la Producción (Corfo) en esta tarea, pero no en la dimensión que se requiere. Y se ha cometido el error de utilizar para otros propósitos los recursos provenientes del royalty a la minería (en sentido estricto un impuesto específico), implementado en el gobierno de Ricardo Lagos. Si se hubiesen invertido íntegramente esos recursos en ciencia y tecnología no tendríamos un magro 0,38% del PIB destinados a invenciones.
El empresario Roberto Fantuzzi tiene razón cuando señala que ha faltado una política deliberada de exportación de manufacturas en el país. Pero es injusto que Alfredo Moreno, ex canciller, y próxima autoridad de la Confederación de la Producción y del Comercio (CPC), responsabilice al gobierno de la inexistencia de condiciones adecuadas para invertir. Moreno sostuvo que los empresarios han demostrado una y mil veces su capacidad competitiva y que "… sólo bastan las condiciones adecuadas".
Se equivoca Moreno. Es cierto que la política económica no ha apoyado la diversificación productiva, pero en Chile existen condiciones más que generosas para invertir en recursos naturales, en el sector financiero y en comercio. La política económica, con su aparente neutralidad, ayuda en los hechos a los empresarios rentistas, que explotan recursos naturales.
Incluso, durante largos años el Estado ha subsidiado directamente las plantaciones forestales, con el Decreto ley 701. Al mismo tiempo, es de suyo evidente la generosa legislación para la extracción indiscriminada de recursos del mar por grandes empresas. Finalmente, recién en 2005 se aplicó el impuesto específico a la producción minera, pero que fue más bien un apoyo a la extracción del cobre en bruto, y a la estabilidad de los inversionistas antes que un estímulo a la transformación del sector.
El reclamo de Moreno apunta en otra dirección. Debiera decir que le molesta el programa de reformas en la educación, el régimen impositivo y el código laboral. Es cierto que hubo dificultades en la implementación de las reformas del actual gobierno. Pero, ninguna de ellas ha afectado las condiciones empresariales para invertir. Ninguna de ellas modifica la lógica de funcionamiento de los mercados.
Lo que sí sucede es que los empresarios chilenos no invierten en ciencia y tecnología. En un informe reciente del Ministerio de Economía se dice que sólo el 5% de las empresas en Chile desarrolla investigación, el 1,3% contrata personal calificado con fines de investigación y tan sólo el 1% cuenta con un laboratorio o departamento de investigación. Así no llegamos a ninguna parte. Es un abismo en relación al resto de países de la OCDE, con una inversión en ciencia y tecnología de 2,5% del PIB. Ni antes ni ahora los empresarios han realizado el más mínimo esfuerzo por procesar materias primas.
Los empresarios rentistas no asumen la responsabilidad que les corresponde. Ellos controlan todos los mercados y sin embargo persisten en la producción y exportación de recursos naturales, cuyos precios internacionales tienden a la baja y no por culpa del gobierno, sino por la disminución de la demanda china y europea. Y siguen apostando a la renta fácil, sin mayor riesgo, antes que involucrarse en actividades que agreguen valor a los bienes y servicios. Así no podrán mejorar la competitividad.
Lo que el señor Ministro de Hacienda omitió decir es que con el actual modelo productivo y política económica los empresarios no van a inventar nada. No les interesa. No les conviene. Prefieren ganarse la vida de forma fácil, con las rentas de la producción de cobre no procesado, exportando astillas de madera y productos del mar.
Y, si los ingresos de las exportaciones se reducen están las generosas ganancias de la banca, las AFP, y las Isapres, donde también radican sus negocios. Quizás no sean flojos los empresarios, pero el hecho es que no inventan, no procesan, no se arriesgan en actividades productivas nuevas. Y cuando hay problemas culpan a los gobiernos. Y si los problemas continúan consiguen leyes en el Congreso favorables a sus negocios.
En suma, es cierto que Chile no inventa. Por cierto, no es posible ilusionarse que empresarios rentistas vayan a gastar dinero en nuevas invenciones. Por tanto, el Estado deberá asumir completa responsabilidad en esta tarea. Más inversión en ciencia y tecnología y un viraje en el modelo productivo, con una política económica favorable a la industrialización, y nuevas actividades de transformación en bienes y servicios. Ello forzará al empresariado a retomar un crecimiento sano, mejorar la productividad, las exportaciones y un empleo de calidad. Ese viraje requiere voluntad política, decisión y coraje. Sólo así podremos recuperar la capacidad para inventar y, al mismo tiempo, caminar hacia el desarrollo.