Lo dije en varias ocasiones en este mismo espacio: Marcelo Ebrard no era un buen alcalde. Jamás lo fue. Lo ocurrido con la Línea 12 del Metro lo ilustra a la perfección: una obra hecha de prisa e inaugurada incluso a pesar de que exhibió fallas desde siempre. Ah, pero eso sí: Ebrard se lució. Para eso, la Línea 12 sí funcionó muy bien.
“Ciudad de vanguardia”, nos decía el señor Marcelo. Por ejemplo, presumía que, gracias a su administración, se construyeron más segundos pisos. También le gustaba hablar de Ecobici. Igualmente, le fascinaba repetir que la Ciudad de México era una ciudad segura y que, por supuesto, en ella no operaba la delincuencia organizada, bajo ninguna modalidad.
Pero la realidad es que, con Ebrard, el DF no era un lugar seguro: robos, secuestros, extorsiones, amenazas, agresiones sexuales, etcétera, eran cotidianos. Tampoco era una ciudad vanguardista, a menos de que en ese tipo de ciudades los policías sean los primeros en violar el reglamento de tránsito, por ejemplo. ¿O tal vez lo que Marcelo Ebrard quería decir es que, en las urbes de vanguardia, el alcalde organiza fiestas de XV años y se asegura de que haya pistas de hielo durante el invierno? ¿O probablemente se refería a que, para ser de verdad de vanguardia, hay que poner monumentos en Reforma, al lado del espacio dedicado a Gandhi, a ex gobernantes de otros países que ejercieron del poder de manera dictatorial en sus respectivos terruños?
Lo peor de todo es que, no obstante lo anterior, así como don Marcelo se creía un gran gobernante y ya se veía en Los Pinos, muchos mexicanos compartían esta perspectiva: a mí hasta insultos me llovían cada vez que me atrevía a decir que el gobierno de Ebrard era frívolo, buscaba los reflectores y que, en pocas palabras, la administración encabezada por el ahora ex jefe de gobierno era “mucho ruido y pocas nueces”.
¿Qué opinan ahora todos aquellos que, por años, defendieron a Ebrard? ¿Están de acuerdo en que es imperativo llamar a éste, y a quien corresponda, a cuentas? ¿O seguirán pensando que Ebrard Casaubón tendría que haber sido presidente y hasta estarían dispuestos a votar por él eventualmente? Aunado a todo esto, ¿qué va a hacer el gobierno de Miguel Ángel Mancera? ¿No buscará fincar responsabilidades de acuerdo a la ley?
¿Y qué hay del PRD en todo este asunto? Ya me imagino los gritos y los reclamos de la supuesta izquierda si hubiera sido un priista o un panista el que hubiera inaugurado una línea del Metro que ahora no sirve y si, además, en la construcción de dicha línea hubiera sido utilizado un presupuesto mucho mayor al originalmente planeado. Ah, pero como el alcalde que hizo todo esto es perredista, entonces la “izquierda” no ha dicho nada: ni una queja seria ni un reclamo profundo.
Lo que ha pasado con la Línea 12 del Metro nos tiene que servir de lección a todos: hay que tener cuidado con quienes se autoproclaman como el non plus ultra, lo mejor de lo mejor. Pero más allá de eso, es hora de exigir transparencia en el uso de los recursos públicos, así como una verdadera rendición de cuentas. Esto es necesario no sólo en la Ciudad de México sino en todos los municipios y estados del país, así como a nivel federal, evidentemente.
Un gobernante de vanguardia habría privilegiado el que las cosas se hicieran bien sobre su popularidad. Un gobernante de vanguardia no habría estado pensando en la elección presidencial en vez de en sus tareas diarias. Un gobernante de vanguardia jamás se proclamaría como tal.
Una ciudadanía de vanguardia exigiría castigo para ese supuesto gobernante de vanguardia, así como para su partido, y se aseguraría de penalizarlos electoralmente. El castigo podemos exigirlo ya y en 2015 tendremos la oportunidad de actuar en las urnas. A ver, pues, qué tan vanguardistas somos.
*Esta columna fue publicada originalmente en Excelsior.com.mx.