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La caridad en la verdad y la razón de los indignados
Lun, 25/06/2012 - 10:06

José Ignacio Moreno León

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José Ignacio Moreno León

Ingeniero químico de la Universidad de Louisiana (USA), Master en Administración de Empresas de la Universidad Central de Venezuela y en Administración Fiscal y Desarrollo Económico de la Universidad de Harvard. Es además rector de la Universidad Metropolitana de Venezuela.

A tres años de la notable encíclica del Papa Benedicto XVI, sobre el desarrollo integral Caritas in veritate, fechada el 29 de junio de 2009, aún persiste la crisis económica que sufren especialmente Estados Unidos y varios países europeos, en relación con la cual no se visualizan soluciones adecuadas y que den especial atención a los grupos más golpeados por estos problemas ya recurrentes del economicismo contemporáneo.

Es por ello que el extendido movimiento de los llamados "indignados" que se inició en España, en mayo de 2011, ha vuelto este año a expresarse, con multitudinarias manifestaciones, tanto en Madrid como en otras importantes localidades españolas con mensajes que clamaban por la gratuidad de la educación y de la salud pública, por el derecho a una vivienda digna y un puesto de trabajo con justas remuneraciones y, además, pedían que no se aplicaran mas fondos públicos para rescatar los bancos. En Londres, los indignados se expresaron con protestas en el distrito financiero de City.

Estas manifestaciones se repitieron en Grecia, frente a las drásticas medidas que las autoridades de ese país han estado imponiendo. También en Alemania se han realizado violentos reclamos criticando los abusos de los bancos y en contra de los programas de austeridad indiscriminada que está aplicando el gobierno.

En Portugal la razón de lucha la han centrado en contra del deterioro de la calidad de vida, generados por las políticas de austeridad impuestas por los gobiernos europeos en los distintos países en crisis en esa zona.

En Francia las protestas han tenido una orientación de mayor acento político bajo las consignas de "votar no basta". Los indignados irlandeses han manifestado con el mensaje crítico de "no somos propiedad de los políticos y banqueros" y reclamando "por una democracia real y participativa" que garantice a todos "vivienda, trabajo, cultura, sanidad, educación gratuita y participación política". En Roma los indignados se agruparon bajo la consigna de "Olimpíadas de los derechos", con el lema de "resolvamos el desastre".

Otros movimientos similares colmaron de noticias los medios el pasado mes de mayo en Europa Central y Oriental, en plazas emblemáticas de ciudades como Viena, Budapest, Bratislava, Bucarest, Belgrado y Sofía. Detroit y Nueva York también se hicieron eco de estas protestas de los inconformes con el actual estado de cosas, clamando más justicia social, distribución equitativa de la riqueza y una nueva ética política. Todo ello uniéndose a las protestas generalizadas contra la corrupción, el desempleo, las faltas de perspectivas, la precariedad social y la manera sesgada como los gobiernos han venido enfrentando la crisis, sin dar apropiadas consideraciones a los grupos sociales más pobres y más afectados por tal situación.

Frente a ese drama que, a su manera han venido denunciando los indignados y cuyas raíces están en un proceso globalizador y un modelo de economía planetaria poco sensibles a la ética y a las reales necesidades humanas, Benedicto XVI responde en su profunda Encíclica con un clamor por el cambio que incorpore el sentido ético y humano a este proceso y plantea la necesidad de construir la nueva sociedad fundamentada en la libertad y la justicia, con un desarrollo que no debe apoyarse en privilegios o posiciones de poder; señalando que el objetivo exclusivo del beneficio cuando es obtenido mal y sin el bien común como el fin último, corre el riesgo de destruir riqueza y crear pobreza.

Igualmente el jerarca de la iglesia señala algunas distorsiones del desarrollo que, en gran medida, son causa de la crisis actual, tales como la actividad financiera especulativa y la explotación irracional de los recursos de nuestro planeta; y critica las distorsiones de la economía de mercado y su sentido economicista. Por ello, el Papa afirma que si se quiere que el desarrollo sea auténticamente humano, "debe dar espacio al principio de la gratuidad" y ordenar "la lógica del mercado en función de la consecución del bien común, como responsabilidad, sobre todo de la comunidad política".

Esa condición para el Papa implica que la economía sea solidaria e incorpore la ética para su correcto funcionamiento. Benedicto XVI advierte, además, sobre los daños del asistencialismo paternalista, anteponiendo al mismo como su antídoto más eficaz, el principio de subsidiaridad que provee ayuda para los más necesitados, sin promover el clientelismo y la dependencia. Señalamiento que nos parece muy oportuno, dada la nefasta experiencia que en nuestra región hemos sufrido con regímenes populistas y clientelares que devienen en sistemas autoritarios y violatorios de los derechos humanos.

Las anteriores son sólo algunas consideraciones fundamentales incluidas hace ya tres años en la referida Encíclica papal, coincidentes con el clamor del movimiento de los indignados que, en su propio lenguaje, han venido incrementando sus protestas y reclamos ante las medidas poco humanas como se pretenden resolver los graves problemas que aquejan a la sociedad. Por ello, el Papa invoca "una nueva síntesis humanista", por lo que podríamos concluir afirmando que para evitar que se profundice y globalice esa crisis, es menester impulsar un nuevo humanismo, para humanizar la globalización contemporánea. Desafortunadamente en la reciente cumbre del G-20 estos temas apenas fueron considerados tangencialmente; e igual sucedió con el tema medio ambiental en la Cumbre Río + 20.

*Esta columna fue publicada originalmente en ElMundo.com.ve.