El presidente Peña Nieto y el PRI tienen un problema: su candidato presidencial no levanta. De hecho, de acuerdo con información presentada en el portal oraculus.mx, la probabilidad de que el candidato Meade Kuribreña gane la elección no alcanza ni el 1%. Asimismo, sólo alrededor de 25% de los electores votaría por él, lo que indica que ni siquiera la totalidad del voto duro del PRI, el cual, se supone, ronda 30% del electorado, está con José Antonio Meade.
Se dirá que no, que la “maquinaria” del PRI generará los votos que le hacen falta, que la oposición se va a fragmentar, que muchos panistas votarán por él y, así, Meade ganará. El problema con este argumento es que las mañas, “trucos” y maniobras rudas del PRI, es decir, su “maquinaria”, no es infalible. Por ejemplo, Labastida perdió en el 2000 incluso con el PRI volcado a su favor. ¿Por qué perdió? Porque Fox logró amalgamar el voto útil antiPRI y, por más que el PRI mueva recursos y “encuentre” votos hasta debajo de las piedras, esto no le alcanza para derrotar a un candidato al que no se le haga fraude y que entusiasme a un porcentaje importante del electorado, como ocurrió con Fox.
De la misma forma, si bien es verdad que la oposición está ya fragmentada, es posible que uno de los opositores, como lo hizo Fox hace 18 años, logre atraer el voto de un buen número de los electores que jamás votarían por el PRI. En este momento, ese opositor es López Obrador, de hecho. Pero podría ocurrir que Ricardo Anaya e, inclusive, Margarita Zavala, jugasen ese papel, en vez de López Obrador. Igualmente, como argumenté aquí en mi última columna, no debería sorprendernos que el priismo mismo, desde su propia cúpula, busque inclinar la balanza a favor de Anaya o Zavala si es que, a medida que avanzan las campañas, se confirmase que
Meade, simple y sencillamente, no va a ganar.
Aunado a lo anterior, es un error pensar, como seguramente lo hizo Peña Nieto al escoger a Meade, que el panismo se va a inclinar casi naturalmente por Meade. Es cierto que José Antonio Meade es un candidato atractivo para el panismo, sin embargo, hay panistas que jamás votarían por el PRI, otros que nunca dejarían de votar por el PAN, hay también quienes respaldan plenamente a Margarita Zavalay hay quienes están con todo con Anaya. No es automático, pues, que los panistas votarán por de Meade.
No, Meade no levanta. No, no se ve cómo va a llegar a la Presidencia. ¿Tal vez Zavala decline a su favor más adelante? Eso sí podría ayudar a Meade Kuribreña. De hecho, la reciente incorporación de Javier Lozano a la campaña del PRI pudiese entenderse, probablemente, como el primer paso del zavalismo-calderonismo para acercarse a Meade. ¿O tal vez el priismo, informalmente, respaldará a Zavala? ¿Es ese el plan B de Peña Nieto y los priistas? ¿O le darán su apoyo a Anaya, con quien están enfrentados pero, a final de cuentas, es una opción preferible, para ellos, a López Obrador?
Obvio que es imposible predecir el futuro. Obvio que puedo terminar no sólo equivocándome sino haciendo el ridículo. No obstante, veo muy difícil que el siguiente Presidente de México sea José Antonio Meade: es una persona inteligente y preparada, pero el lastre que, merecidamente, arrastra, es muy pesado: al ser parte del grupo que ha hecho tanto daño a México en las últimas décadas, no tiene credibilidad, no tiene autoridad moral. Por si fuera poco, lo que sí tiene es cero carisma, cero “chispa”: no entusiasma a nadie.
¿Quién podrá defenderlo? Ni siquiera el legendario Chapulín Colorado, creo yo; lo interesante ahora es cómo jugará el PRI sus (otras) cartas.
*Esta columna fue publicada originalmente en Excélsior.com.mx.