Mientras Enrique Peña Nieto protagoniza el arranque de su administración con eventos caracterizados por el optimismo y la enumeración de buenos propósitos, sus operadores políticos buscan limar hasta donde más sea posible las diferencias con la oposición.
Los ejemplos están a la vista. Luis Videgaray, secretario de Hacienda, designa al antes lopezobradorista y ex diputado del Partido del Trabajo, Mario Di Costanzo, al frente de la Comisión Nacional para la Defensa de los Usuarios de las Instituciones Financieras; el procurador Jesús Murillo Karam coloca al reconocido político antes panista Ricardo García Cervantes en la subprocuraduría de Derechos Humanos.
En esa misma lógica, con todo su oficio político y conocimiento del tema de seguridad, Eduardo Media Mora llega a la embajada de México en Estados Unidos.
Se trata de un equipo de colaboradores de perfil netamente “polaco”, diríamos coloquialmente, y concentrado en armar consensos y sobre todo en bajarle al ruido, a las protestas y a la ventilación pública de las rencillas.
Con ese propósito, el de generar la percepción de una clase política que se entiende y de un gobierno dispuesto a hacer todo lo que sea necesario para evitar los pleitos, los operadores en la administración federal y en el Congreso invierten muchas horas y recursos en “planchar” los encargos de su jefe.
Y ese ha sido el caso de Rosario Robles, secretaria de Desarrollo Social, en la preparación del terreno para que el Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres) quede a cargo de Lorena Cruz Sánchez, ex titular del consejo mexiquense, responsable de la equidad de género en el gobierno estatal de Peña Nieto y subsecretaria de Desarrollo Regional.
Su incorporación en la terna que avalaron las consejeras del instituto fue interpretada por organizaciones feministas como una señal inequívoca de que el presidente anunciará pronto su nombramiento, dejando en el camino a la yucateca Milagros Herrero Buchanan y a Teresa Inchaústegui Romero, la única con una trayectoria ligada al movimiento de mujeres.
Pero a diferencia de los tiempos panistas, cuando el activismo de género frenó diversas propuestas gubernamentales que se consideraban adversas a la agenda de equidad, esta vez las destacadas activistas se toparon con el fino hilvano que Rosario -su otrora compañera de batallas- hizo para evitar los señalamientos de imposición o falta de sensibilidad.
Y es que las consejeras difundieron a través de un comunicado que “por primera ocasión” la terna había sido integrada con su participación y “logrando el consenso de todas”.
Toda vez que la sociedad civil se encuentra representada a través de las consejeras en el Inmujeres, a las feministas sólo les queda otra que pronunciarse porque Peña Nieto haga un nombramiento que privilegie la revisión de perfiles y capacidades.
Sin embargo, asumen que el presidente designará a su ex colaboradora, a quien no consideran su representante. Tampoco pueden impugnarla porque surgió de una terna negociada.
Al advertir que esta vez no tendrían suerte en su cabildeo, las académicas de la UNAM inscribieron la noche del jueves a Dulce María Sauri, la primera presidenta del instituto. Oh, sorpresa: nunca lograron cubrir los requisitos, que si el acta de nacimiento debía ser original, que si faltaba la firma de consentimiento de la ex gobernadora. Así que ni siquiera hubo que rechazar su nombre, sencillamente no entró a la lista de las 18 posibles.
Anoche había tristeza y sentimientos encontrados entre las feministas, al considerar que por la vía de los hechos, -y así se lo hicieron saber a Rosario- el Inmujeres quedaría sectorizado a la Sedesol, como se proponía en la reforma a la administración pública.
Y es que si bien ese movimiento robusto de organizaciones civiles logró frenar la intención de restarle autonomía al instituto, en noviembre pasado, las activistas consideran que la llegada de Cruz Sánchez a la presidencia, le deja a Robles la cancha libre para ejercer en la práctica el liderazgo gubernamental de la política en materia de género.
“Vamos a trabajar por encima de quién sea la presidenta”, les pidió ayer la secretaria de Desarrollo Social a las feministas.
Es sabido que al presidente le va bien con las mujeres. El voto femenino fue mayoritariamente peñista. Y en sus actos públicos, siempre hay una asistente del género que se lanza en elogios y apapachos.
Las reporteras que le dan cobertura a sus actividades destacan el buen trato del mandatario y la importancia que cotidianamente le asigna a la construcción de empatía y confianza.
Pero estas tendencias no se han extendido hasta el movimiento feminista, uno de los más importantes de América Latina, y ahora inconforme no sólo por el previsible nombramiento.
Y es que sus activistas se preguntan: ¿por qué la escasa presencia de mujeres en el gabinete? ¿Por qué el nulo cuidado para preservar su inclusión en las propuestas de funcionarios, como sucedió con los cuatro varones vocales del IPAB? ¿Y por qué la omisión que de la agenda de equidad se ha hecho en el Pacto por México? ¿A quién le están fallando los cálculos?
*Esta columna fue publicada originalmente en Excelsior.com.mx.