Hace unas cuantas semanas que volví de Shanghái, la ciudad que más me ha recordado a la película Metrópolis de Fritz Lang. Fui invitado por una de esas compañías globales que desarrollan alta tecnología y, más allá de las doce horas de diferencia de horario, puedo decir que, como Marty McFly, estuve en el futuro y volví para contarlo.
Pero lo que más me impactó de la París de Asia fue su similitud, casi cinematográfica, con la estética de la gran obra de Ridley Scott, Blade Runner, que precisamente cumple 30 años este 2012. Mientras caminaba entre la noche y la llovizna de Shanghái, rodeado de masivos y excéntricos rascacielos, me pareció divisar entre la neblina a Harrison Ford en su rol de Deckard buscando replicantes con su largo y desgastado abrigo, esquivando a una multitud de chinos agolpados en improvisados puesto de comida bajo las luces de neón. La escena era increíble y real, por lo menos en mi imaginación, que a esas alturas explotaba de pensamientos de futuro, pasado, cultura y tecnología.
El racconto vivencial me dejó pensando que ese lúgubre mundo ciberpunk de Blade Runner, marcado por la tecnología, la confluencia de razas y la existencia de ciborgs con aspecto humano, se está acercando silenciosamente más rápido de lo que creemos.
Hoy ya existen una serie de máquinas industriales, civiles y militares que no necesitan de nuestras órdenes, sino que tienen autonomía. Robonautas, drones, autos que se manejan solos y múltiples dispositivos que hacen posible lo que algunos ya denominan la Tercera Revolución Industrial, están trayendo la ciencia ficción a la vida cotidiana.
Quizás las infraestructuras futuristas de Shanghai hicieron que me adelantara mucho en mis pronósticos, pero las investigaciones en informática y electrónica están apuntando en dirección de la inteligencia artificial.
Las investigaciones por lograr desarrollar chips más potentes y más rápidos están llevando a los científicos, así como a las compañías fabricantes de tecnología, a niveles sorprendentes.
Los gigantes de la computación, aquellos que fabrican y crean todo el hardware y software que nos maravilla y necesitamos a diario, ya están hablando y desarrollando tecnologías como la internet de las cosas, comunicación máquina a máquina, redes neuronales y memristores, innovaciones de alta tecnología que no son más que eslabones de la inteligencia artificial.
La computación en la nube, la movilidad o la virtualización son los aderezos comerciales de una tendencia mucho más trascendental, disruptiva y hasta revolucionaria, que tiene que ver con un futuro cercano donde deberemos interactuar con dispositivos inteligentes, o para ser claros más claros, con robots y ciborgs, los que además de su inteligencia pudieran quizá incluso tener consciencia de sí mismos y hasta sentimientos.
Esto era precisamente lo que atormentaba a Deckard: que una máquina tuviera conciencia de sí misma.
El debate, las investigaciones y cierta preocupación, ante este posible 'encuentro' ya está instalado en los círculos científicos de excelencia a nivel global. Es más, ya se habla de una posible moral para los robots, puesto que ya hoy en día tienen que enfrentar situaciones donde las tres leyes clásicas de la robótica no dan abasto.
Esas leyes, creadas por el escritor de ciencia ficción Issac Asimov en su novela Yo, robot, obligan a las máquinas a 1) no hacer daño a las personas, 2) obedecer a las personas salvo que eso viole la primera ley y 3) protegerse a sí mismas salvo que eso viole las dos primeras leyes.
Los drones ya violan la primera ley y la segunda, porque fueron creados para hacer daño a otras personas. Y un auto que se maneja solo y se enfrenta a un peatón que salta a la calle, quizá decida atropellar al peatón para evitar un choque con el auto que va al lado.
Finalmente, me pregunto si a la par de las investigaciones enfocadas a desarrollar esta inteligencia artificial 'humanizada', hay también estudios que evalúen cómo será la interacción entre humanos y robots, cómo nos relacionaremos, cómo será convivir en sociedad con estos nuevos 'individuos'. Creo que desarrollar interfaces y protocolos de relación es tan importante como el desarrollo tecnológico.